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Dentro de pocos días (09/06) estamos todos los ciudadanos de la UE convocados a emitir nuestro voto en unas elecciones al Parlamento Europeo.

Unas elecciones que se producen en un entorno de alta complejidad. Un entorno que al margen del impacto que suponen (tanto desde el punto de vista objetivo como subjetivo) los conflictos que vivimos en Ucrania y en Palestina esta significándose por la presencia de una “derecha” reforzada moralmente, una izquierda “buenista” y desconcertada y (en Cataluña) un independentismo que al margen de su división ha perdido el norte. Es muy posible que el nivel de abstención sea muy elevado y que ello suponga una sobrerrepresentación de las opciones más retrogradas y populistas.


El desencanto ciudadano respecto al conjunto de la clase política perceptible. Recogidos y utilizados por una derecha especializada en pescar en aguas revueltas, señalar a chivos expiatorios (inmigrantes) que plantea recetas simples, probablemente imposibles, puede llevarnos a situaciones muy complejas y a convertir el conflicto en el centro de la vida social.


En este entorno me ha sorprendido la evidencia de los datos que Juan Ignacio Goirigolzarri presentó en las recientes Jornadas del Círculo de Economía: «Europa representa el 6% de la població, el 18% del PIB mundial y el 43% de los costes sociales». Como también debería de hacernos pensar la afirmación de Andreas Schleicher de la OCDE en el sentido de “cada día resulta más relevante la autonomía personal, distinguir entres hechos y opiniones y saber aplicar los conocimientos y en ello los estudiantes españoles tienen dificultades importantes».

¡Tenemos mucho que hacer! y además hacerlo en la dirección adecuada. No se trata tanto de calidad como de cualidad.