El mundo ya se está enfrentando a una emergencia de aprendizaje de un nuevo saber, y parece que a nadie le importa.
Así inicia Tomás Pereda uno de sus comentarios semanales más recientes en Capital Radio https://www.capitalradio.es. Un comentario que titula “la rebelión de los autoexcluidos” y al que puedes acceder si lo deseas en https://www.youtube.com/watch?v=QopbCL-sbw4
Una emergencia que Tomás señala que se fundamentará en la existencia de una división de la humanidad en dos clases: los que sean capaces de hacer la adaptación a una nueva etapa que denomina como “globótica” y los “tecno-excluidos” formada por aquellos que, por no acceder a los nuevos aprendizajes, “lleguen tarde, mal (o nunca) a la 4ª Revolución Industrial”.
Una separación que se producirá si o si (si no le ponemos remedio de inmediato) y que es consecuencia del nivel de automatización que con toda probabilidad vamos a alcanzar, tan solo en los próximos 3 años. “La recién acabada conferencia de Davos (Tomas se refiere a la de 2019) vuelve a recordarnos que, no más tarde del 2022, el 42% de la actividad laboral de las 20 mayores economías del mundo será realizada por máquinas, por robots, afectando muy significativamente a 75 millones de puestos de trabajo” Y que en paralelo convivirá con la necesidad de cubrir millones de puestos de trabajo (algunos los evalúan en más de 130M) con conocimientos y competencias hoy inexistentes o que tan sólo nos atrevemos a visualizar de una forma poco definida.
El reto es mayúsculo y de ahí el término que me parece perfectamente acertado de “emergencia de aprendizaje”.
Recordemos que la OCDE, normalmente bastante conservadora en sus predicciones, formuló en 2019 la hipótesis de que que en 2030 (ojo estamos hablando de tan sólo dentro de 10 años) una gran mayoría de los puestos de trabajo existentes hoy, habrán sufrido algún impacto relevante como consecuencia de los procesos de automatización. Al margen de los que, simplemente, van a desaparecer.
Y sabemos que esto sucederá si o si… aunque probablemente como he analizado en http://pauhortal.net/blog/transformacion-digital-o-radical-2/ a una velocidad algo menor como consecuencia de los frenos que van a ser implementados por determinados colectivos y países. A pesar de ello somos conscientes que en materia tecnológica no podemos puertas al campo y que el proceso es irreversible.
Si no queremos, como países y como individuos, formar parte del colectivo de tecno-excluidos debemos afrontar el problema.
Lo que supone afrontar el reto de «aprender un nuevo conocimiento, de reciclarnos (…) tanto en el saber técnico como en la nueva manera de pensar y relacionarnos”.
Lo que supone concentrar nuestros esfuerzos en acceder al aprendizaje que nos permita adquirir habilidades y competencias para desarrollar actividades que no estén al alcance de los robots y de la inteligencia artificial. Actividades centradas en aquello más genuinamente humano, como la creatividad, la colaboración y el pensamiento crítico.
Un proceso en el que “no podemos dejar atrás a una parte importante de la sociedad. La desigualdad tecnológica, la emergencia de una nueva clase de “tecnoexcluidos”, desesperanzados y militando contra el sistema, podría poner en riesgo la sostenibilidad de nuestro modelo social y económico”. Un desafío que no podemos ni debemos acometer sin la implicación de todos/as.
Al contrario, y en contra de las tendencias que hoy estamos viviendo, vamos a necesitar “una gran alianza entre la sociedad civil, gobiernos, instituciones educativas y empresas, que asigne recursos y construya las plataformas y herramientas para facilitar el aprendizaje de 1.000 millones de personas durante esta década”. Un reto que junto con la gestión del cambio climático es, probablemente, el mayor de los que nos enfrentamos. Unos desafíos para los que o encontramos una solución o simplemente nos vamos como especie al precipicio.
Es en este contexto en el que impulsamos el proyecto de la FUNDACION ERGON www.fundacionergon.es y en el que contamos con la colaboración de Tomas.
Porqué conviene tener presente que ¡nadie va a venir a rescatarnos!
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