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Como todos sabéis hace algunos días se ha aprobado definitivamente por el congreso de los diputados el texto de la que todos hemos llamado Reforma Laboral y que todavía no se muy bien como denominar.

Por otra parte hemos vivido esta misma semana la «huelga general», asistido a unos hechos totalmente lamentables en Barcelona, (coincidiendo con el día de la huelga) y a un gran número de interpretaciones de todo tipo.

La última y más rocambolesca la escuché el pasado viernes por un comentarista que se permitía afirmar que los hechos de Barcelona eran la expresión de los nuevos actos revolucionarios del siglo XXI. O sea francamente inmpresentable. He oido, aunque no he podido escuchar, que una de las interpretaciones más ajustadas ha sido la realizada por Santiago Carrillo en la Ser.

No creo que la huelga tenga el más mínimo impacto en la reforma laboral. La huelga no ha sido más que un pacto de caballeros entre el gobierno y los sindicatos. A ambos ya les ha ido bien el resultado.

Mientras tanto os anuncio que recogiendo aportaciones de muchas de las lecturas realizadas sobre el tema en los últimos meses estoy escribiendo un artículo que publicaré próximamente y que me he permitido titular “la reforma real y la reforma imposible”.

Soy uno más de los que pienso que lo que finalmente se ha aprobado no va a crear las condiciones para un cambio sustancial en nuestro mercado de trabajo y que algo habrá que hacer, y pronto, si no queremos que la recuperación económica que más tarde o más temprano nos llegará nos alcance, una vez más, sin hacer los deberes que en esta materia resulta imprescindible hacer.