Iniciaba el primer post de esta serie con la reflexión de que en el origen de la grave crisis actual hay una nueva manifestación de la desmesura, de la búsqueda infinita de omnipotencia.
Una reflexión que es uno de los elementos esenciales de las tesis que Nicolas Ridoux formula en su libro “Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento (Los Libros del Lince)”
Un post que tenéis accesible en https://pauhortal.com/menos-es-mas-las-tesis-de-nicolas-riduox-i/ que termino afirmando que la tesis de la superproducción como elemento restaurador del crecimiento es ilusoria “Esta sobreproducción no tiene ningún sentido, no consigue incrementar sustantivamente ni el nivel ni la calidad de los empleos ofertados al margen de que compromete gravemente las condiciones de supervivencia del planeta”.
La filosofía del decrecimiento plantea que hoy debemos de dedicar un menor volumen de nuestro tiempo al trabajo con el objetivo de vivir mejor. Un planteamiento social y una posición individual que, al margen de estar exigida por el impacto de los procesos de robotización y de la introducción de la Inteligencia Artificial (recientemente un informe del FMI afirma que tendrá un impacto significativo en el 40% de los puestos de trabajo/empleos a nivel mundial), es consecuencia de una demanda claramente consolidada en las sociedades más desarrolladas. Hoy no necesitamos trabajar más para vivir mejor. No necesitamos tener la mirada puesta en el consumo y en el poder adquisitivo (que reduce al ser humano a una única dimensión) sino buscar la potencia del hecho de simplemente vivir. Se trata de modificar los criterios en los que se basa el modelo productivo capitalista y repartir mejor el trabajo. Desde un punto de vista conceptual se trata de repartir el trabajo disponible para aquel que quiera trabajar pueda acceder a desarrollar alguna actividad laboral/empleo.
Reducir la cantidad de trabajo permitiría asimismo que los seres humanos pudiéramos llevar una vida más equilibrada y que consiguiéramos realizarnos a través del desarrollo de actividades que no sean la sola actividad profesional: vida familiar, vida asociativa, y también actividad política, práctica de las artes etc.
El objetivo no es otro que el de conseguir un modo de vida más frugal, basada en criterios humanistas, y con un núcleo central dirigido a la búsqueda de la equidad y la reducción de la desigualdad. Un entorno social centrado en la producción de bienes y servicios de mayor calidad en un entorno laboral que ofrece empleos gratificantes que permitan equilibrar mejor los roles manuales y los intelectuales. En otras palabras, un entorno que facilita devolver el protagonismo a la persona, restaurar el espíritu crítico frente al modelo dominante del «cada vez más» y abrir el debate sobre nuestra forma de vivir y sus límites.
Este es el camino que propone la filosofía del decrecimiento. Se trata de sustituir el crecimiento estrictamente económico por un crecimiento «en humanidad». Es una tarea estimulante, un desafío que merece la pena intentar.
Comentario final: Un libro interesante que plantea objetivos de alta complejidad de consecución aunque como el mismo autor expone “merece la pena intentar”.
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