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Aunque pueden existir algunas señales positivas estamos viviendo una situación económica cuyo diagnóstico más certero es el de ser de una alta complejidad. 

La suma de una tasa de desempleo del 16% (sin incluir a los trabajadores afectados por ERTES que siguen siendo casi  600.000 si sumamos a los afectados por ERTES a los autónomos en baja de actividad), el crecimiento constante de los desempleados de larga duración, el mantenimiento de índices inaceptables de desempleo juvenil…etc, nos deberían de motivar para tomar medidas de carácter estructural. 

Estos datos, más los efectos todavía no cerrados de la pandemia, nos indican que hoy somos más pobres que hace tan sólo 2 años y que probablemente vamos a tardar mucho más tiempo en recuperar el nivel que disponíamos en los años 2018/2019, antes de la aparición del Covid.

Unos mensajes que, lamentablemente, y aunque adaptados a la situación actual son similares a los que incorporaba en la primera versión de este post, publicada en 2009 y accesible en Crisis: ¿Tenemos tiempo? – Pau Hortal y en la segunda publicada en 2012 a la que podéis acceder en el link Crisis: ¿Tenemos tiempo? Versión 2012 – Pau Hortal

Mientras tanto seguimos instalados en un marco mental del siglo XX lo que supone que hablemos de fórmulas teóricas como cambio de modelo productivo, creación de una economía basad en la innovación, otenciar y favorecer la capacidad emprendedora, poniendo nuestras esperanzas en la presencia de los fondos de recuperación de los que vamos a disponer para afrontar el impacto del covid19 en nuestro tejido económico. Sin embargo, un cambio de modelo exige voluntad, tiempo, esfuerzo y cuidados. Y también un cambio de mentalidad. Recordemos que salvo alguna destacada excepción somos, junto con el resto de países de la cuenca mediterránea, los mejores en el ranking de la “no innovación”.

Recordaros que vengo señalando, desde hace ya largo tiempo, cuáles son las causas de la enfermedad de nuestro mercado de trabajo y también los «posibles remedios» (que al margen del famoso cambio de modelo productivo) serían necesarios implementar. Nuestro mercado de trabajo necesita un conjunto de cuidados paliativos en forma de contrato único, medidas de flexibilidad, enfocar objetivamente los nuevos formatos laborales, cambiar los criterios de la negociación colectiva. También una reforma sustancial en la definición y gestión de las políticas activas. Estas curas son absolutamente necesarias si lo que queremos es que nuestro “enfermo” se sitúe en mejores condiciones para recibir el trasplante que supone este cambio de modelo. De hecho sobre estos temas debatimos en la segunda parte de la Jornada Anual de la Fundación Ergon www.fundacionergon.org celebrada el pasado 08/07 y cuyos contenidos están disponibles en nuestra web.

Por lo demás este trasplante debería de fundamentarse en favorecer la innovación, la generación de nuevo tejido económico y un desarrollo intenso y sostenido de la calidad de nuestro capital humano. Y esto no quiere decir otra cosa que formación y aprendizaje continuo.