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Nos estamos enfrentando como especie a una crisis sin ninguna experiencia previa para afrontarla con éxito. En otras palabras a procesos de desaprendizaje sin referentes. 

Conviene que en este punto revisemos algunas de las argumentaciones que formulaba en los dos primeros post de esta serie. En el primero accesible en http://pauhortal.net/blog/aprender-a-desaprender/ hacía referencia a que “la economía, el trabajo, la medicina, la enseñanza y quizás el medio ambiente son sólo cinco ejemplos de cosas que deberían cambiar tras esta pandemia, tras esta crisis”, mientras que en el segundo que puedes repasar en http://pauhortal.net/blog/aprender-a-desaprender-ii/ hacía referencia a la que llamamos “ecuación del cambio” un concepto impulsado por Richard Beckhard, que responde a la fórmula I x V x PP > R.

Y que plantea que todo proceso de cambio exige una insatisfacción sobre una situación vivida, una visión de dónde queremos ir, y la percepción de los primeros pasos que debemos de adoptar. Si la insatisfacción es tímida, no sabemos dónde queremos llegar o simplemente no sabemos por dónde empezar el cambio es imposible” ya que las resistencias actuarán en sentido contrario impidiéndolo.


Las decisiones que tomemos individual y colectivamente hoy y las que podamos adoptar en las próximas semanas/meses y el impacto y la extensión de la crisis sanitaria moldearán el mundo durante los próximos años.


No solo afectará a los sistemas sanitarios, sino que (como ya hemos constatado) tendrá una incidencia brutal en la economía y en nuestros hábitos como ciudadanos y consumidores.

Debemos asumir lo que denomino «procesos de desaprendizaje» con rápidez y resolución. Debemos tener en cuenta, además, las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones. Al elegir entre alternativas, hay que preguntarse no sólo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué clase de mundo queremos habitar una vez pasada la tormenta. Sí, la tormenta pasará, la humanidad sobrevivirá, la mayoría de nosotros seguiremos vivos… pero viviremos en un mundo diferente.

Unas reflexiones basadas en los argumentos que Yuval Harari formula en https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.html“Muchas medidas a corto plazo tomadas durante la emergencia se convertirán en parte integral de la vida. Esa es la naturaleza de las emergencias. Aceleran los procesos históricos. Decisiones que en tiempos normales llevarían años de deliberación se aprueban en cuestión de horas”. Hemos vivido la mayor crisis de nuestra generación. Una crisis que en todo caso puede servirnos para desaprender y para afrontar con mayores probabilidades de éxito las nuevas que probablemente llegaran. Desde las de carácter sanitario que todos los que saben de ello anticipan y sobre todo la que llegará referida al cambio climático.

Prosigo con los argumentos de Harari. “En este momento de crisis, nos enfrentamos a dos elecciones particularmente importantes. La primera es entre vigilancia totalitaria y empoderamiento ciudadano. La segunda es entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial”. Con el fin de detener la epidemia, hemos constatado que todos debíamos de seguir una serie de pautas (tanto para no contagiarnos nosotros como para evitar contagiar a las personas de nuestro entorno). Conseguir esto se podía conseguir de dos maneras. La primera a través de la imposición de normas de carácter obligatorio por parte de las instituciones gubernamentales, la vigilancia permanente a través de las posibilidades ofrecidas por la tecnología y el castigo a los que las incumplieran. Ha sido probablemente la alternativa más utilizada.

“En su batalla contra la epidemia del coronavirus, varios gobiernos han desplegado ya las nuevas herramientas de vigilancia. El caso más notable es China. Escudriñando los teléfonos de los ciudadanos, haciendo uso de cientos de millones de cámaras con reconocimiento facial y obligando a las personas a controlar su temperatura y situación médica e informar sobre ellas, las autoridades chinas no sólo son capaces de determinar rápidamente quiénes son los posibles portadores del coronavirus, sino también de seguir sus movimientos e identificar a quienes entran en contacto con ellos”.

Mientras tanto pocos países han optado por formulas basadas en el empoderamiento ciudadano. Ello significaba trasladar una serie de recomendaciones y esperar que del criterio común y del espíritu de convivencia y de solidaridad de los ciudadanos se derivaran los procesos de desaprendizaje que facilitaran la asunción de nuevos hábitos que impidieran el desarrollo de la pandemia. Algunos países como Suecia, e incluso Alemania han optado por esta fórmula.

Sin embargo, la cuestión está encima de la mesa ya que siguiendo de nuevo a Harari tenemos que desaprender de nuevo, y “elegir ente los criterios de vigilancia/seguridad frente a los de confianza/empoderamiento de la misma forma que entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial”. Pero este último punto es harina de otro costal.