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Desde que sabemos que la supervivencia no es cuestión de fuerza ni de inteligencia, sino de capacidad de adaptación, el aprendizaje se ha convertido en el arma capaz de afrontar con éxito los retos con los que nos enfrentamos.

Podemos definir el aprendizaje como la capacidad de “adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia”. Tradicionalmente, aprender significaba que el conocimiento que incorporábamos al ya existente era un conocimiento completamente nuevo, que no reemplazaba a ningún otro conocimiento ya almacenado. Se trataba por tanto de un aprendizaje incremental, en la medida que el nuevo conocimiento se sumaba al que ya teníamos, ocupando los espacios vacíos.

Pero la aceleración exponencial del ritmo de cambio ha dado un profundo vuelco a esta situación. Ahora, buena parte del conocimiento que necesitamos incorporar para poder seguir adaptándonos entra en conflicto con otros conocimientos previos que ya tenemos. En este caso, el aprendizaje es un aprendizaje sustitutivo, en la medida que el nuevo conocimiento que incorporamos no se suma al ya existente, sino que lo reemplaza.

Este nuevo aprendizaje es mucho más complejo de adquirir que el aprendizaje incremental y por ello plantea un reto de dimensiones considerables. Por una parte, porque el sistema educativo únicamente nos enseña a practicar el aprendizaje incremental. Por otra, porque el aprendizaje sustitutivo nos obliga a desaprender. El verdadero reto es desaprender

A lo largo de mi trayectoria profesional he comprobado conmigo mismo y con los demás que el reto al que se enfrentan la mayoría de las personas no es el aprendizaje. Todos los seres humanos somos capaces de asumir nuevos aprendizajes, en especial cuando tenemos alguna motivación o interés en adquirir estos nuevos conocimientos o habilidades. El verdadero reto se produce cuando lo que se intenta aprender entra en conflicto con lo que ya se sabe, es decir, con algo sobre lo que ya se aprendió con anterioridad. En estas situaciones, aunque haya un interés genuino por aprender lo nuevo, a muchas personas les resulta casi imposible aprender.

Las razones son muy fáciles de entender, aunque luego resulten de difícil ejecución. Para poder aprender el conocimiento nuevo, primero hay que “hacer hueco”, es decir, hay que deshacerse del conocimiento antiguo, ya que ambos conocimientos entran en conflicto. La falta de costumbre, la presión y el estrés bajo el que muchas personas viven sometidas día a día, hace que la reacción instintiva sea regresar una y otra vez a la zona de confort, es decir, al conocimiento “de siempre”, al que nos ha acompañado toda la vida. Una vuelta atrás que tanto es válida desde el punto de vista de personal como organizativo.

Aprender ya no es suficiente. Como dice Hiroshi Tasaka, “en la sociedad del conocimiento, el conocimiento no tiene valor”, ya que cualquiera puede acceder a él. Lo que importa hoy es el conocimiento aplicado, es decir, “qué sabes hacer con lo que sabes”. Y este conocimiento aplicado precisa de una actualización permanente, en un proceso cada vez más acelerado.

Por eso, el pleno siglo XXI necesitamos desarrollar un nuevo tipo de aprendizaje. Un aprendizaje que nos capacita para adaptarnos a la realidad de forma dinámica, flexible y, sobre todo, rápida. Un aprendizaje adaptativo que nos permita seguir la siguiente secuencia: aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje.

Desaprender consiste en deshacernos de aquello que va quedando obsoleto o se vuelve innecesario. Una vez desaprendido lo innecesario, reaprender es sencillo, porque se parece al aprendizaje incremental que ya conocemos y practicamos. La principal diferencia en este sentido es que el reaprendizaje es más rápido y frecuente, ya que ahora hay que aprender durante toda la vida.


Sin desaprendizaje no es posible el avanzar. Por eso, desaprender es la gran asignatura pendiente, la competencia cuya posesión o carencia será clave para el desarrollo de una trayectoria profesional de éxito. 


Día a día aparecen nuevas profesiones, a la vez que desaparecen otras que nos han acompañado durante años. Profesiones diversas cuyo ejercicio conlleva nuevos y variados conocimientos, experiencias y habilidades. Sin embargo, todas ellas tienen un elemento común: necesitan que las personas que las desarrollan estén en constante proceso de aprendizaje adaptativo.

Si hoy tuviéramos que buscar profesionales, y no sólo para estas profesiones nuevas, y sólo pudiéramos centrarnos en una competencia creo que deberíamos de dirigirnos a encontrar expertos en desaprendizaje.

Recordemos la frase de Alvin Toffler. «Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.”