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Creo que podemos calificar como románticos o depredadores el comportamiento de los ciudadanos y el conjunto de las instituciones sociales y económicas ante la actual situación de crisis.

Tengo en mis manos el dominical del periódico EL PAIS del pasado domingo 27 de Noviembre. En el releo dos artículos que me parecen excelentes. El primero es el de Paul Krugman titulado “románticos, crueles y aburridos” y el segundo de Antón Costas en el que reflexiona sobre los que denomina depredadores de la actual situación económica porque actúan como éstos ante una manada a la que desean atacar. Los depredadores, como todos sabemos, dirigen sus esfuerzos a atacar directamente a los miembros más débiles confiando que la manada no se revolverá para defender a uno de sus miembros.

Ambos artículos son excelentes y ayudan a clarificar la situación en la que vivimos. Por otra parte aunque escritos hace algunos días toman su sentido después de las decisiones de cambio o “refundación” (ya veremos) que han tomado los líderes de la UE en estos últimos días. Podríamos decir que la actitud inglesa (probablemente legítima y defendible) de no aceptar el nuevo tratado tiene mucho que ver con la actitud de un depredador. Faltaría saber que opinaríamos todos los españoles si nos encontráramos en la situación del Reino Unido. Dejémonos de romanticismo, las decisiones económicas no se toman, normalmente, por romanticismo.

En el primero de los articulos se plantea una hipótesis en la que estoy totalmente de acuerdo. La marcha de Europa hasta una moneda común fue una decisión romántica y bien intencionada que precisaba o presuponía unas virtudes en el comportamiento colectivo y la existencia de un determinado liderazgo. Ninguna de las dos cosas se ha cumplido como estamos lamentablemente constatando. Respecto a los comportamientos está claro que estos podían haber sido manifiestamente mejorables y que tampoco hemos “gozado” del liderazgo requerido. Para que consigamos funcionar necesitamos homologar las políticas económicas, fiscales y laborales, definir un liderazgo, y crear herramientas y normas que permitan imponer sanciones y castigos a los que no cumplan la normativa ni sean virtuosos.

Algo parece haberse avanzado en este ámbito con los últimos acuerdos. Veremos en la letra pequeña del acuerdo. No sería la primera vez que se toman acuerdos “por romanticismo” o voluntaristas que finalmente se convierten en papel mojado.

Cada vez estoy más convencido de que la única solución pasa por un modelo más integrado, más intervencionista y por trasvasar capacidad política a los órganos europeos (que en todo caso precisarían algún tipo de reforma y de reestructuración que eviten duplicidades y reduzca las ineficiencias) unido a medidas incentivadoras que resuelvan los graves problemas que sufrimos y en particular el gran problema del desempleo.

Sin embargo no podemos olvidarnos de que los depredadores siguen ahí “analizando la manada” (en la excelente visión planteada por Antón Costas)  esperando al momento de atacar a los más débiles sí estos no son apoyados o soportados por los líderes y/o más fuertes. Y no nos olvidemos que todos somos también depredadores cuando intervenimos económicamente defiendo nuestros intereses particulares.