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Aunque no sea obligatorio saber de tecnología ni de transformación digital para gobernar creo que todos estaremos de acuerdo de que el ejercicio de las responsabilidades políticas exige, hoy, disponer de nuevas perspectivas y capacidades.

Capacidades y voluntad capaces de afrontar los problemas desde otra perspectiva y que faciliten dar respuesta a las necesidades y demandas de los ciudadanos.

El problema no está, por tanto, en el nivel de conocimientos que los miembros de la llamada “clase política” tengan sobre los temas relacionados con la transformación tecnológica que estamos viviendo sino de que estos temas deberían de estar mucho más presentes en el día a día de las preocupaciones de la “clase política”. Y creo que muchos compartiréis conmigo que a pesar de la existencia de un Ministerio de la Innovación no parece que el tema tenga la relevancia que debería de tener…. ¿no? Las necesidades que impone la transformación digital no se resuelven con un título sino con la voluntad expresa de afrontarlos. Es posible que el reciente cambio de gobierno facilite esta voluntad pero ¡cuánto de lejos estamos todavía!

La realidad es tozuda y tiene sus propios procesos entre los cuales no está la de tomar en consideración la agenda de nuestros líderes políticos que, han evitado enfrentarse a los procesos que como la inteligencia artificial, la robótica, la genética, la nanotecnología, etc, van a producir modificaciones sustanciales en nuestras formas de vida, Unas realidadese que están modificando desde la forma en que nos comunicamos o relacionamos hasta la forma en la que nos enfrentemos ante la enfermedad y la vejez. Un contexto al que ya me referido entre otros en las reflexiones que están accesibles en http://pauhortal.net/blog/la-4a-industrial/ o http://pauhortal.net/blog/transformacion-digital-o-cultural/.

Unas realidades que van a generar también grandes cambios sociales, impensables hace tan sólo una generación, empezando por los que se derivarán de la ruptura del concepto tradicional de trabajo, (por lo menos con los atributos que hemos conocido en los últimos 200 años). Un problema sobre el que la falta de respuesta de nuestra ‘clase política’ empieza a ser un clamor.

Necesitamos un análisis y un debate social (impulsado por los líderes políticos) sobre las nuevas herramientas, sobre su uso, sobre cómo vamos a afrontar un futuro que probablemente será muy diferente. Un futuro que se prevee: sin empleo (o por lo menos con alternativas muy diferentes a las que hemos conocido hasta ahora), con cambios radicales en la pirámide de edad, (debido al incremento sustancial de la esperanza de vida), con mayores niveles de desigualdad social (una tendencia que se está consolidando en los últimos años debido al proceso de desaparición de las clases medias) y con la necesidad de afrontar y enfrentar otros problemas como el cambio climático, los fanatismos religiosos, las tensiones populistas etc. En palabras de Marc Vidal “No sé si es necesario un Ministerio del Futuro, pero lo que está claro que hay que erradicar los Ministerios del Pasado”.

Un comentario que formula en https://www.marcvidal.net/blog/2018/1/31/la-necesidad-de-un-ministerio-del-futuro y que prosigue de la forma siguiente: “Diseñar un antídoto contra la improvisación, la táctica y el cortoplacismo habitual en la política se hace imprescindible. Los políticos son reconocidos por su miopia que les inhabilita para ver más allá de las próximas elecciones, tomando (…) decisiones políticas sin tener en cuenta cómo afectarán al planeta y al país dentro de 10, 20 o 100 años

Sin embargo hoy ya contamos con multitud de herramientas que permitirían diseñar e implementar decisiones que harían posible “mapear escenarios, evaluar probabilidades y atender decisiones en base a hechos predictivos como sucede en la vida comercial por ejemplo. Un Ministerio del Futuro no es tan sólo para identificar tecnología o como nos afectan los cambios, sino también para incorporar el uso de la tecnología de última generación en el propio modo de gobernar. (Este tipo de estructura podría ser) un primer paso para hacer que los gobiernos tomen conciencia de la necesidad de identificar los retos, desafíos y riesgos que este proceso genera frente a los que no cabe otra posibilidad que la de afrontarlos si no queremos estar hipotecando el futuro de las nuevas generaciones”.


Aunque ya existen iniciativas de este tipo en otros entornos/países no parece que éste sea nuestro caso, por lo menos hasta hoy. Es posible que el cambio político modifique estos comportamientos, pero…


Vivimos en una situación en la que al margen de un contexto internacional favorable, parece que hemos aprendido a vivir cada día de forma más independiente del devenir político. A pesar de ello somos muchos los que seguimos pensando que no hemos resuelto ninguno de los grandes problemas estructurales de nuestra economía, sin que estemos haciendo los deberes que nos exige el futuro. 

El propio Marc lo resume de la forma siguiente “crecemos en términos genéricos (recordemos que basarse en el PIB es muy arriesgado pues aunque es el indicador utilizado habitualmente de progreso no atiende a intercambios económicos, efectos de desigualdad o degradación medioambiental)” Sin embargo debemos analizar estos datos y su validez para construir el futuro. “Ese valor añadido que se le debe exigir a un país como el nuestro no se sitúa en las playas y terrazas. El turismo que no falte, que las obras no se detengan, pero ¿y si aprovechamos que la cosa parece desperezarse para dinamizar una economía vinculada a las nuevas tecnologías? ¿y si vamos preparando nuestra sociedad para un mundo automático y robotizado?”.

Todo ello nos lleva a mantenernos en una situación que sigue sustentándose en los mismos elementos y que poco se ha transformado en los últimos 10 años (con excepción del incremento del peso de las exportaciones). No nos hemos adaptado a las nuevas necesidades, ni asimilado los cambios que provoca la transformación, ni cambiando a la velocidad que exigen los nuevos tiempos. Y todo ello a pesar de que se hayan formulado muchos análisis positivos sobre la situación actual. Un ejemplo de ello puede ser el Informe Sociedad Digital en España 2017 de la Fundación Telefónica en el que se lanza el mensaje de que “nuestro país ha alcanzado la madurez digital”

Recordemos que no es posible plantearse la transformación digital de un determinado entorno sin cambios en los modos ´culturales´ de las personas que viven o se relacionan en él. Enrique Dans en https://www.enriquedans.com/2018/03/seguridad-y-analfabetismo-digital.html afirma que no es posible plantearse un proceso de esta naturaleza sin que la cultura digital de las personas alcance un mínimo determinado. No deberíamos de tener en nuestras estructuras directivas a profesionales con carencias básicas de tipo digital. “Cuando esa carencia tiene lugar en un directivo, cuanto más alto sea su nivel, más grave y patético resulta. La política es ya el extremo: para poder encargarse de algo tan importante como la toma de decisiones y la gestión de información que nos afecta a todos, tener un mínimo de cultura y formación digital debería ser un requisito imprescindible, que o bien tienes ya razonablemente desarrollado cuando recibes la confianza de los votantes, o tendrías que recibir obligatoriamente como formación cuando accedes al cargo, antes de comenzar a desempeñar tus responsabilidades».

Disponer de una clase política abierta a todos los procesos de transformación «eliminaría una parte de los absurdos problemas que tenemos actualmente cuando los vemos tomar decisiones en temas en los que evidencian una absoluta ignorancia”. Probablemente el comentario final sea excesivo, aunque sin embargo no deja de resultar un reflejo de un determinada realidad.

Retorno a los comentarios de Marc…. “Cuando las vacas estaban gordas no se invirtió en modernizar nuestra economía. Era absurdo, todo iba bien. Cuando las vacas se adelgazaron no se pudo invertir de manera destacable porque no había con qué. Ni con mucho ni con poco, la cuestión es que los trenes salen dirección al futuro y no hay manera de que tomemos ninguno”.

En otras palabras es posible que hayamos subido a un tren pero en todo caso es un tren de cercanías que ni nos llevará muy lejos ni mucho menos a la velocidad adecuada. Y mientras tanto el futuro está ahí delante de nosotros esperando a quien llegue en primer lugar. Y para ello, para no perder el tren de la transformación que debemos de llevar a cabo necesitamos tomar decisiones complejas y valientes y desarrollar cambios en la forma de gestionar lo público que siguen pendientes a pesar del encargo que los ciudadanos transmitimos a nuestros gobernantes.

Si hay un entorno en el que la falta de cultura y alfabetización digital no debería ser disculpable debería ser el ámbito de la política. Y sin embargo ¡qué lejos estamos de ello!