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No debemos engañarnos. En 2015 estábamos en un modesto 37 puesto en esa clasificación mundial de la innovación.

Una constatación que Marc Vidal usa en https://www.marcvidal.net/blog/2017/11/28/las-pensiones-del-futuro-dependen-de-la-transformacin-digital-de-nuestra-economa para validar la capacidad de innovación de la economía española.

Parece que en los años transcurridos desde 2015 no sólo hemos avanzado, sino que hemos caído algunos puestos en el ranking mundial. Y la responsabilidad recae (a juicio del Foro Económico Mundial) en nuestra ineficiente burocracia (en otras palabras administración pública), en un sistema impositivo que no parece el más adecuado para facilitar e impulsar las iniciativas innovadoras, en un marco laboral que fracasa radicalmente en los criterios de certidumbre, en la falta de relación y colaboración entre los sectores educativos y empresariales/organizativos y la incapacidad de las estructuras gobernativas de fomentar la innovación-

Y no parece que seamos los mejores en el uso eficiente de los fondos Next Generation.

Necesitamos avanzar en materia de innovación y aprender de los países que se han mostrado más capaces en la generación de entornos favorables a la innovación. Hay países que avanzan en esa línea y que fundamentan su desarrollo en ámbitos o procesos muy distintos a los que nosotros utilizamos. Por ejemplo: No apuestan por modelos económicos estacionales o cíclicos, realizan grandes esfuerzos por mejorar la productividad, no practican un modelo sistemático de subvenciones públicas sino que apuestan por un modelo de incentivos a medio y largo plazo, saben discriminar adecuadamente entre los sectores con nulas perspectivas de futuro y aquellos centrados en la innovación y en la capacidad de exportación. Países que son capaces de destinar esfuerzos y recursos a mejorar la conexión entre el sistema educativo y el tejido empresarial.

Los países que ocupan las mejores posiciones en el ranking mundial de la innovación son aquellos que muestran mayores niveles de flexibilidad y apuestan por un modelo empresarial/organizativo mixto sujeto al desarrollo de la innovación en las grandes organizaciones y en el sector público y a la potenciación de las iniciativas que promueven las “startups”. Converger estos dos ámbitos es una tarea urgente y prioritaria para desarrollar la innovación. Y ello supone desde crear un marco legal que de soporte a estas últimas iniciativas y evite su alto nivel de mortalidad, facilitar su acceso a los recursos financieros a largo plazo, permitirles el acceso a las contrataciones públicas y generar entornos legales y culturales favorables a la “segunda oportunidad”. También por la reforma del sector público que en la práctica en términos de PIB y de empleo supone un tercio del total de nuestra economía.


Debemos ser conscientes que la mayoría de nuestro tejido empresarial está formado por Pymes y que en este entorno (a excepción del segmento de las startups con fundamentos y planteamientos digitales) es donde resulta más complejo el desarrollo de la innovación.


La transformación tiene que se algo más que un ‘claim’ que acompaña en la página web de cualquier organización/empresa. Mucho más que un plan de centenares de páginas sujeto a presupuestos modestos que no se llevan a cabo por falta de fases previas formativas. La gestión de la innovación exige el compromiso humano (en todos los ámbitos: empleados, consumidores y ciudadanos), pero también un compromiso social y colectivo y es el resultado del desarrollo de políticas formativas y culturales que necesitan plazos dilatados para implementarse.

No sé dónde estamos en 2023 (8 años después) pero no hemos mejorado mucho porque muchas de las certezas que definían nuestra realidad en este momento siguen con nosotros. Necesitamos planteamientos radícales y formas de hacer diferentes si queremos estar más cerca de los líderes en materia de innovación. Veremos si el gobierno que dirija los destinos de nuestro país en los próximos años es capaz de hacernos avanzar…