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Los procesos de digitalización lo estan cambiando todo, generando riesgos pero también creando muchas y relevantes nuevas oportunidades para el ser humano. 

También puede ser cierto que traiga consigo algunos riesgos, por cierto como cualquier otra actividad humana, a la que habrá que enmarcar, organizar y fijar en un entorno normativo asumible.

Pues bien esta introducción viene a cuento del artículo que con el título “Digitalizando el cerebro” Enrique Dans ha publicado este pasado mes de Julio en su blog. Un post que no tiene desperdicio accesible en el link https://www.enriquedans.com/2019/07/digitalizando-el-cerebro.html y del que pretendo destacar en este momento las que considero partes más relevantes.


Evidentemente los riesgos que puede comportar la digitalización del cerebro humano son, ciertamente, muy importantes… pero, ¿podemos renunciar a explorar en este tema?


Enrique inicia sus argumentos con una recomendación: “Me parece completamente recomendable dedicar un par de horas a ver el vídeo de presentación de Neuralink, la última compañía creada por Elon Musk. Una presentación interesantísima, en donde la parte llevada a cabo por el propio Elon es lógicamente la más generalista, pero que avanza mucho, sin hacerse incomprensible, a medida que participan los responsables de cada área.

Un evento orientado fundamentalmente a la captación de talento para un producto (…) que permite ver lo que la compañía ha sido capaz de desarrollar en un tiempo muy corto, algo menos de dos año (…) chips capaces de procesar muy rápidamente la información producida por las neuronas y de servir de interfaz bidireccional con ellas, y hasta un robot capaz de insertar esos electrodos en el cerebro afectando mínimamente a los tejidos y sin riesgo de dañar vasos sanguíneos ni otras estructuras críticas.

La idea es, tras lograr la aprobación de la FDA (…) comenzar su aplicación con el objetivo inicial de tratar diversos tipos de trastornos o problemas cerebrales o medulares… (y) a partir de ahí, (…) obtener cada vez más información sobre la eventual aplicación de esta tecnología como interfaz cerebro-máquina (BMI o BCI), y su eventual uso voluntario por cualquier persona. Si te parece algo imposible o a lo que nadie querría someterse voluntariamente, piensa que el procedimiento de implantación se espera que no requiera una intervención quirúrgica compleja y ni siquiera una anestesia total, sino que se parecería más, según palabras de algunos de los participantes en la presentación, a una operación de miopía mediante láser, un procedimiento tras el cual te puedes ir a tu casa en unas pocas horas».

¿Qué es lo que todo esto plantea?. Prosigo con los argumentos de Enrique: «De lo que estamos hablando (es de) digitalizar nuestro cerebro, los estímulos que producen sus neuronas, y ser capaz de interpretarlos (…) Como comento en muchas de mis conferencias, ¿qué es un recuerdo? Simplemente, un circuito neuronal redundante que se inerva durante el tiempo en que ese recuerdo permanece o es evocado. ¿A qué podemos llegar si conseguimos mapear los potenciales de acción de nuestro cerebro, si fuese hipotéticamente posible capturar toda su actividad?

Lógicamente, para aproximarte a capturar la cantidad de información necesaria para la codificación de una acción determinada necesitas poder leer los potenciales de acción de muchas neuronas, de ahí que sea necesario insertar una gran cantidad de electrodos próximos a esas mismas neuronas, para poder captar sus potenciales de acción, mapearlos, y asociarlos con todo tipo de acciones, de estímulos o de pensamientos. Un mapa de la actividad cerebral que hipotéticamente terminará permitiendo no solo que seamos capaces de leer nuestro cerebro, sino incluso que podamos escribir en él generando esos potenciales mediante los electrodos, de manera bidireccional, en la línea de experimentos de hace ya cierto tiempo en los que una descarga localizada próxima a una neurona en el córtex visual logra inducir que una persona vea un destello de luz inexistente en un lugar determinado».


Las posibidades son reales y hoy ya no son objeto de la ciencia ficción. Y suponen desde poder fusionar cerebro humano e inteligencia artificial hasta el uso de los sentidos para alimentar datos que pueden llegar a ser procesados digitalmente. 


Parece lógico que mantengamos prevenciones sobre la posibilidad (por lo parece ya una realidad) de insertar en nuestro cerebro electrodos o simplemente terminales digitales. Una realidad que hoy sólo admitimos para el tratamiento de determinadas emfermedades mentales y con muchas prevenciones. «la idea de llenar nuestro cerebro de electrodos, por mucho que nos aseguren que lo hace un robot que no comete errores y que no causarán daños, no resulta especialmente atractiva». Sin embargo resulta que las cosas son como son y, a menudo, no como nos gustaría que fueran. Podemos llegar a pensar en la posibilidad de escribir un texto simplemente como conscuencia de una acción de nuestro cerebro (sin necesidad de soporte manual o digital de cualquier tipo). Visto lo visto esto no es imposible y además es muy probable que nosotros mismos terminemos utilizando esta posibilidad.

Todo ello llegará sin duda aunque antes debamos de resolver toda una serie de problemas, establecer legislación y normativa para su uso y cambiar determinados paradigmas mentales. Pero que una vez más no resolveremos con la actitud de cerrar los ojos o mirar para otro lado. ¡Lo que nos espera! ¡El futuro ya está aquí!.