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Podemos definir el término Empleabilidad de la forma siguiente: La capacidad de una persona de acceder a un puesto de trabajo, mantenerse en él y reorientarse profesionalmente en otro en el caso de pérdida del primero.

Una persona es “empleable” si posee los requisitos en términos de conocimientos y competencias demandados por los empleadores para su perfil y es capaz de transmitir adecuadamente un mensaje al mercado. 

Sin embargo la cuestión reside en determinar ¿donde está el mercado? y ¿cuál es su valor?.

Un factor que resulta más relevante en un momento como el actual en el que una titulación o cualificación no aseguran por si mismos el éxito profesional. La formación de la que se dispone es relevante, probablemente, en determinados entornos (administración pública) pero no lo es, o su peso se reduce exponencialmente, cuando se trata en de competir entre diferentes diferentes candidatos a una posición profesional determinada en el entorno organizativo y empresarial no público.


La empleabilidad exige hoy disponer de conocimientos y cualificaciones técnicas, de competencias y de la motivación necesaria para responder a los requerimientos de un mercado laboral en cambio. 


Y de la aptitud y capacidad para consolidarse en una organización.

En un momento de gran competencia en el mercado de trabajo las organizaciones intentan identificar cómo es cada uno de los candidatos que optan a integrarse en su organización, y al mismo tiempo determinar sus competencias, sus motivaciones y finalmente su capacidad para relacionarse en los contextos formales e informales, de gestionar conflictos, de reaccionar ante el stress, etc. Estos aspectos competenciales y motivacionales, sumados a los factores que dependen estrictamente del mercado laboral (equilibro entre oferta y demanda) y de las corrientes sociales (genero, edad, diversidad, etc) hacen que la empleabilidad dependa tanto de factores que un profesional puede controlar como otros de carácter ajeno y en los que resulta muchas veces imposible de incidir.

Este tipo de criterios resultan aplicables para todos los niveles de competencia, formación, e inclusive, aunque pueda sorprendernos, a los puestos de trabajo de menor cualificación.


Nuestra propia empleabilidad se encuentra también ligada a la visión y expectativas que cada uno de nosotros tenemos sobre nuestra trayectoria profesional.


Por ello para el desarrollo de nuestra propia empleabilidad es necesario ligar nuestras opciones profesionales futuras con nuestra capacidad de diferenciarnos y de crear «marca». Y por supuesto vincularlas a nuestra flexibilidad para adaptarnos a la demanda de los empleadores y al contexto en las que estas se producen.


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