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Hace unos días (Domingo 24 de Abril) leí en El País el excelente texto de José Manuel Civeira publicado en la sección de “cartas al director” con el título de La agotadora vida de un algoritmo.

Francamente no tiene desperdicio. El contenido de su corta pero interesante reflexión es la siguiente: “Me levanto por la mañana y voy a trabajar. Antes paso por la cafetería donde una máquina me sirve el café con leche y la prensa que le solicito. Me subo en el autobús sin conductor que acaba de repostar en una gasolinera de autoservicio y, tras pasar por el peaje de la autopista sin personal de cabina, me deja en mi trabajo. El mismo autobús me lleva de vuelta, trayecto que aprovecho para hacer la compra online, pagar recibos por transferencia desde mi móvil y apuntar por email a mi hija en una excursión.

Ya en casa, saco una muñeca y dos camisetas en mi impresora 3D para un cumpleaños infantil; tras un pequeño atasco, un asistente virtual me solucionó el problema y pude seguir. A última hora de la tarde voy a un gimnasio con torno de entrada con tarjeta magnética y video-vigilancia. Practico fitness según los manuales y spinning siguiendo un vídeo. Pues sí, me levanto por la mañana y voy a trabajar; aunque dicen que la tecnología destruye empleos, es mentira: yo, sin ir más lejos, tengo dos: media jornada trabajo de robot Kiva y la otra media formo parte de un algoritmo en un conocido buscador de Internet”

No tengo el placer de conocer personalmente a José Manuel aunque siguiendo su perfil –huella digital- he podido verificar que trabaja en el ámbito de los RRHH en la administración pública gallega. De hecho ya le considero un “colega”.

Dicho esto, su carta es un excelente ejemplo de cómo puede sacarse mucho más valor de un texto corto como éste que de muchos manuales de larga extensión al margen de, poner en evidencia, con un tono de humor “gallego” el futuro que nos espera… a los humanos y a los “algoritmos”.