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Terminaba la primera parte de este post señalando la distinción entre el trabajo de tocar la guitarra o dar de comer a terceros respecto a los que muchos denominan “trabajos de mierda”.

Efectivamente Nick Srnicek, autor del libro “Inventar el futuro: postcapitalismo y un mundo sin trabajo” distingue entre los trabajos (digamos aceptables) de los que antropólogo David Graeber ha denominado «trabajos de mierda» formado por un conjunto de tareas que pueden desarrollarse mejor y de forma más eficiente por máquinas. “El trabajo asalariado surgió cuando las personas fueron sacadas de la tierra que les permitía vivir sin depender del mercado y se vieron obligadas a vender lo único que tenían, su capacidad de trabajo”. Unos planteamientos cuya consecuencia no es otra que la de considerar como integrante del pensamiento progresista o de izquierda aquel que demande de forma clara y profunda el desarrollo de un proceso de sustitución de la fuerza de trabajo humano por las máquinas.

Y prosigue sus reflexiones con la manifestación de que la construcción del futuro, pasa ineludiblemente por derrotar la ética del trabajo “El tiempo libre es una condición esencial para la libertad, por lo que la expansión del tiempo libre debería convertirse en la principal promesa electoral de los partidos orientados al futuro”.

Recordemos que algunas de las predicciones que se están formulando hoy van en este sentido. Es común el análisis de que en 2050 la mayoría de los trabajos serán realizados por robots mientras que el desempleo (por lo menos si seguimos definiéndolo como lo hacemos hoy) superará la tasa del 50% de la población activa.


Uno de los retos o desafíos básicos de la humanidad en los próximos años parafraseando de nuevo a Nick Srnicek será el de que “la eliminación completa del trabajo es algo imposible, lo que buscamos es limitar el trabajo a lo que es necesario para la existencia básica”.


No sabemos lo que va a ocurrir pero como me he referido en http://pauhortal.net/blog/destruir-o-modificar/ en el análisis de este problema nos podemos encontrarnos con dos visiones: los optimistas que apelan a la capacidad del ser humano para encontrar soluciones a todos sus problemas y que anticipan que la existencia de ejércitos de desempleados fruto de la aplicación de la de la inteligencia artificial es una exageración, y los pesimistas que definen un futuro muy complejo con elevados porcentajes de ciudadanos sin posibilidad de acceso al trabajo y con un incremento de la desigualdad social inaceptable para los criterios actuales. Ambos coinciden en el hecho de que a corto plazo, el impacto será real y que hemos de empezar ya, a plantear y buscar soluciones.

En https://www.elmundo.es/papel/futuro/2018/05/01/5ae5ee70468aebd5728b4605.html Enrique Dans formula la reflexión siguiente: “Mi análisis nunca ha apuntado hacia ese supuesto final del trabajo. Soy un absoluto convencido de que la humanidad seguirá trabajando, o al menos, definiendo como trabajo algunas de sus actividades. Posiblemente no todas las personas, y sin duda, con una relación con esos trabajos completamente diferente a la que hemos tenido a lo largo del último período de la historia, pero perfectamente inteligible si la analizamos con una perspectiva temporal superior, más allá del período que comenzó con la revolución industrial” Desde esta perspectiva las nuevas generaciones desarrollarán actividades en ámbitos que hoy, con toda probabilidad, nos costaría definir como trabajo y mucho más que fuese remunerado. Trabajaremos en actividades que aportarán nuevo valor añadido. “Trabajaremos sujetos a otro tipo de mentalidad: no tanto para la supervivencia, que muy posiblemente esté garantizada, sino para mejorar ese nivel, para permitirnos otras cosas, para posibilitar otras cuestiones”.

Desde una perspectiva menos global y más concreta, esta visión se ve reforzada por los análisis realizados por Mckinsey. En https://www.mckinsey.com/global-themes/future-of-organizations-and-work/what-can-history-teach-us-about-technology-and-jobs se formulan argumentos que desde lo que he descrito como “visión optimista del futuro” les lleva a platear la hipótesis de que el trabajo no desaparecerá porque “además de las grandes cuestiones, indudablemente interesantes y fundamentales, falta algo en el entorno de la inteligencia artificial (…): directivos y compañías capaces de entender lo suficiente como para plantear proyectos realistas, que generen beneficios tangibles, y que lleven a la organización a plantearse más, a explorar más, a desarrollarse más en ese ámbito. Las compañías que no inviertan en machine learning e inteligencia artificial perderán oportunidades para ser más competitivas, para incrementar su facturación, para diferenciarse de sus competidores, y para atraer y retener un talento que aún no resulta fácil de encontrar”.


Finalmente, no sabemos si el trabajo va a desaparecer como tal y no sabemos cómo va a ser este proceso. Lo que sí sabemos es que el proceso se va a llevar a cabo… de hecho ya lo estamos viviendo.


Y que exige un proceso de reflexión y análisis social relacionado con temáticas tan importantes como: Edad de jubilación, horarios de trabajo, RMU etc, y sin lugar a dudas como Marta G, Aller “Habrá que dejar las tareas rutinarias en manos de robots y crear entornos que nos permitan dedicarnos a tareas creativas, a lo puramente humano” Esperemos que los conflictos no se lleven por delante esta tarea de construcción.