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Asistí hace pocos días a la sesión/debate del Foro de la Nueva Economía con el Presidente del Foment del Treball Joaquim Gay de Montellá. Al margen de otras consideraciones no pude sino constatar que «el tema» (como así lo definió el moderador) se ha convertido en una de las preocupaciones fundamentales del empresariado catalán. 

La consecuencia del debate no es otra que la transformación de un hito que hace tan sólo unos meses era objeto de comentarios furtivos en determinadas ocasiones y en corrillos confidenciales, en algo que hoy –aunque sin un título explicito- se aborda con total normalidad en las citas personales, reuniones de trabajo, actos públicos.

No dejo, por otra parte, de escuchar en multitud de entornos profesionales y empresariales (incluidas en muchos casos los representantes de las élites) manifestaciones explicitas en el sentido de consideran que se ha producido una cambio de criterio y de actitud sobre este asunto.

Parece razonable, mientras tanto, que estos cambios que hoy se muestran sin ningún rubor en los ámbitos privados, se transformen en preocupación cuando lo que se analiza es el impacto que el proceso puede tener sobre las actividades empresariales desarrolladas en el conjunto del Estado. Es también constatable como estos niveles de preocupación quedan totalmente difuminados cuando la persona representa a una entidad empresarial que realiza la mayoría de sus actividades fuera de las fronteras del Estado Español.

Al margen de la transcendencia de determinadas declaraciones públicas, como las realizadas la semana pasada por uno de los empresarios más relevantes de Catalunya, conviene recordar, para significar el entorno en el que nos encontramos, los datos publicados el pasado mes de diciembre en alguno de los medios más relevantes en Catalunya.

  • El 40% de los empresarios daban de alguna manera soporte a un proceso de independencia pactada y sin conflictos, porcentaje que se había duplicado en los últimos 2 años (El Periódico).
  • El 78% de los empresarios eran favorables a la celebración de la consulta prevista para el próximo 9 de Noviembre (La Vanguardia).
  • Si la consulta se hubiese celebrado en ese momento el 45% de las personas que se identifican a sí mismo como empresarios votarían si/si en el esquema de pregunta propuesto por el Parlament de Catalunya. (La Vanguardia).

Y todo ello en un entorno (según el último barómetro de la Generalitat) en el que el 72% de los catalanes opinan que no disponemos de la autonomía suficiente y el 47% apuestan por convertir a Cataluña en un estado independiente. Datos que por otra parte han sido ratificados por el propio CIS que en uno de sus últimos sondeos estima que el 40% de los ciudadanos catalanes son partidarios de que España permita a Catalunya convertirse en un Estado independiente.

Tengo la sensación de que estamos viviendo el segundo paso en un dinámica el que ya no va a ser posible volver a la situación inicial. Todos, catalanes, españoles y las élites de aquí y de allá deberíamos de ser conscientes que el proceso iniciado con la Sentencia del Tribunal Constitucional del año 2010 sobre el Estatuto que supuso la ruptura de muchas complicidades entre Cataluña y el resto de España no ha hecho nada más que consolidarse y situado en un nivel superior como consecuencia de la falta de voluntad de diálogo y negociación mostrados por el Gobierno Español.

Los cambios apuntan a un criterio cada vez más abierto y favorable a los planteamientos dirigidos a un objetivo final de independencia (siempre desarrollada en un entorno de pacto y no conflicto). Cambios que son fácilmente constatables si se vive el día a día de la realidad catalana y perfectamente perceptibles hoy en la mayoría de los ámbitos sociales. Cambios que sigue profundizándose y que se han confirmado en las últimas semanas con el incremento sustancial de socios de la ANC coincidiendo con el anuncio de la sentencia/resolución del Tribunal Constitucional sobre la declaración de soberanía del Parlament de Catalunya.

Aunque Gay de Montellá expuso la opinión del Foment favorable a lo que viene en denominarse tercera vía, o lo que es lo mismo impulsar cambios en la legalidad vigente que hagan compatible la satisfacción a las demandas sociales catalanas con el mantenimiento del status quo actual, lo que queda ya claro y diáfano es que el “tema” está hoy presente en todos los ámbitos sociales y que monopolizará en los próximos meses la vida política no sólo en Cataluña sino en el resto de España. El trámite vivido estos últimos días con el debate en el Congreso sobre la demanda formulada por el Parlament en el tema de la consulta… no es relevante. Ya estaba perfectamente aceptado y asumido.

Debemos ser conscientes de que la idea de la independencia fascina ya a un sector nada desdeñable de la sociedad catalana.

“En un momento de crisis como el actual, en que dependemos de Bruselas, de los mercados y de no se sabe bien qué más, ¿a quién no le atrae la idea de ser independiente?”, reflexionaba recientemente el profesor Juan José Toharia.

No sé, como afirma el catedrático Xavier Coller, si la consulta “es un paso más de la división de intereses entre las élites políticas catalanas y los ciudadanos de a pie”, aunque me atrevería a afirmar que esta división, si existe, se está planteando en términos totalmente contradictorios con los que él parece confirmar. En mi opinión aunque los ciudadanos de a pié sienten y viven directamente las consecuencias de la crisis (desempleo y descenso en el nivel de vida) y muestran una clara desafección respecto a la clase política, han decidido convertir a la incomprensión entre Cataluña y el resto de España y al proceso de consulta/derecho a decidir/independencia no sólo en una problema más, sino en un probable medio para resolver los otros tres. 

Hoy en Catalunya es la ciudadania la que marca el ritmo, no las élites como se piensa en el conjunto del Estado.

Para constatar esta evidencia sólo es necesario recorrer algunos de los entornos geográficos de la Catalunya actual. Coller, como muchos otros expertos, alerta que la “frustración” que generaría no poder hacer la consulta llevaría a un escenario “políticamente diabólico”. Estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación. Es lo que me atrevo a definir como coitus interruptus. Esta es una situación perversa que ni Catalunya ni España pueden plantearse. Mientras tanto la sensación generalizada es que la actitud cerrada y no favorable al diálogo del Gobierno Rajoy no hace más que provocar tal como afirma Josep Ramoneda que “la consulta es la única salida razonable para contar, saber cómo están las cosas y ser capaces de negociar la relación Cataluña-España en un escenario posautonómico”.

Creo que existen pocas alternativas a la celebración de la consulta. Para muchos como el historiador Joan B. Culla, es necesaria e imprescindible.  “Realmente hay gente que no está a favor de la independencia, pero considera que la única manera de salir de este laberinto es hacer la consulta”. Aunque pienso que la victoria del NO hoy es impensable también estoy convencido de que la sociedad catalana sabría aceptarlo con normalidad. De igual forma la posible victoria del SI tampoco debería de suponer una ruptura inmediata con el estado español, (entre otras razones porque el resultado sería probablemente ajustado9. En todo caso sería el reflejo y la constatación democrática de la necesidad de pasar página y conllevaría un claro mandato a la clase política para ponerse de verdad “manos a la obra”. 

Para terminar y como muestra del sentimiento que hoy considero mayoritario en Catalunya me permito incluir la frase con la que Joan Castillo finaliza su carta al director (escrita en castellano) publicada en La Vanguardia el pasado domingo 30 de Marzo.

“Me parece que lo que veo a mi alrededor es una gran decepción por todo lo que sucede. ¿El remedio?, ¿Quién dijo que cuando las élites no hacen la evolución los ciudadanos imponen los cambios?  Pacíficamente, por descontado, pero cambios a fin de cuentas”. 

Los ciudadanos están, estamos hoy, claramente por un cambio radical en nuestras relaciones con el Estado Español. Sobre ello no cabe ninguna duda.