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Uno de los dilemas con los que nos enfrentamos en este momento (tanto desde el punto de vista individual como social) es el del debate social entre Transparencia y Confianza.

Recordemos que hoy un acto tan simple como el de lavarse las manos es uno de los mayores avances de la historia humana. Ese sencillo acto, que formaba parte de los hábitos normales de nuestro devenir diario, y de cuya importancia muchos, hemos tomado mayor consciencia hoy como consecuencia de las recomendaciones preventivas para defendernos de la infección del Covid-19) salva millones de vidas todos los años. Aunque es algo que hoy damos por hecho, no fue hasta el siglo XIX cuando los científicos descubrieron su importancia. Hasta ese momento, incluso médicos y enfermeras pasaban de una operación quirúrgica a otra sin hacerlo.  

Hoy para la mayoría de los seres humanos, (lamentablemente todavía hay un colectivo relevante que no puede hacerlo por la falta de agua corriente), es un hábito habitual, y no sólo porque tengamos miedo de ser castigados si incumplimos este hábito, sino porque entendemos los hechos y comprendemos que si le damos incluso más relevancia, podemos reducir tanto el riesgo de infectarnos a nosotros mismos como a los otros. Nos lavamos las manos porque no podemos vivir, ni comer, ni trabajar, ni relacionarnos con las manos sucias, porqué sabemos cosas sobre los virus y las bacterias y entendemos que estos pequeños organismos causan enfermedades. Nos lavamos las manos porque confiamos en que con este sencillo acto podemos acabar con ellos. Un comportamiento que hemos incorporado en nuestra rutina diaria de forma mucho más intensa y constante, como consecuencia del Covid19. 


Nos lavamos las manos porque tenemos confianza en que este comportamiento nos ayudará a nosotros mismos y evitará que la pandemia se desarrolle.    


Y en una sociedad de la información como la actual la confianza se adquiere si hay transparencia. Si analizamos las razones por las que Trump ha perdido las elecciones (a pesar de haber obtenido más de 70 millones de votos) caemos en la cuenta de que, probablemente, lo ha hecho porque ha sido incapaz de ser transparente con los ciudadanos de EEUU. Su actitud le ha permitido mantener e incrementar incluso, un nivel de seguimiento espectacular, pero ha hecho que muchos otros, incluidos los que no habían probablemente ejercido con anterioridad su derecho al voto, hayan decido votar para dar respuesta a esta falta de transparencia. Estas elecciones son sólo la muestra de las consecuencias que puede tener cuando alguien, de forma deliberada y reiterada utiliza la mentira, para que los otros pierdan la confianza en la ciencia y los medios de comunicación.

Tenemos ante nosotros dos opciones. Intentar reconstruir un modelo de transparencia entre los líderes y los ciudadanos (lo que significa retomar las claves del sistema democrático) o construir un nuevo sistema, que muchos ya denominan como “régimen de vigilancia”, basado fundamentalmente en un uso determinado de las potencialidades que ofrece la tecnología que ya hoy está con nosotros. En este punto me permito recomendaros los planteamientos que propone Yuval Noah Harari en el articulo accesible en el link https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.html


El dilema entre transparencia/vigilancia frente a los términos de confianza/miedo, tiene que ser uno de los debates más importantes a plantearnos en la época postcovid-19.


Somos muchos los que estaríamos dispuestos a admitir un sistema global de control de temperatura temporal y de los movimientos y contactos personales si nos asegurarán que esta información solamente será usada con objetivos de carácter sanitario. El debate está ahí y hemos de afrontarlo sin duda ya.