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La desconexión entre las fuerzas del entorno y la propia dinámica interna de las organizaciones ha hecho que muchos profesionales acaben perdiendo toda motivación por el crecimiento y el desarrollo personal.

Paralelamente, la falta de motivación, implicación y «lealtad» conducen a unas organizaciones menos coordinadas y eficaces.

Este proceso se fundamenta en el hecho de que muchos profesionales -después de una etapa inicial de conmoción y rabia- han tendido a refugiarse en sus propias trincheras. Sólo procurando hacer su trabajo concreto lo mejor posible. De tal manera que cae la implicación activa del empleado con los objetivos de la organización. Muchas personas terminan escondiéndose, dejándose llevar y cerrando los ojos a la realidad.

Hace algunos años, la implicación era muchas veces incondicional. Hoy, lamentablemente, puede incluso no llegar a existir.

La lealtad a una organización -aunque siga siendo fuerte- es ahora algo totalmente abstracto. Ya no es el resultado de un auténtico entusiasmo por lo que la empresa era y hacía. Muchos aguantan cómodamente pero retrayéndose. Centrándose sólo en la realización específica de la tarea que se les ha encomendado. Acercándose -cada vez más- a la figura del «burócrata» que se limita a hacer el propio trabajo, conforme a las instrucciones y reglamentos definidos. Así, se pierde todo margen de creatividad y se desconecta por completo de las metas generales de la organización.