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Aunque cada tenemos menos tiempo cabe la posibilidad de que seamos capaces de crear, una vez superados los efectos de la pandemia, entornos económicos y sociales que ofrezcan oportunidades laborales a todos los ciudadanos.

Recordemos, como afirmaba en anteriores post sobre estos mismos conceptos, por ejemplo en Mercado de trabajo: Una «nueva» estrategia – Pau Hortal que lo que esté en juego no es otra cosa que el mantenimiento de lo que en las sociedades más desarrolladas hemos denominado como estado del bienestar.

Lo que está ocurriendo, si no queremos mirar hacia otro lado, es una realidad que no admite engaños. Vivimos una tendencia imparable dirigida a la reducción de los puestos de trabajo/empleos sujetos a un marco legal con buenas condiciones laborales y retributivas, y el crecimiento de oportunidades laborales en sectores como el comercio, turismo y los servicios generalmente con condiciones de mayor precariedad. Aunque nadie sabe lo que va a ocurrir en un próximo futuro todas las previsiones formulan las hipótesis de una perdida muy importante de empleos, que incluso sitúan en cifras cercanas al 40% y una tendencia a crear nuevas oportunidades que además de no solaparse temporalmente lo serán en condiciones distintas y genéricamente más precarias. Y que aunque fuerámos capaces de crear alternativas para todos los ciudadanos vamos a vivir un periodo de transición, más o menos largo, con niveles de desempleo muy elevados. Los anuncios recientes sobre reestructuraciones en el sector financiero no dejan de ser más que la punta del iceberg.

Los principios de un empleo/vinculación laboral para toda la vida, y un empleo para cada persona han simplemente desaparecido. De hecho, todavía son válidos en la función pública pero sólo para el 25/30% de la masa laboral y no sabemos por cuánto tiempo. “Pero… ¿y si entendiésemos trabajo de otra manera? ¿Y si la idea de un trabajo de ocho horas y con una definición determinada diese paso a otro (…) en el que una persona aporta cosas que un robot no es capaz de aportar – al menos, por el momento – o no resulta interesante que aporte por la razón que sea? ¿Y si esa idea de productividad vinculada a horas, que de hecho siempre ha estado en cuestión, diese paso a otro tipo de aportación cuantificada en función de otros criterios, y eso llevase a que el trabajo se definiese de otra manera?” Todas ellas cuestiones que Enrique Dans se formula en https://www.enriquedans.com/2017/12/trabajar-menos.html


El camino que tenemos que abordar supone dotarnos de la capacidad para diseñar, poner en marcha y gestionar en base a un nuevo paradigma social en el que el empleo perderá el rol estructural que ha tenido hasta este momento. 


Este nuevo paradigma implica cambios radicales en los modelos formativos y de aprendizaje, el replanteamiento de la ciudad como la hemos conocido hasta este momento, la puesta en marcha de nuevos modelos sociales y en consecuencia el diseño de nuevos entornos laborales. Para ello existen fórmulas diversas que al mismo tiempo no son contradictorias entre ellas. Desde el reparto del trabajo existente (a través de la fórmula de la reducción de la jornada laboral), la consideración como trabajo de actividades que hoy no son (como las realizadas para el cuidado familiar), hasta la creación de ocupaciones vinculadas a la percepción de algún tipo de salario social.

Aunque probablemente la solución final pasará por un mix de todas las propuestas anteriores con otras que probablemente, hoy, no somos capaces de visualizar y mucho menos definir, de respecto a las formuladas surgen algunas cuestiones:

  • Respecto a la reducción del tiempo de trabajo surge la complicación de cómo aplicar este criterio cuando un mayor número de actividades el computo temporal del tiempo de trabajo no tiene ningún sentido o como mínimo no es tan relevante como era en épocas anteriores: “¿Qué ocurriría si comenzásemos a pensar menos en las horas trabajadas y más en la productividad obtenida? ¿Podrían generarse nuevos modelos de productividad más flexibles, más equitativos y más saludables? ¿Cuál será la reacción de los diferentes interlocutores sociales sobre esta medida? ¿Por qué nos aferramos a la jornada de ocho horas como elemento fundamental de la ecuación?, etc.
  • En relación a la capacidad estructural para generar oportunidades laborales: ¿Que hacer con un mayor volumen de seres humanos a los que probablemente vamos a excluir de las oportunidades de empleo? ¿Cómo gestionar esta situación desde el punto de vista de la cohesión social? ¿Vamos a ser capaces de poner en marcha estructuras sociales que eviten el incremento de la desigualdad social?, etc.
  • Y respecto a cómo gestionar y hacer viables estas alternativas: ¿Estamos preparados para asumirlas? ¿Qué debemos hacer para minimizar los riesgos de conflicto social? Cómo financiarlas?, ¿Necesitamos un nuevo sistema impositivo que grave de forma diferencial a la robótica y/o la inteligencia artificial?, ¿Cómo crear actividades sociales que no se conviertan en un nuevo elemento de discriminación social?

Cuestiones que hoy deberían estar en la “cartera” de nuestra “clase política” y que debería de ser objeto de análisis, discusión y debate social.  Una tarea que nosotros intentamos desarrollar a través de la plataforma que supone la FUNDACION ERGON www.fundacionergon.org