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Hace pocas semanas Esther Sánchez publicó en el Observatorio de Recursos Humanos un excelente artículo titulado “10 pecados capitales del sistema de intermediación”.

Accesible en el link https://observatoriorh.com/revista/165/los-diez-pecados-capitales-del-sistema-de-intermediacion contiene un conjunto de reflexiones y/o propuestas que comparto en su casi totalidad y que van a servirme como fundamento de este post, aunque esté centrado (como se constata en el título), en los ámbitos de la intermediación que hoy se desarrolla desde el sector público.

Hoy, nadie pone en duda, que a la salida de la pandemia vamos a enfrentarnos con cambios muy relevantes en el mercado de trabajo y con un número de desempleados que (en términos de la EPA) probablemente alcance la cifra de los 5,5M de personas. Uno dato que genera miedo y que costará sudor y sangre reducir a corto plazo.

Afirma Esther, parafraseando a Albert Cañigueral, “vamos a seguir inmersos en un proceso de transformación que afectará, como ya lo está haciendo, a todos los perfiles, niveles profesionales y sectores, incluso a los que han capeado los estragos de la pandemia”. Esta frase aparece en el libro de Albert cuyo título es “el trabajo ya no es lo que era” y al que me he referido extensamente en este blog en los dos post con el mismo título accesibles en El trabajo ya no es lo que era (I) – Pau Hortal y El trabajo ya no es lo que era (II) – Pau Hortal


La transformación que vivimos pondrá a prueba desde los procesos de acceso al mercado de trabajo, y particularmente los que definimos como sistemas de intermediación laboral,  e impactará de lleno en las estrategias de gestión de personas en todas las organizaciones (tanto privadas como públicas). 


Unos impactos que afectarán a una realidad que se mueve con «importantes fallos de estructura, muchos de los cuales son endémicos y sin parangón internacional» que nos deberían de invitar a pensar y trabajar para hacer las cosas de forma diferente.

Esther propone un número de 10 “pecados” a los que con toda probabilidad me referiré más pronto que tarde. Hoy, sin embargo, centrándome en la intermediación realizada desde los entornos públicos, los resumo en 4.

El primero: Problemas de estructura y organización.

Aunque el número de actores, sea homologable al de los restantes países europeos, destacamos por nuestra falta de organización y coordinación. Un problema que nace en la falta de adecuación entre la oferta y las demandas del mercado de trabajo que “interpela al sistema educativo en su conjunto (…) y que exige cambios culturales y estructurales de calado” y que continúa por la presencia de 17 actores (los servicios públicos autonómicos) que actúan de forma poco coordinada.

Paralelamente “las Administraciones Públicas siguen, tras décadas de debate, atrapadas en un falso dilema sobre el sentido de su naturaleza pública, sin encontrar su propuesta de valor y sin promover fórmulas efectivas de colaboración público-privada con las que jugarían un rol vertebrador crítico para impulsar esa conexión”. A pesar de algunos intentos voluntaristas y bienintencionados la gran mayoría de las acciones desarrolladas hoy siguen manteniendo “una dinámica burocrática, (resultan ser) incapaces de impulsar las bases para un funcionamiento coordinado basado en la confianza, colaborativo, de impacto e innovador (y someten) a los agentes privados a un control administrativo, ineficiente, inoperativo y desactualizado” Además de proponer acciones que aún siendo asumidas por éstos (únicamente por interés económico) resultan ser ineficientes, ineficaces y no disponen de criterios sólidos de valoración y evaluación.

No hace falta rebuscar mucho para encontrar pruebas de esta ineficiencia. Como primer hito podemos destacar la convocatoria relativa a las Agencias de Colocación del año 2013 (sobre cuya gestión y resultados alcanzados se ha corrido “un tupido velo”). Un segundo ejemplo es el llamado Plan de Garantía Juvenil lanzado, ese mismo año con fondos de la UE, y en el que fuimos el “peor” gestor de estos fondos y que incluso nos llevó a tener que dar multiples explicaciones para no ser requeridos para su devolución. En tercer lugar destaco el hecho de que,  a pesar del desarrollo de la digitalización de los procesos de reclutamiento y selección (con entre otras la aparición de nuevos actores a través de las plataformas digitales), no se ha producido ningún intento serio y global de acercamiento a estos ellos por parte del sistema público.

El segundo: Los procesos no están orientados ni al cliente (los desempleados/candidatos) ni a las necesidades del mercado.

Queda mucho por hacer en el camino para adecuar los procesos y procedimientos del sistema público a las necesidades de sus usuarios. Todos los agentes lo saben pero parece que a nadie le importe e incluso hay quién que finalmente saca beneficio de esta ineficiencia pública. Una evidencia que hoy, además, es indiscutible.

En paralelo tenemos grandes déficits respecto a tomar en cuenta la realidad y necesidades del mercado de trabajo. No se desarrollan acciones dirigidas a “conocer el entorno y las tendencias económico-productivas, a los operadores empresariales y sus necesidades y, también, al talento disponible”. Como todo el mundo reconoce, el conocimiento del mercado que hoy se tiene desde los agentes públicos es claramente ineficiente. Un reconocimiento hecho (como por otra parte ya he señalado en el post Estrategias públicas en el ámbito del empleo – Pau Hortal) por alguien tan poco cuestionable como Valeriano Gomez.

Seguimos desarrollando programas en los que los y las orientadores laborales, a menudo con mucha voluntad pero sin los criterios adecuados, se dedican a atender, dar soporte y a proponer a los usuarios acciones formativas en muchos casos poco adaptadas a las necesidades del mercado. Nos encontramos incluso en situaciones en las que se cuestiona la necesidad y/o utilidad de las acciones de prospección, olvidando una máxima que todos los que conocemos algo de estos ámbitos consideramos como una certeza inexcusable. El tiempo en desempleo es un factor clave para favorecer la continuidad en esta misma situación.

Los restantes dos «pecados capitales» serán analizados próximamente en la segunda parte de este post.