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Están apareciendo recientemente en los medios un gran número de artículos y comentarios sobre la utilidad de los programas de Recolocación.

Al margen de otras consideraciones a las que me referiré en otro momento (sector, precios, servicios etc), existen algunos elementos comunes que siempre se ponen encima de la mesa en el enfoque de estas cuestiones.

Algunos de estos elementos son: Su impacto real en un mercado complejo como el actual, el perfil profesional de los usuarios o candidatos, la edad, la necesidad de incorporar en el proceso elementos formativos, los niveles salariales de entrada y salida, etc. Todas ellas forman un conjunto de items cuya consecuencia no es más que una posición de escepticismo cuando no de rechazo sobre este tipo de medidas.

No deseo polemizar sobre la validez de estas afirmaciones, ya que muchas de ellas son el resultado de planteamientos lógicos y que surgen de realidades implícitas en la dinámica de nuestro mercado de trabajo. Sin embargo, todas ellas, aunque tengan una base y fundamento real no son, desde mi punto de vista, elementos que invaliden la afirmación siguiente:

Sigo convencido de que los programas de recolocación aportan valor y que bien gestionados ayudan a reducir los tiempos de búsqueda y facilitan el acceso a mejores oportunidades de empleo o al desarrollo de las iniciativas de autoempleo.

Al contrario: cuantos más elementos negativos se den en un perfil profesional de un profesional, y nos hagan pensar que va a ser muy difícil su recolocación, más necesario es dotarle de apoyos, y no sólo económicos, para que pueda desarrollar su empleabilidad y conseguir su retorno al mercado de trabajo.

Mi experiencia profesional y la del conjunto de los profesionales del sector (que recordemos existe en nuestro país desde hace 25 años) muestra que la situación del mercado, la edad, los niveles salariales, las condiciones contractuales etc, son elementos superables con un buen plan de trabajo y con el apoyo, asesoramiento y la búsqueda de oportunidades laborales que ofrece la Recolocación.

Estudios e investigaciones realizadas en éstos últimos años, con profesionales de todos los perfiles, participando en estos programas muestran que la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores que se incorporan al mercado de trabajo, es por término medio de un 10%, frente a tasas de un 25% cuando no se utiliza este soporte. Lo mismo ocurre en términos de tiempo; por ejemplo, y siempre en datos medios, un profesional del sector tecnológico tardaba en 2008 un 53% menos de tiempo en encontrar un nuevo puesto de trabajo si contaba con el apoyo de un programa de este tipo frente a los que no disponían de él. Una máxima del sector es la de que la participación en un programa de recolocación reduce a la mitad el tiempo necesario para acceder a una nueva alternativa profesional.

Mientras tanto vivimos en un mercado laboral instalado en realidades confusas:

  • Las edades de pre-jubilación han disminuido. Podemos encontrar trabajadores con 55 años que han sido desplazados definitivamente del mercado, provocando que los trabajadores con más de 45 años sean considerados “mayores”.
  • Las empresas disponen de plantillas cada vez más jóvenes y mejor formadas profesionalmente, donde la medida “menos traumática”, la pre-jubilación, está agotada, además de ser una sangría de conocimientos para la empresa y económica para el país.
  • A pesar de la situación de crisis y del incremento en los niveles de desempleo el descenso de la natalidad provocará a medio plazo una menor presión demográfica que provocará probablemente la falta de profesionales cualificados en nuestro mercado.

I si a todo ello unimos el hecho de que hemos sido capaces de absorber sin traumas aparentes, a más de 4.000.000 de inmigrantes en un periodo de 5/8 años y luego eliminar casi el mismo volumen de empleos en aproximadamente la mitad de tiempo.

Nos encontramos ante situaciones de cambio que se producen con gran velocidad y virulencia: sectores que despuntan y que luego desaparecen, fusiones continuas para mejorar y garantizar la permanencia de las compañías, procesos de externalización, presiones tecnológicas que desplazan a miles de trabajadores, márgenes de beneficios reducidos por la competencia de nuevos mercados con menores protecciones sociales, búsqueda persistente de los valores añadidos manteniendo costes y un largo, etc.

Nos encontremos, por tanto, con un mercado laboral en el que los mecanismos que lo han regulado en el pasado ya no sirvan, y para el que debemos de construir nuevos paradigmas.

Por ello, como he indicado anteriormente, es necesario anteponer la empleabilidad de los trabajadores a otros elementos que se han manejado en épocas anteriores.  La “formación por la formación”  sin objetivos concretos de empleabilidad, las garantías de permanencia en la empresa, el mantenimiento de niveles y sistemas de protección que en muchos casos frenan la reincorporación al mercado de trabajo, el uso de la indemnización como elemento compensatorio, etc, son medidas o elementos que necesitan ser revisados para que también cambie la percepción social sobre ellos.

En este marco mi propia experiencia personal me permite confirmar que son falsas algunas de las percepciones que existen sobre los propios programas de Recolocación. He aquí algunos datos:

  • Una acción de prospección de puestos de trabajo, en una zona con un cierto desarrollo industrial, permitió localizar en 10 días más de 50 vacantes no cubiertas, todas ellas con posibilidades de convertirse en contratos permanentes.
  • En un programa experimental desarrollado para una administración pública, con personas inscritas en programas de reinserción de desempleados de larga duración, todos ellos mayores de 45 años y que en algún caso no habían trabajado nunca, se consiguió recolocar  a  un total de 131 candidatos en un plazo de 8 meses.
  • El descenso de los niveles salariales en los nuevos puestos a los que accedieron los trabajadores afectados (candidatos) que participaban en un programa de Recolocación en 2010 se situó únicamente en una media del 15%.

Aunque no trato de mitificar ni de maximizar los beneficios y los resultados que puede aportar un programa de Recolocación, estoy  plenamente convencido que permite potenciar la empleabilidad de los trabajadores, reducir los periodos de estancia en el desempleo y maximizar las posibilidades de desarrollo de proyectos empresariales y de autoempleo. Cuando se habla de que necesitamos más emprendedores las acciones de recolocación son un hito fundamental para favorecer y potenciar tal capacidad.