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Inicio este post comentándoos que me costó unos minutos descubrir que el término “sota” es válido tanto en catalán como en castellano.

Hecha esta introducción deciros que las reflexiones que encontraréis a continuación están basadas en el excelente artículo de Genís Roca publicado en la Vanguardia y accesible (aunque en su versión en catalán) en https://www.lavanguardia.com/encatala/20240104/9488506/sota-cavall-rei.html

Inicia Genís sus reflexiones afirmando que “la inteligencia artificial (IA) es la estadística llevada al extremo. Hoy en día tenemos unas increíbles capacidades de computación y gracias a todo lo que puede exigir a la máquina que haga un cálculo de probabilidades que tenga en cuenta ya no unas decenas de variables sino miles, y si hace falta millones, hasta alcanzar unos niveles de eficacia (impensables hace tan sólo 2 años)”

Hemos de tomar en cuenta de que todo, desde una foto, una novela, una voz, “todo se puede expresar en código binario y ser tratado como un dato. Las tarjetas de crédito registran dónde gastamos, en qué tiendas de qué ciudades, en qué conceptos y con qué importes. Los teléfonos móviles registran dónde estamos y con quién hablamos. Las redes sociales saben quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros grupos de interés. La tarjeta de fidelización del supermercado sabe qué productos preferimos y con qué frecuencia los reponemos”. Todo son datos. El problema era que hasta hace muy poco estos datos no podían transformarse en información. Sin embargo, esto ya es perfectamente posible. De hecho, convivimos con esta realidad.

En este nuevo entorno digital los datos se “pueden obtener, almacenar y gestionar como nunca habíamos imaginado, y con la IA y su lógica de estadística inferencial podemos ponerlos a trabajar” no sólo para hacer cosas que nosotros hacíamos como seres humanos y hacerlas mucho mejor y más rápido sino también para “tratar de prever qué haremos y qué pasará” en el futuro. Es posible que pronto tengamos a los algoritmos como referente del siglo XXI (recordemos que podemos definir el siglo XIX como el de la literatura y el XX como el de la imagen). El único problema que los algoritmos pueden llegar a comportar menos imaginación.

Debemos hacer una labor de aprendizaje y otra de desaprendizaje para adaptarnos adecuadamente a estas nuevas realidades. “Sota, caballo y rey (…) Pero si la base son los datos y el caballo la Inteligencia artificial, ¿quién es el rey? El rey no ha cambiado: son las preguntas

Podemos tener muchos datos, podemos incluso ser capaces de transformarlos en información (lo cual reconozcamos que no es evidente ni fácil), podemos además disponer de los elementos que nos permitan tratar esta información sin sesgos de ningún tipo, pero finalmente no tenemos nada si no sabemos hacer las preguntas adecuadas. “no obtiene respuestas quien posee los datos, sino quien sabe hacer las preguntas”.

Genís que es antropólogo pone como ejemplo de buenas preguntas una que tiene que ver con su formación académica (el ángulo del desgaste molar de un homínido encontrado en un yacimiento) permite determinar si se trata de un carnívoro o un herbívoro y empezar a determinar de que época son los restos que estamos analizando. “De hecho, el ángulo de desgaste molar es el que empezó a interesarnos cuando entendimos que podía ser útil para contestar a esta pregunta concreta. Sota, caballo, rey: el rey son las preguntas (…) Hasta entonces se habían recogido cientos de datos, pero se habían contestado pocas preguntas.

En un momento en que los seres humanos disponemos de la capacidad para recopilar y procesar datos, hemos de darnos cuenta de que seguimos siendo los únicos capaces de formular preguntas. Una competencia que “no depende tanto de nuestra capacidad tecnológica como nuestra comprensión correcta de los problemas”. También de habilidades estrictamente humanas (y que han sido la base del desarrollo de nuestra especie) como la imaginación, la curiosidad, y la creatividad. Saber hacer las preguntas adecuadas es el paso necesario para obtener las respuestas.

Que las máquinas sepan contestar es una condición necesaria, pero no suficiente: alguien debe saber hacer las preguntas que nos retan como sociedad, como seres humanos, como especie” Y en esto que forma parte intrínseca de la evolución humana no parece que tengamos competencia… ni de las máquinas o algoritmos más potentes.