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He estado participando recientemente en un debate promovido por la Fundación Exit sobre Empleo Juvenil dirigido al análisis de sí las grandes empresas podrían ayudar a resolver el problema del desempleo en nuestros jóvenes.

Las conclusiones que propuse fueron las siguientes: la primera que las grandes empresas no son ni van a ser las que resuelvan el problema del empleo juvenil, la segunda es que ya existen, aunque todo es susceptible de mejora, suficientes sistemas de contratación flexible en nuestra legislación para enfocar el empleo juvenil.

Las grandes empresas ya contratan lo que tienen que contratar cuando lo necesitan y más allá de algunos enfoques en temas de diversidad, responsabilidad social etc poco hay que hacer ahí, o en todo caso, poco que afecte sustancialmente al volumen de desempleo de los jóvenes que lamentablemente no deja de crecer. Los últimos datos de la EPA son ciertamente preocupantes.

Dicho esto hay cosas que se pueden hacer pero en todo caso la más fundamental y relevante es la que pasa por generar un marco de confianza donde la pyme (que presta en muchos casos servicios para la gran empresa) se atreva a contratar. Para ello es necesario abrir “el grifo” del crédito bancario (corto plazo) como por desarrollar la cultura de esfuerzo en nuestros jóvenes (largo plazo). También se puede consolidar (y de hecho ya se está haciendo) la internacionalización de nuestra economía.

Son ya un porcentaje relevante las grandes empresas que alcanzan mejores ratios de facturación y resultados en el negocio internacional que en el local. El problema ahí es que aunque hemos mejorado mucho falta todavía un gran trecho para que nuestros jóvenes tengan la formación, la voluntad y la motivación por asumir que necesitan de una “movilidad geográfica” para crecer y desarrollarse. Y ahí el problema del bilingüismo en inglés que han conseguido otras naciones europeas sigue siendo un problema relevante.

Ya sé que va sonar como un retorno a épocas pasadas pero, probablemente, una parte de la solución del problema de empleo va a pasar necesariamente por la movilidad internacional (no me gusta hablar de inmigración) de nuestra mano de obra en general y la de nuestros jóvenes en particular.

Por cierto tomemos oportuna nota de que una de las grandes cuestiones que nos diferencia de los otros países que han necesitado un rescate financiero de la UE, aparte del aparte del volumen de población y por tanto del peso de nuestra economía, ha sido el cada vez más relevante papel de nuestras grandes empresas o inclusive de las no tan grandes en el mundo. La internacionalización de nuestra economía y la existencia de inversiones y proyectos en otros entornos va a ser, está siendo ya, un gran elemento de defensa ante la crisis, tanto en el empleo que conseguimos crear fuera como el que mantenemos en “nuestra casa”.

En este sentido iniciativas como las que parece querer impulsar la comunidad de Madrid en el sentido de segmentar a los colectivos educativos en función de la capacidad y en paralelo desarrollar entornos de formación multilínguisticos (con una presencia del inglés muy relevante) me parecen que es por donde hemos de ir. Aunque este tipo de iniciativas pueden ser visualizadas, percibidas y lo que resulta peor gestionadas con criterios cuestionables, son bienvenidas y totalmente necesarias.

Una gran parte del problema del desempleo juvenil es también el resultado de unos criterios educativos que han sido válidos para conseguir una homogeneización e igualdad de la oferta con independencia de cualquier discriminación posible (geográfica, económica, cultural, etc), pero que hoy a lo mejor conviene corregir y retocar.

Probablemente debemos volver a discriminar si queremos avanzar. No deja de ser una vez más el principio de dos pasos adelante y un paso atrás.