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Probablemente uno de los mejores artículos que se han publicado (para no especialistas) sobre el impacto del big data en nuestras vidas es el artículo de Denisse Minaya “el poder de los datos en la toma de decisiones”. 

En él articulo http://cincodias.com/cincodias/2016/04/22/empresas/1461347325_054130/ podemos leer “Si dirige una cadena internacional de café como Starbucks y decide cruzar la información del tiempo con la de las ventas, puede predecir cuántos cafés pedirán cada hora en función de si hace frío, calor, llueve o sale el sol. Unas cifras que le ayudarán a calcular la demanda y a deducir cuándo debe aumentar o reducir turnos. O si lleva el mando de la compañía de alquiler de pisos vacacionales  Airbnb, que, tras analizar las características de la vivienda, entorno y ciudad de los usuarios, puede ofrecer a sus clientes precios ajustados a sus necesidades”


Estos ejemplos y otros muchos son ilustrativos del enorme poder que hoy las herramientas tecnológicas de las que ya disponemos pueden otorgar a todo aquel (persona u organización) que sepan usarlas con inteligencia.


Una inteligencia que permite a las organizaciones disponer de una “vasta comprensión que proporcionan sobre el consumidor y la operativa del negocio. Esto agiliza la toma de decisiones, que ya se produce al instante, a fin de detectar deficiencias, oportunidades y reaccionar o anticiparse a las demandas del mercado”

En mi post http://pauhortal.net/blog/11914/ me permitía recomendar el artículo que Carlos Otto público en El Confidencial y al que podéis acceder en  http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2015-10-07/revolucion-o-humo-tres-tecnologias-que-podrian-cambiar-nuestras-vidas-o-no-afectarnos-en-absoluto_1045628/. En él se exponen argumentos tan acertados como el siguiente: “Desde que la tecnología empezó a copar nuestro día a día, a todos nos encanta imaginar los escenarios que nos podría deparar más pronto que tarde. Y el catálogo puede ser todo lo amplio que queramos: hologramas, inteligencia artificial, tecnología directamente implantada en nuestro cerebro… Una especie de galería futurista que provoca tanto el miedo de los escépticos como el entusiasmo de los tecnófilos convencidos».

Sin embargo como Carlos recuerda «no todas las tecnologías acaban triunfando…. y es que para copar el mercado no solo tienes que contar con un desarrollo avanzado, sino también demostrar cierta utilidad, adaptarte a los usuarios, tener un precio competitivo… una serie de condicionantes que no siempre se cumplen y que, por tanto, acaban enterrando múltiples desarrollos tecnológicos”.


Aunque todos podemos recordar tecnologías que no han tenido éxito, creo que esta posibilidad es poco factible con la tecnología big data para la gestión, análisis y la predicción de comportamientos.


No estamos hablando de “humo” sino que lo que venimos en denominar internet de las cosas está ahí para revolucionar completamente el conjunto de la vida del ser humano y la de las organizaciones que crea. Por ello discrepo radicalmente de Carlos cuando se plantea si siendo “una de las tecnologías más revolucionarias y, seguramente, más apasionantes….  genera muchas dudas acerca de si será aceptada por los usuarios y triunfará realmente”.  En mi opinión no sólo va a tener que ser aceptada sino que su desarrollo es imparable.

A pesar de esta discrepancia, creo que es muy interesante y conveniente reflexionar sobre las cuestiones que el mismo propone: Por ejemplo las que se plantea sobre el uso de los robots “¿podremos permitirnos pagar lo que valgan?, ¿Cuáles son las posibles implicaciones éticas de contar con un robot humanoide?” y también las que se formula sobre los cambios que esta revolución comportará en, por ejemplo, el ámbito del empleo: ¿Perderemos gran parte de los empleos no cualificados?, ¿Seremos capaces de sustituirlos por nuevos? ¿No acabaremos dividiendo a la sociedad entre los trabajadores no cualificados (que estarán en permanente desempleo) y unos pocos cualificados que se ocuparán de los robots?


Sin negar todas estas dudas cabe simplemente preguntarse si los modelos sociales son inamovibles, y sí las revoluciones que hemos vivido como seres humanos se han acabado implantando tomando en cuenta los cadáveres que dejaban por los caminos.


Sigo con las afirmaciones de Carlos. “al final, nos encontramos ante un escenario dicotómico…. alucinados ante la indiscutible revolución tecnológica que suponen muchos de estos desarrollos, (y) debatiendo si dichos desarrollos serán compatibles con nuestros modelos sociales, con nuestras tendencias y, también, con nuestro bolsillo”. Ya creo que ya sabéis cuál considero que es la respuesta.

Como última reflexión he aquí alguna de las cuestiones que recientemente se formulaba Marc Cortes de Roca Salvatella en un sesión del TEDxBarcelona. ¿Qué pasaría si en tiempo real Barcelona fuera capaz de saber cuántos turistas están hoy en la ciudad en este preciso momento? ¿Qué decisiones podría tomar si conociese con una cierta antelación las nacionalidades de los turistas que la visitan, sus gustos, el tipo de hotel y los barrios que van a visitar?

Disponer de flujos de datos en el sector turístico por ejemplo puede ser útil para que una gran ciudad pueda gestionar mejor los sistemas de transporte público, adaptar los servicios de restauración o de hospedaje y sobre todo crear nuevos modelos de negocio. Y es probable que incluso pueda generar muchos nuevos empleos.


Recordemos que el conocimiento es uno de las grandes activos del ser humano, que los procesos de evolución son imparables, y que lo moral e inmoral no esta en el proceso (ni las herramientas que lo facilitan), sino en el uso que podamos hacer de él.


No es humo es una revolución con todas las letras.