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Creo que todos estamos, todavía, bajo el impacto de los hechos ocurridos esta última semana en Barcelona y que han dado origen el lema ¡No tenemos miedo!.

Recordemos que fue probablemente en 2010 cuando tomamos consciencia de la gravedad de la crisis con la que nos enfrentábamos. En ese momento muchos (incluido yo mismo) proclamamos solemnemente que nada volvería a ser igual y que viviríamos cambios de una trascendencia tan radical que seguramente no reconoceríamos la sociedad resultante. Llegamos a plantear la necesidad de múltiples renuncias que habría que encajar, y de un cambio de mentalidad que nos llevaría a establecer una nueva jerarquía de valores, prioridades y comportamientos que se sustentarían en nuevos valores. Estos cambios afectarían a todos los ámbitos de nuestra vida: como personas y ciudadanos, a las organizaciones privadas y públicas, a las administraciones y como no a la “política”.


Han pasado ya 7 años y aunque vivimos o sufrimos algunos de estos cambios no sé muy bien si los estamos enfocando con esta mentalidad diferente que parecía y sigue pareciendo necesaria para …..


Creo que estas reflexiones son oportunas para introducir estas reflexiones sobre los hechos ocurridos la semana pasada en Barcelona y de la que el lema “no tenemos miedo” creo que es lo suficientemente elocuente. Unos hechos que -no lo olvidemos- forman parte de los cambios que íbamos a tener que aceptar (dado el que el desarrollo de la yihad no es más que una de las consecuencias de un modelo económico, social y político necesitado de reformas) y que muchos formulábamos como posibles dado el magnetismo que Barcelona provoca en determinados entornos y el hecho de encontrarnos con una de las referencias turísticas a nivel mundial.

No es necesario insistir en ello si tomamos en consideración que de los 15 fallecidos -a día de hoy y sin contar a los jóvenes participantes en la acción y a los que me resisto a denominar terroristas- menos de la mitad tienen la nacionalidad española. Un porcentaje que incluso hubiese sido mucho menor si se hacen realidad los planes de producir el atentado con otros medios y en otro escenario como la Sagrada Familia.

Soy un ciudadano más que he vivido los hechos de forma más o menos lejana (aunque resida en barcelona) y he prestado al tema la misma atención que probablemente mucho de vosotros/as aunque con la idea de formular este mensaje he podido prestar atención a todo el conjunto de análisis y comentarios sobre lo ocurrido, formulados por todo tipo de personas, algunas con fundamentos y objetivos probablemente interesados y cuestionables. Como mero observador, y como siempre que hago desde esta humilde tribuna reflexiones sobre temas no estrictamente profesionales, lo que me propongo es formular algunas reflexiones y/o preguntas que considero son fruto del sentido común. Aunque en este caso no tenga las respuestas.


Mi propósito no es más que el de formular algunas preguntas sobre lo ocurrido, sobre si hubiese podido evitar, y lo más relevante sobre lo que habría que hacer desde la perspectiva de un ciudadano simplemente interesado por lo que ocurre a nuestro alrededor.


Una primera reflexión reside en el hecho de que ni yo mismo ni creo que nadie (por lo menos en mi entorno personal) se había atrevido a pronosticar que estas acciones pudieran ser realizadas por un grupo de adolescentes, residentes en Ripoll, y que parecían razonablemente integrados en la comunidad catalana. Una vez más la realidad supera la ficción. No creo que haga falta señalar que Ripoll es una localidad gerundense de 10.000 habitantes y con un porcentaje de población inmigrante relativamente pequeña (10%).

También deciros que estas cuestiones están, creo, suficientemente meditadas, pensadas y contrastadas después de la lectura de los muchos artículos, reflexiones y comentarios que se han escrito, editado y publicado en los medios en estos días entre los que deseo destacaros los realizados por Suso del Toro y Jordi Graupera en ARA accesibles en http://www.ara.cat/es/Suso-de-Toro-Dos-paises-dos-realidades_0_1853814797.htmlhttp://www.ara.cat/opinio/Jordi-Graupera-Per-que-serveix-atemptat_0_1853814642.html o el de Pilar Rahola en la Vanguardia al que podeis acceder en el link http://www.lavanguardia.com/politica/20170818/43622893861/a-la-diana-de-la-gihad.html

Las preguntas que me formulo son las siguientes:

  • ¿Cómo es posible que en comunidad muy reducida de 100 personas (como parece ser la de la comunidad marroquí de Ripoll) pueda sostener por si misma la figura de un Iman?
  • ¿Cómo es posible que nadie en una comunidad tan pequeña no detectase algún tipo de actitud, movimiento o cambio de un conjunto de jóvenes tan cercano?
  • ¿Cuál es la responsabilidad que los gestores educativos, locales y policiales del territorio pueden tener por no ser capaces de hacer esta detección?
  • Y la última y la más relevante (aunque no sea políticamente la más correcta) ¿Cuál es la responsabilidad de la propia comunidad marroquí en la información/detección/análisis y prevención de este tipo de cambios de comportamiento previos a la comisión de estos actos?

Son sólo 4 preguntas, simples y sencillas en las que todos deberíamos de ponernos a trabajar para realmente responder, prevenir y en la medida de lo posible evitar la repetición de actos como a los que -lamentablemente- acabamos de vivir.  

Para terminar una mención a la frase que Pilar Rahora incorpora al final de su artículo “És el terror el que ha de tenir por de la llibertat, i mai a la inversa”. Al margen de que no creo que sea necesario traducirla, y estando completamente de acuerdo con el mensaje…. simplemente me planteo si en este punto hemos gestionado adecuadamente el concepto de “libertad”. Un planteamiento que se ve reforzado por lo expresado ayer mismo por LLuis Foix en el mismo medio…. «los yidadistas quieren destruir nuestra civilización y tenemos el derecho y el deber de defenderla con los medios adecuados».