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Deseo iniciar mi reflexión sobre la etapa que vamos a vivir en los próximos meses haciendo mención a unas reflexiones inspiradas por una frase que leí recientemente (a pesar de que no recuerdo el autor), y que me pareció muy acertada Se creará empleo cuando exista confianza y esta no se generará mientras se siga destruyendo empleo”.

Acabo de escribir hace un par de semanas una nota sobre la situación de desempleo y sobre la gravedad que supone tener a más del 50% de nuestros jóvenes menores de 30 años en esta situación. Debería de darnos a todos vergüenza haber contribuido a crear un entorno social que resulta incapaz de  ofrecer alternativas de desarrollo a nuestros jóvenes, pero parece que esto no preocupa a muchas personas.

Mientras tanto se anuncia o anticipa un periodo de movilización social importante en los próximos meses. Movilizaciones que en muchos casos intentarán ser canalizadas por las propias organizaciones sindicales ya que de no ser así tenemos varios riesgos. El primero que los conflictos sean mucho más incontrolables, el segundo (y este no creo que sea menos relevante a pesar de todo) que las organizaciones sindicales van a tener que replantearse seriamente su rol y su papel en este nuevo contexto social en que estamos empezando a vivir. Hay quien afirma que en en él no tienen ningún futuro, yo no lo creo pero…. No sé si se volverá a relanzar el movimiento del 15-M o algo parecido. Lo que si se es que la posibilidad de que surjan movimientos sociales y políticos populistas está descontado.

A pesar de que comprendo las razones por las que muchas personas se sumarán a dichas movilizaciones y de que creo que es necesario expresar algún tipo de respuesta o rechazo sobre el conjunto de las cosas que nos están ocurriendo, no creo que la solución pase por una nueva “huelga general” ni por una situación de conflicto permanente en la calle, como no creo que el modelo deba de ser las movilizaciones que esta llevando a cabo este «alcalde» de todos conocido y hoy parlamentario andaluz por Izquierda Unida.

En primer término porque la mejora de las condiciones económicas se debe de basar en una posición realista sobre nuestro lugar en el mundo, (y hoy ya todos somos conscientes de que hemos creído ser lo que no somos y que vamos a tener que “ajustarnos el cinturón” en muchos aspectos). En segundo lugar porqué son necesarias reformas de calado para adaptarnos al nuevo entorno, aunque éstas deberían de formularse con la claridad e impulso de un liderazgo político aceptado por todos. La última, porqué lamentablemente las movilizaciones van a ser utilizadas por grupos antisistema (y no sólo de las llamadas izquierdas) y cuyo interés real no se si está en que las cosas se resuelvan de forma democrática.

Escribí en su momento que muchas de las demandas que se formulaban por el movimiento del 15-M eran legítimas y que suponían planteamientos muy razonables y necesarias para dar respuesta a las nuevas circunstancias. Poco se ha hecho en este sentido mientras nos estamos simplemente ocupando de aplicar una dinámica de recortes y rescates financieros que nos vienen impuestos. Paralelamente poco se ha hecho para: rediseñar el mapa autonómico, analizar y poner en cuestión el papel del senado, valorar la necesidad de la existencia de las diputaciones provinciales, hacer más trasparente la relación entre los ciudadanos y la clase política, eliminar prebendas, gastos, prestaciones y subsidios sin sentido, etc.

Desde aquí afirmo mi voluntad y mi compromiso de hacer una demostración de descontento y rechazo (el nombre de tal protesta no resulta relevante) respecto al mal uso de los recursos públicos y a las soluciones que se están proponiendo como único medio de salir de la crisis. Y mientras tanto me declaro en huelga en contra del “estado de desmoralización” del que no hace mucho se hacía eco Josep Ramoneda en el País.

A pesar de que no voy a sumarme a las protestas y movilizaciones públicas que sin duda vamos a vivir en los próximos meses acepto que haya otros que que utilicen la calle para manifestar su descontento. Es bueno que la gente proteste, muestre su descontento, señale a los culpables pero también que proponga otras soluciones. Creo que es más que probable que estemos ya en las primeras fases de un parto doloroso de un nuevo escenario económico y social que no sabemos ni como será ni adonde nos llevará. Si alguien considera que determinados comportamientos de nuestra clase política, los errores en la gestión bancaria, el derroche en muchos aspectos de la administración, no van a generar respuestas sociales es que no ha entendido nada.

Recordemos que el escenario próximo previsible (aderezado además por los problemas de encaje autonómico) va a ser el siguiente: Incremento de los impuestos, paralización de la actividad económica, descenso continuado del peso industrial de nuestra economía, caída de los ingresos públicos, alcance de los 6M de desempleados, incremento del nivel de la economía sumergida para terminar asistiendo lamentablemente a la creación de un modelo económico de servicios de bajo valor añadido que hará que muchos de nuestros jóvenes tengan que emigrar fuera de nuestras fronteras. Todo ello generará un círculo vicioso en el que nuestra capacidad de crecimiento, desarrollo y modernización quedará reducida al mínimo. En definitiva un plan nada interesante.

Por todas estas razones creo que las protestas, sin duda inevitables, no debe de plantearse como una demanda de vuelta al pasado. No puede centrarse solamente en el mantenimiento de lo que teníamos (derechos, servicios, subsidios y/o favores  discutibles y en muchos casos inaceptables social y económicamente) sino en la necesidad de impulsar cambios hechos en todo caso sobre los principios de equidad y transparencia. De la misma forma de que estoy convencido de que es posible y necesario que nuestros líderes políticos expliquen de forma diáfana y transparente lo que van a hacer, pienso que es posible que los individuos entendamos que muchos de los principios del “estado del bienestar” deben ser modificados después del análisis de si  son sostenibles económicamente, lo suficiente incentivadores y motivadores para el desarrollo futuro y además adaptados a los nuevos contextos sociales del siglo XXI.

Por mi parte mi protesta voy a canalizarla desde este blog, desde el esfuerzo porque mis proyectos personales y profesionales salgan adelante, y desde la crítica a todo aquello que no me parezca razonable. Mi protesta, la haré bajo la perspectiva de continuar tomando las riendas de mi existencia, superar las dificultades, aprender de los errores, admitiendo la diversidad de opiniones e intentando centrarme en lo que es posible y sostenible.