Estamos inmersos en una situación compleja. La suma de una tasa de desempleo del 18%, (los últimos datos y previsiones nos sitúan en la posibilidad de alcanzar el 20%), la existencia de 1M de hogares sin cobertura económica, la crisis del crédito para empresas y familias etc nos indican que hoy somos más pobres que hace tan sólo 2 años y que probablemente vamos a tardar mucho más tiempo en recuperar el nivel que disponíamos en los años 2005-2006.
Para ayudar a resolver este problema se ha pretendido instalar en el escenario, por parte del equipo gubernamental, el concepto de cambio de modelo productivo basado en la necesidad de crear una nueva economía fundamentada en los conceptos de innovación, conocimiento, enérgias renovables etc. Sin embargo un cambio de modelo exige tiempo, esfuerzo y cuidados. Y también un cambio de mentalidad. Lamentablemente seguimos siendo, junto con el resto de países de la cuenca mediterránea, los mejores en en ranking de la “no innovación”.
Me he referido en otros artículos a la enfermedad de nuestro mercado de trabajo y a la necesidad de articular una serie de cuidados paliativos en forma de contrato único, medidas de flexibilidad en la relación de trabajo, cambios normativos en los criterios de la negociación colectiva, y…
La necesidad de crear un sistema de coherencia y competitividad en la gestión de las políticas activas como elementos clave para que nuestro “enfermo” se sitúe en mejores condiciones para recibir el trasplante que supone este cambio de modelo.
Por lo demás este trasplante debería de fundamentarse en los criterios siguientes: Potenciar la innovación mediante un desarrollo intenso y sostenido de la calidad de nuestro capital humano. Y esto no quiere decir otra cosa que formación. Cambiar el modelo formativo de nuestro país y hacerlo urgentemente. Si los indicadores de alto fracaso escolar y la disgregación de un sistema universitario centrado únicamente en sus propias necesidades, son los elementos más relevantes de nuestra realidad educacional, no parece el mejor caldo de cultivo para potenciar la innovación.
Me sorprende que nadie parezca estar preocupado por un sistema que permite que 60% de los estudiantes universitarios no finalicen sus estudios y que después mas de la mitad no consigan desarrollar actividades profesionales relacionadas con su formación.
La segunda idea para potenciar un cambio en el modelo productivo sería el fomento del espíritu emprendedor. He estado durante muchos años en contacto con profesionales en situación de cambio y que se planteaban como alternativa profesional la creación de un proyecto empresarial. Pues bien muchos lo hacían solamente como alternativa, una vez habían constatado las dificultades para reincorporarse al mercado de trabajo por cuenta ajena. No tengo ni he tenido muchos contactos con jóvenes pero más allá de las iniciativas, selectas y que sin duda razonables, puestas en marcha por alguna escuela de negocios lo que es indudable es que muchos de ellos visualizan como alternativa profesional un puesto de trabajo en la administración pública….. lo más alejado del espíritu emprendedor. Esta claro que nuestra realidad social no favorece sino que inclusive penaliza el intento emprendedor.
La última idea, conectada si cabe con la anterior es el esfuerzo inversor. Y cuando me refiero a este tipo de esfuerzo no me refiero únicamente a la necesaria adaptación de nuestro sistema financiero a este tipo de demandas sino a la potenciación del riesgo y del cambio en el modelo de los negocios, que en mucho caso exigen de la implantación y puesta en marcha de nuevas formas organizativas más flexibles que fomenten la creatividad en el seno de las organizaciones.
Desconozco de cuanto tiempo disponemos, no soy consciente de que realmente estemos trabajando para ello pero es indudable que sin cambios en nuestro modelo educativo y la potenciación del espíritu del cambio y de la capacidad emprendedora no nos queda otro futuro que ser más pobres de lo que hemos sido legando a las próximas generaciones una realidad que probablemente no queríamos para nosotros mismos.
[…] a los que incorporaba en la primera versión de este post, publicada en 2009 y accesible en Crisis: ¿Tenemos tiempo? – Pau Hortal y en la segunda publicada en 2012 a la que podéis acceder en el link Crisis: ¿Tenemos tiempo? […]