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La tecnología solo va a ser una pieza del puzzle de un proceso que, nos ha de permitir alcanzar un futuro sostenible para nuestra especie.

El verdadero cambio está en las personas, en nuestros hábitos y en nuestros planteamientos y hábitos vitales, no solo de consumo, sino de muchas otras cosas. Pero pensar en la tecnología como una fuerza que, a través de procesos de sustitución, pueda jugar un papel importante en ese sentido puede ser algo interesante. Sin embargo, la cuestión es ¿podemos detener el proceso?, ¿Suponiendo que fuera posible es razonable hacerlo?

Respecto a las limitaciones que como seres humanos podemos poner al desarrollo las nuevas tecnologías hay mucho que reflexionar. Un buen ejemplo de esta dicotomía lo podemos constatar analizando el ejemplo de los vehículos autónomos a los que se refiere Enrique Dans en https://www.enriquedans.com/2017/10/el-vehiculo-autonomo-y-las-reacciones-disfuncionales.html Cuando hablamos de vehículos autónomos, hablamos de tecnologías capaces de salvar muchas vidas, de solucionar problemas complejísimos y dificilísimos como la congestión y la contaminación, o de revolucionar la logística para convertirla en algo muchísimo más eficiente. Eso es lo verdaderamente importante” Las innovaciones tecnológicas llegan no sólo cuando son lo suficiente relevantes para aportar valor a la actividad humana sino también cuando “además, la sociedad empiece a pensar que es una buena idea y que ha llegado su momento” Para ello es necesario que abandonemos las objeciones irracionales basadas en la resistencia a los cambios avancemos en buscar el consenso social para que estas fructifiquen. Como especie nos va mucho en ello. 


La digitalización lo está cambiando todo. Nuestro modelo de vida se ha transformado desde el momento en que la web se ha integrado en nuestras vidas. Aunque conviene recordar que la digitalización, aun siendo imparable, es posible modularla y controlarla.


He leído, recientemente, algunos análisis sobre cómo éramos y que usábamos en el año 2000 (hace tan sólo 20 años) y hay datos que como mínimo me han causado perplejidad. De igual forma todos somos conscientes de innovaciones que se han lanzado con el apoyo de grandes campañas y, simplemente, no han sido bien acogidas por los consumidores o ciudadanos.

En cualquier caso, nuestra forma de vida se ha transformado y más va a cambiar en los próximos años. Hoy ya nadie es capaz de poner en duda que la transformación digital puede, si es bien implementada, crear muchas y nuevas oportunidades para el ser humano, reducir las desigualdades y la exclusión social, des, reduce la exclusión social, crear nuevas necesidad y favorecer el desarrollo de nuevas actividades y nuevos modelos de negocio, facilita el acceso a la información a costes insignificantes etc, pero también ha traído preocupantes riesgos, como el impacto de la robotización en el empleo, la necesidad de desarrollar elementos de ciberseguridad desconocidos hasta este momento, la pérdida de la privacidad, la posibilidad de manipular las fuentes de información, favorecer una mayor desigualdad social etc.

Aunque la digitalización sea imparable tenemos la obligación de usarla en beneficio de todos y no sólo de algunos. La transformación social debe de surgir de una nueva cultura que comprenda la transparencia, la colaboración y que ponga al ser humano en el centro de todos los procesos. Un ejemplo paradigmático de este proceso de control se produce en el desarrollo de la robotización de los procesos industriales. Es indudable que la combinación de tecnologías y de los nuevos procesos van a comportar a corto plazo una revolución en los procesos industriales con la pérdida de un gran número de empleos. ¿Qué debemos hacer? ¿Podemos evitarlo? ¿Qué alternativas tenemos? ¿Deberíamos, para evitar esta pérdida mantener todas las prácticas industriales que los generan y congelar el avance y la adopción de las innovaciones? ¿Podemos obligar a toda la industrial a seguir estos criterios? Creo que todos sabemos cuáles son las respuestas.


El desarrollo humano se ha producido por un continuo proceso de mejora y búsqueda de mayor eficiencia en las actividades humanas.


Aunque ello no se haya hecho jamás sin tensiones ni conflictos (algunos resueltos de formas abruptas) el inmovilismo de aquellos que pretenden mantener una situación a todas luces insostenible es la mejor manera de destrozar nuestro futuro. Durante toda la historia económica de la humanidad, hemos vivido la desaparición de puestos de trabajo y las subsiguientes protestas, la aparición de otros puestos de trabajo nuevos y a menudo inimaginables, y eso solo ha significado la transición hacia una economía cada vez más eficiente, un crecimiento sostenido de la generación de riqueza y un incremento progresivo del bienestar.

Y este ejemplo relacionado con los procesos industriales es, desde mi punto de vista, aplicable al conjunto de actividades humanas afectadas por los procesos de digitalización.