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El debate sobre la RMU se hace más necesario cuando constatamos que en nuestro pais el número de perceptores de la prestación de jubilación ha superado la cifra de los 6 millones.

Este dato aparecía en los medios (hace ya algunos meses) paralelamente a la noticia sobre la falta de acuerdo entre los partidos políticos para la revisión del llamado “pacto de Toledo”. Un acuerdo que en sus últimas redacciones dejaba abierta la puerta a que los robots fueran gravados con un impuesto especial parecido al de una cotización de carácter social. Informaciones accesibles en https://elpais.com/economia/2019/01/10/actualidad/1547135864_127808.html.

Esta falta de acuerdo (y en el que no se ha avanzado entre otras razones por el proceso electoral que hemos vivido este año) es probablemente una muestra más de que nuestra clase política no parece estar realmente interesada en resolver el problema que supone hoy para nuestro país la sostenibilidad de nuestro sistema de prestaciones públicas. Recordemos que estamos asistiendo a un proceso de creciente alargamiento de la esperanza de vida, (lo que no deja de ser un hito del que todos deberíamos de estar muy satisfechos) unido a un decrecimiento de la natalidad.

Hoy ya el 18% de la población española tiene más de 60 años un dato que no hará más que crecer en los próximos años. Un dato significativo, y una muestra tanto de nuestra calidad de vida , omo de la competencia de nuestro sistema de salud pero que genera una tensión perversa en los recursos públicos destinados a lo que se denomina sistema de pensiones. Recordemos, además, que los análisis prospectivos realizados por la OCDE, si se mantiene la tendencia actual, en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas por cada 100 habitantes. Para constatar la magnitud de la posible tragedia social. Un dato que hoy se sitúa en el ratio 29/100 pero que era inferior en diez puntos (17/100) en 1970.

Marc Vidal en https://www.marcvidal.net/blog/2019/3/19/tecnologia-pensiones-y-miopia-politica-el-desastre-biblico-que-se-avecina formula las siguientes afirmaciones “Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Hay que darse prisa y hacerlo con inteligencia y conocimiento. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable”.


Tenemos por tanto en la perspectiva un conflicto social que debería de empezar a tratarse, resolverse a partir de hoy mismo.


Y pone encima de la mesa las respuestas que ante este problema están ofreciendo otros países. “Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y que tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse”.

Somos muchos los que consideramos que nuestra clase política debería de afrontar esta problemática, pero que constatamos que no forma parte de sus prioridades (como por otra parte hemos podido confirmar en los mensajes y debates de la pasada campaña electoral). Y de que el discurso o mensaje sobre la necesidad de arbitrar un impuesto a los robots es cuando menos una falacia y difícilmente aplicable por los efectos perversos que en forma de mayores costes laborales puede provocar.

Marc Vidal lo expone de la forma siguiente: “Hay quien considera, (…) que los robots nos lo van a solucionar todo y por arte de magia y sin estrategia previa. Algo que, me vais a perdonar es más que revisable. Un robot puede ser una pantalla táctil o un algoritmo informático. Un robot que no ves. Por lo tanto, nunca habrá un robot que sustituya al humano y cotice por él, porque muy probablemente no habrá un robot, sino que sea algo intangible como un software. Por lo tanto, cuando hablamos de que un robot pague las cotizaciones sociales en realidad nos estaríamos refiriendo a que sea la tecnología la que cotice a la seguridad social más o menos. Por supuesto eso parece una soberana tontería, (ya que ello no supone nada más que) un impuesto sobre la tecnología (que) castigará los sectores que apuesten por un cambio tecnológico, por ser competitivos y exonerará a los que sigan sin apostar por un modelo menos tradicional y analógico”.


La única garantía de que seamos capaces de soportar el incremento del ratio entre activos e inactivos pasa necesariamente por apostar por una sociedad tecnológica, rediseñar el concepto de trabajo y el modelo de cobertura social.


Un modelo que debe de ser capaz de responder a las demandas y necesidades de una sociedad cada vez más envejecida. Un modelo que pasa por “conjugar el verbo optimizar antes que el de crecer” y que sea capaz de crear una “sociedad digital y una economía transformada” con un modelo más eficiente de gestión social, una mayor eficiencia en los servicios públicos y un mejor reparto de los recursos existentes, lo que necesariamente supone ser capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar adaptándolo a las nuevas realidades.

Y que probablemente como Santiago Garcia afirma en la entrevista accesible en https://digitalfuturesociety.com/santiago-garcia-in-the-knowledge-economy-learning-is-work-and-work-is-learning/ exigirá «articular mecanismos para proteger a los grupos menos favorecidos por los cambios que está experimentando el mundo laboral»