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Al margen de las consideraciones que se podrían hacer sobre los acontecimientos ocurridos en la fase final del proceso de aprobación parlamentaria, el hecho es que ya tenemos entre nosotros los que muchos hemos denominado como «reforma de la reforma».

Sobre los cambios normativos que supone este nuevo texto legal se ha escrito ya casi todo. Por ello, en las líneas siguientes me limitaré a formular algunas reflexiones dirigidas exclusivamente a analizar si son las adecuadas para corregir los graves defectos que tiene nuestro mercado de trabajo y para responder a los retos con los que nos enfrentamos ya hoy.


Y la respuesta es claramente negativa. Por cierto el simple hecho de que me atreva a titular este post de igual forma que el que escribí en 2010 es significativo. ¿no?


En ese momento en Reforma Laboral: ¿Es la que necesitamos? – Pau Hortal escribía “Por mi parte sólo (deciros) que el texto aprobado no parece que vaya a suponer un cambio radical en nuestro modelo de relaciones laborales, cambio que es imposible sin enfrentarse de frente a los problemas (que nos llevan a ser) uno de los miembros de la OCDE con (…) un volumen de desempleados cuanto menos del doble que la media europea (…) y a batir todos los records en la tasas de desempleo juvenil”.

Por otra parte, hace tan sólo 3 meses (nov-2021) en La reforma de “la reforma” (I) – Pau Hortal podéis leer: «Las medidas incorporadas en la (norma) que surja del proceso de negociación con los interlocutores sociales nos deberían de situar en mejor posición para conseguir una mejor gestión de la recuperación económica” Una reflexión que formulaba amparándome en las conclusiones del debate que habíamos realizado dentro de la III jornada anual de la Fundación Ergon cuyos contenidos tenéis accesibles en www.fundacionergon.org. Un debate en el que se constató un alto consenso entre los participantes sobre los efectos de la reforma laboral del 2012 y especialmente sobre los relacionados con lo que podría denominarse -patologías crónicas- de nuestro mercado de trabajo.


Y si es cierto que la reforma aprobada corrige algunos de los elementos más cuestionables de la reforma del 2010 no va a resolver, ni mucho menos, ninguna de las patologías que todos conocemos ni nos va a ofrecer un marco para afrontar los nuevos retos. 


Unas patologías, que al margen de las referidas a los formatos de contratación, (y en este diagnóstico existe un consenso casi total) podemos resumir en: (1) la falta de concreción del conjunto de normas laborales (cuyos efectos de carácter negativo no provienen de dicha reforma ya que siguen perdurando desde la primera regulación del Estatuto de los Trabajadores), (2) la presencia de una dualidad y desigualdad en las condiciones laborales que no tienen comparación posible en nuestro entorno, (3) las formas, causas y cuantías de la resolución del contrato (basadas en una protección al puesto de trabajo y no a la persona), (4) las bases, fundamentos y procedimientos con los que se articula la representación de los intereses de los y las trabajadores y la negociación colectiva inherente (con marchas adelante y atrás en función de los criterios ideológicos de los diferentes gobiernos) y, por último (asignada con el el número (5) la estructura de gestión pública del mercado de trabajo basada en un reparto de competencias autonómicas, que conlleva unas dificultades de coordinación e ineficiancias que no nos deberíamos de permitir.


Sin embargo, debemos reconocer que parece que hemos conseguido avances en tres campos: normas de contratación; flexibilidad interna y negociación colectiva.


Son tres ámbitos, (al margen de que la reforma sea el resultado de un consenso entre los interlocutores sociales) en los que, probablemente, vamos en la buena dirección, aunque habrá que esperar el impacto real de cada una de ellas. Recordemos que desde 1980 (fecha de la aprobación del Estatuto de los Trabajadores) se han producido un total de 52 modificaciones legales en las normas laborales. Un dato significativo, que no es negativo en sí mismo, en la medida que debemos de aprender que las normas pueden y deben ser modificadas cuando se muestra que no se adaptan a las nuevas realidades, pero que sí lo es cuando, a pesar de todos estos cambios no hemos conseguido resolver los graves problemas de nuestro mercado de trabajo.

Por ello es razonable reclamar:

(1) Una mayor profundidad en la aplicación del principio de flexiseguridad tomando en cuenta la estructura de nuestro tejido económico,

(2) La reforma más profunda de las tipologías de contratación para minimizar los riesgos que suponen los nuevos formatos laborales.

(3) La regulación racional de las nuevas formas de relación/prestación del trabajo, hoy facilitadas por la tecnología,

(4) Unos mecanismos o sistemas dirigidos a favorecer la relación entre los ámbitos formativos y laborales con objeto de favorecer la empleabilidad de las personas.

(5) Una apuesta por conseguir una mayor eficiencia en la gestión tanto en las políticas activas como en las pasivas.  

Recordemos, en todo caso, que algunos de los problemas de nuestro mercado de trabajo tienen un fundamento estructural basado en nuestra realidad económica formada por pymes, centrada en los servicios, y condicionada (a pesar de los más de 40 años transcurridos) por la pervivencia de elementos culturales procedentes del periodo de dictadura. Por ello, y un contexto como el actual, algunos esperábamos una reforma mucho más imaginativa y exigente que abordara con mayor profundidad. 

Necesitaríamos un marco legal que fuera capaz de hacer compatible la seguridad y protección a las personas (realista y basado en criterios de equidad), con la presencia de un entorno de flexibilidad a las organizaciones (que les permitiera ser más competitivas, atacando y corrigiendo los posibles abusos). Deberíamos de ponderar los equilibrios entre ambos criterios (flexi-seguridad) ya que el futuro y el progreso debe de estar integrado por ambos elementos. Hemos de tomar consciencia de que en el futuro lo relevante será la protección a la persona y no a los puestos de trabajo/empleo.

Y no creo que esto vayamos a conseguirlo con esta reforma. ¡Lo siento!