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Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha buscado las alianzas que le permitiesen alcanzar sus metas. Dichos objetivos, inicialmente, buscaban complacer deseos personales.

Pronto, ese deseo se convirtió en uno global que pudiese satisfacer las dos vertientes existentes en la vida humana, la personal y la profesional.

Un paréntesis: Soy uno más de los que reconozco que en nuestro cerebro se está instalando cada vez más el criterio de que determinados términos debemos utilizarlos en inglés, que no tienen en nuestra lengua el mismo valor, significado o glamour que sus homónimos en castellano, más allá de la capacidad extrínsica de la lengua de Shakespeare para crear nuevos conceptos simples y sencillos, muchos de ellos solamente con la suma de dos palabras preexistentes. Un ejemplo es ‘Mercadotecnia’, que, con todo el respeto, no suena igual que ‘Marketing’.

Con el Networking ocurre lo mismo. No es lo mismo decir que vamos a hacer relaciones profesionales o relaciones públicas –este término suena incluso a discoteca- que referirse al Networking como actividad de fomento de relaciones personales y profesionales con un fin muy concreto. De hecho, el Networking se define en castellano, entre una extensa relación de acepciones, como el conjunto de contactos de negocios para crear relaciones comerciales, adquirir conocimientos, expandir una empresa o servir a la comunidad; esta definición, por poner un ejemplo, le da un ‘toque’ magnífico a esa misma actividad que podría ser englobada bajo la denominación ‘relaciones profesionales’.

A principios del siglo XX, el desarrollo de los “clubes sociales” tuvo un auge tremendo, muy potenciado por las clases altas de la sociedad. Muchos años después, a mediados de siglo, cualquier clase podía tener ya derecho a gozar de los beneficios de pertenencia a estos clubes. Pero, como pasa en muchas ocasiones, la desgana, la falta de tiempo o, simplemente, la ausencia de un motor en constante funcionamiento, capaz de crear ideas y hacer que la ilusión y la viabilidad de los proyectos siguiesen marcando una época, dio al traste con estos clubes. Además, al suponer los mismos un coste, y no obtenerse beneficios inmediatos de ello, la gente dejaba de ser afiliado, socio o miembro.

Más tarde se ‘inventaron’ ferias, como precedente del Networking, con el fin de tener un contacto con proveedores y clientes y conocer nuevas tendencias en cualquier sector. El problema de las ferias profesionales, entiendo, es logístico y de tiempo, y vienen a mi cabeza varias cuestiones que creo vitales para pensar en un encuentro ferial como un verdadero negocio: ¿Es rentable una feria profesional? En caso afirmativo, ¿esta rentabilidad es medible?

Está claro que, si conseguimos cerrar una venta, podemos pensar que ha sido productiva; pero si nos limitamos a eso, a una estrategia resultadista, al final nos dejará de ser rentable. De un tiempo a esta parte, los asistentes a estos eventos podrían considerarse como el lince ibérico, una especia en extinción. Si “alimentamos” al lince adecuadamente, lograremos su confianza y aseguraremos un buen estado de salud. Con los asistentes a congresos pasa lo mismo. Debemos darle contenidos interesantes, innovadores y enriquecedores.

Es por ese motivo que son de agradecer las organizaciones feriales que abogan porque en sus foros existan alternativas a las puras y duras exposiciones comerciales, como pueden ser las mesas redondas de profesionales del sector, quienes pueden aportar la versión directa y realista de un mercado concreto. Estas actividades alternativas son las que realmente consiguen aumentar el tráfico de visitantes en un mundo ferial en incipiente decadencia, con un ciclo de producto en línea descendente.

Con este panorama, aunar deseos o lograr satisfacer los objetivos de patrocinadores y participantes -sin los cuales no hay congreso que valga-, y captar la atención del asistente, es el sueño de cualquier organizador. Y pese a todas las dificultades, hay una solución con forma de salvavidas que vendrá a ocupar poco a poco el lugar de las ferias profesionales como vía de networking esta solución se llama Internet.

La evolución de las nuevas tecnologías permite que este fenómeno de los clubes sociales vuelva a tener la imagen de antaño y se considere una pieza clave para los profesionales y las empresas de todo el mundo, aunque ahora se les denomina Redes sociales. El software de las redes sociales parte de la teoría de los Seis Grados de Separación, según la cual toda la gente del planeta está conectada a través de no más de seis personas.

1929 es el año en el que se propuso esta teoría, de la mano de Frigyes Karinthy, en una corta historia llamada ‘Chains’. El concepto está basado en la idea que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces en la cadena, y sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población mundial. El origen de estos renovados clubes sociales se remonta, al menos, a 1995, cuando ve la luz el sitio web classmates.com. de la mano de Randy Conrads. El objetivo principal era recuperar los contactos de la infancia, la adolescencia o del periodo universitario.

Parece ser que ha tenido que pasar un tiempo prudencial para que en el mundo empresarial se den cuenta de la importancia de estos contactos, relaciones, con la creación de “club sociales” en Internet. Aunque no pretendo ser yo, ahora, quien descubra fenómenos como Facebook, MySpace, Xing, Tribe, LinkedIn, Viadeo… sí quiero recalcar que el establecimiento combinado de contactos -blended networking- es una aproximación a la red social que combina elementos en línea y del mundo real.

Con estas líneas sólo pretendo favorecer que todas las relaciones profesionales puedan seguir desarrollándose y poder gozar de foros o congresos cargados de contenido, gracias al feedback de los miembros de las redes sociales. Quizá no sea necesario hacer 60 ferias al año; una, dos o tres anuales, con el importante apoyo o refuerzo de las redes sociales de Internet, podrían ser suficientes para un buen networking profesional, para hablar de situaciones, analizar posibles debilidades y oportunidades y conocer nuevas tendencias.

Sé que no es fácil, y que no hay una ciencia exacta, pero cuando se pregunta, se obtienen nuevas ideas. Las redes sociales no sustituirán nunca a las ferias presenciales, pero su networking y los contactos derivados de las mismas pueden favorecer un auge renovado del declive ferial, entre otras acciones promocionales.