Tiempo de lectura: 4 minutos

Cambio climático. Probablemente el reto más grave con el que nos enfrentamos desde el nacimiento de nuestra especie.

Una reflexión en la que, entre muchos otros, coincido con Enrique Dans en una de sus reflexiones sobre este tema accesible en https://www.enriquedans.com/2019/06/las-emergencias-no-dan-opciones.html. Una reflexión que pongo en relación con el hecho de que que hoy ya tenemos a nuestra disposición muchas de las tecnologías necesarias para detener el calentamiento global. Y el único problema con el que tenemos que enfrentarnos es el de la voluntad de adopción de unas medidas que todo el mundo (con dos dedos de frente) sabe que vamos a tener que adoptar, a pesar del lastre que supone la existencia de unos líderes políticos y de un número relevante de ciudadanos que, por sus intereses económicos a corto plazo, se creen con el derecho de llevar al planeta a la catástrofe que supone el calentamiento global. Un tema al que, por otra parte, ya me he referido en el post titulado «Transformación e impacto del cambio climático» accesible en  http://pauhortal.net/blog/transformacion-impacto-del-cambio-climatico/


El reto por tanto no es de tecnología sino de voluntad colectiva. 


No hablamos de un problema de desarrollo tecnológico, hablamos de un problema de falta de concienciación y adopción de tecnologías que ya existen y que nos permitirían afrontar el problema si existiera la voluntad de resolver la tensión entre las soluciones que esta propone, salvar los bloqueos que se ponen por todo tipo de actores en base a intereses exclusivamente particulares, y facilitáramos una mayor celeridad en las fases de adopción e implantación que, como todos constatamos, son mucho más lentos de lo que sería necesario. Unae evidencias que podéis constatar en https://www.ipbes.net/news/Media-Release-Global-Assessment

Probablemente no soy el único en preguntarse cómo es posible que disponiendo de soluciones adecuadas para detener o como mínimo reducir sustancialmente el ritmo de calentamiento global del planeta. Un proceso que si no somos capaces de detenerlo puede incluso acabar con el fin de la vida humana, (por lo menos en los formatos que conocemos), no seamos capaces de implementarlas simplemente porque suponen cambios en los procesos productivos (que en todo caso habrán de llevarse a cabo sí o sí) pueden suponer inversiones relevantes (aunque mucho menores que las armamentísticas) o implican índices de crecimiento menores a corto plazo. ¡Pan hoy y hambre para mañana!

Enrique en otro de sus post accesible en https://www.enriquedans.com/2018/10/tecnologia-economia-y-calentamiento-global-que-hacer-para-precipitar-un-cambio-de-actitud.html formula una serie de reflexiones sobre las actitudes necesarias para afrontar los retos del cambio climático en respuesta a una pregunta “¿Qué importancia tienen los símbolos?”- Tras responderse a sí mismo con la afirmación “mucha más de lo que parece” expone el ejemplo de lo que ocurriría con las compañías que realmente se sientan concienciadas por este problema e inicien acciones “de descarbonización (y con ello) provocar que los clientes y analistas juzguen esos símbolos en función de su contribución objetiva”.


Los símbolos permiten introducir momentos de la verdad en nuestra vida cotidiana. Incorporar símbolos a la lucha contra el cambio climático permite recompensar la innovación y las ideas creativas, algo que necesitamos desesperadamente para que cambien hábitos arraigados durante generaciones. 


Los símbolos pueden incluso “generar afinidades y preferencias por las compañías en función (de sus actitudes y permitirnos) decidir que, aunque un producto sea más caro o no sea el habitual que consumimos, vamos a preferirlo porque demuestra un compromiso con el que es el problema más importante que tenemos en este momento”. ¿Cómo de grande tiene que ser una minoría como para que pueda cambiar esos hábitos, cambiar la conciencia de toda una sociedad? “ Para finalizar sus argumentos de la forma siguiente: Se dice que una minoría comprometida de un 25% es la que puede conseguir que las revoluciones se conviertan en movimientos generalizados. En ese porcentaje, ahora mismo, nos lo estamos jugando todo”.

Y aunque no le demos el valor que puede llegar a tener la tecnología puede ayudarnos. Se está avanzando en el desarrollo de métodos para extraer CO2 y hoy parece que es posible, a corto plazo, dar por finiquitado el uso de una fuente de energía como el carbón. Y en este campo son muchas las acciones que podemos desarrollar: consumo de proximidad, desarrollo de la eficiencia energética en las viviendas, reducción significativa del peso alimentario de los alimentos de alto consumo energético, eliminación de los viajes y desplazamientos innecesarios etc. Todas ellas acciones que pueden ser poco relevantes desde el punto de vista del impacto global pero que en la línea conceptual propuesta por Enrique son símbolos que pueden crear actitudes y hábitos y provocar cambios culturales, dirigidos a sentar las bases para afrontar de verdad el problema.

¿Qué cambios deben de producirse para que se genere una cultura social dirigida a darle al problema del cambio climático la dimensión adecuada?, ¿Qué cambios en nuestros hábitos y actitudes deben de llevarse a cabo?, ¿Cómo romper la dinámica de los grupos de presión económicos que actúan negando o retrasando la adopción de medidas correctoras?, ¿Qué cambios son necesarios para enfrentarnos con éxito y evitar la catástrofe? Etc. Éstas son algunas de las cuestiones que hoy deberían de estar encima de la mesa y que deberíamos de plantearnos, contestarnos y ponernos a implementar las respuestas.

El ser humano, con una capacidad de supervivencia hasta este momento incuestionable, es posible que vuelva a sorprenderse a sí mismo. En todo caso la responsabilidad colectiva es muy elevada y no se fundamenta en asustarse, protestar, no hacer nada (mirar hacia otro lado) o (cualquier otra alternativa que se nos ocurra). Implica tomar conciencia de lo que estamos viviendo y lo que probablemente nos espera y plantearnos si vamos a seguir sin reaccionar o simplemente asimilando que las respuestas han de ser de calado y que van a significar (en otro orden de cosas, pero más relevantes incluso) un cambio relevante en las conductos y comportamientos que hoy consideramos como inamovibles. Implica un cambio de prioridades, creatividad, flexibilidad y replanteamiento de muchas de las certezas que hoy tenemos incorporadas en nuestro ADN empezando por nuestras actitudes como ciudadanos y/o consumidores introduciendo la sostenibilidad como una guía de los comportamientos tanto individuales como organizativos.


Espero que seamos capaces de romper estas tendencias, superar los frenos y que el cambio no llegue demasiado tarde.


Por ello reclamo poder vivir un proceso de concienciación medioambiental totalmente disruptivo y sin parangón en la vida humana. Probablemente este sería el mejor deseo colectivo para 2020.  Un proceso que ha de provocar, sin ninguna duda, cambios “radicales” en las actitudes de las personas, las organizaciones y los estados, una ruptura con los procesos productivos y de consumo del siglo XX –pero que siguen instalados en nuestros comportamientos cuando ya han trascurrido casi un cuarto del siglo XXI-

Es posible que en unos años el ser humano recuerde lo vivido en esta segunda década, únicamente como un accidente. Tenemos una enorme responsabilidad ya que estamos librando –estrictamente- la batalla por la supervivencia de nuestra especie.