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¡Ya no hay ninguna duda! La actividad humana está causando indiscutiblemente el cambio climático; la crisis ya afecta a todas las partes de nuestro planeta además de que muchos de los cambios en el sistema son ya irreversibles.  

Estos son sólo alguno de los titulares que se desprenden del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), publicado ya hace casi 5 años, que dibuja un panorama dramático y “sin precedentes” en el planeta. Realizado por prestigiosos científicos de todo el mundo, el documento da el toque de alerta (probablemente ya definitivo) sobre el impacto que la actividad humana está generando y que es fácilmente constatable por el incremento de la temperatura global, los incendios descontrolados que se están produciendo en todo el planeta, los cambios en el clima y las catástrofes naturales (inundaciones y sequias entre otros) en lugares que hasta ahora no se habían enfrentado a estas situaciones.

He escrito en repetidas ocasiones sobre el cambio climático (tema sobre el que evidentemente estoy a años luz de considerarme un experto), lo que no impide que esté ciertamente preocupado por sus impactos. Estoy convencido de que hoy deberíamos ya de dedicar casi tanto tiempo y dinero a sus efectos como los que estamos dedicando a otros aspectos ya que las transformaciones que va a generar en la vida humana van a ser de órdago. A modo de ejemplo aquí tenéis el link al post http://pauhortal.net/blog/transformacion-efectos-del-cambio-climatico-4/ cuarto de una serie publicado en octubre del 2020.

Tal como afirmaba en este post “Como bien muestra la experiencia que estamos viviendo con la actual pandemia la tecnología puede ayudarnos. No tenemos un problema de desarrollo tecnológico sino de concienciación social y de voluntad política”.

Los científicos están convencidos de que, si mantenemos el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura global aumentará casi 3 grados a finales de siglo. Con efectos parecidos a los que se producirían si en un cuerpo humano la temperatura subiera cinco grados. Dicho de otra manera: la Tierra tiene fiebre, y parece que algunas de las secuelas permanecerán para siempre. Sin embargo, hay otras que estamos a tiempo de frenar.

El Acuerdo de París, alcanzado en 2015. busca limitar a 1,5 grados el aumento de la temperatura global, pero estamos ya cercanos a rebasar ese límite, y cada décima cuenta. Aunque con el ritmo actual este objetivo parece inalcanzable parece que todavía estamos de condiciones para reducir la gravedad del impacto. Y ello es posible si nos concienciamos del problema, hacemos que nuestros líderes legislen adecuadamente y cambiamos muchas de nuestras actitudes como ciudadanos y consumidores.

Hay algunos motivos para la confianza. De una parte, parece que la conciencia medioambiental de los jóvenes está creciendo. De igual forma existe una generación de directivos y políticos que ya han tomado consciencia de este problema. Sin embargo no estamos haciendo lo suficiente ni en la rapidez adecuada.

Estamos constatando como la emergencia climática está adquiriendo una dimensión mucho más relevante tanto en el escenario político como empresarial. Sin embargo seguimos centrados en problemas y/o conflictos que desvían nuestra atención de este problema ya prioritario. ¿Qué cambios deben de producirse para que el problema se perciba finalmente en su disensión? ¿Cómo neutralizar a aquello que siguen pensando que no la tiene?, ¿Qué cambios son necesarios para enfrentarnos con éxito y evitar la catástrofe?, ¿Cómo romper la dinámica de los lobbies económicos que actúan negando o retrasando la adopción de medidas correctoras?, en su dimensión?, ¿Qué cambios en nuestros hábitos y actitudes debemos de llevar a cabo?

Todas ellas cuestiones que deberíamos de plantearnos, contestarnos y ponernos a implementar las respuestas.