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He releído estas vacaciones un post publicado por Enrique Dans en su blog en el que hacía mención a un estudio que mostraba como los empleados que utilizan Internet de un modo razonable durante sus horas de trabajo para actividades personales o de ocio (estimándose razonable hasta un 20% de su tiempo total) son casi un 10% más productivos que aquellos que no lo utilizan.

La investigación realizada por la Universidad de Melbourne pone el acento en el hecho de que la causa fundamental que disminuye la productividad no es el acceso de los empleados a internet y las redes sociales sino que ésta uso no se encuentra integrada en la estrategia y en las formas de ser y actuar de la organización. 

La libertad de acceso a internet en el seno de las organizaciones hoy es una batalla claramente ganada. La conquista de las empresas por parte de las redes sociales parece inevitable, aunque es obvio que su implantación se mueve a diferentes velocidades en función de cada tipo de organización y del sector en que desarrolla su actividad. Por otra parte la movilidad y presencia on line permanente que ofrecen los dispositivos electrónicos de los que disponemos a nivel personal hace que en la práctica sea muy difícil impedir el acceso a la Red.

La implicación profesional no surge de la disciplina rígida sino de un clima laboral adecuado y de unas funciones y tareas motivadoras, recomendación extensible a cualquier ámbito y herramienta, no sólo las relacionadas con las tecnologías de internet.

No hay que sacar a internet y a las redes sociales de las organizaciones sino sino usarlas adecuadamente y ponerlas a trabajar para éstas.

En general las personas, también en nuestro rol de empleados de una organización, mostramos una tendencia natural a la comunicación y la interacción social que las organizaciones deben integrar en sus estrategias, tanto a nivel motivacional, como a nivel de competitividad.

El uso adecuado de las posibilidades que ofrecen las aplicaciones 2.0  pueden generar resultados tangibles en materia de reputación e imagen corporativa y también en ámbitos más concretos como la generación y fidelización de clientes y proveedores, la implementación de acciones de marketing, la búsqueda, selección y retención del talento, el desarrollo de nuevas iniciativas en el entorno corporativo, el incremento de la productividad, y el desarrollo de las acciones de responsabilidad social entre otras.

Hoy no es posible mantener que el uso y acceso a Twitter, Facebook y el resto de las redes sociales y profesionales en internet reducen la productividad de los empleados. De la misma forma que desde hace ya algunos años han sido superadas las restricciones corporativas al uso del teléfono móvil personal en el entorno profesional, hoy ya estamos en un entorno en el que sean inadmisibles y sin sentido las limitaciones corporativas al acceso y uso a los servicios en red y particularmente a las redes sociales.

Una persona irresponsable o desmotivada con su trabajo puede “perder el tiempo en internet” pero también en cualquier otra actividad sustitutiva de sus ocupaciones laborales. Todas las herramientas son valiosas para las empresas si se utilizan bajo un modelo de transparencia, responsabilidad.

En el siglo XXI constatamos que mientras que tradicionalmente las innovaciones llegaban primero a los entornos organizacionales y laborales para luego imponerse en nuestra vida personal, hoy con las nuevas tecnologías, internet y las redes sociales está ocurriendo lo contrario.

Mientras proseguimos con las discusiones sobre la pérdida de productividad y los efectos negativos que se pueden derivar de la no restricción en el uso de las redes sociales en las organizaciones el hecho fundamental es el de que pocas de ellas obtienen los resultados que deberían de alcanzar de su presencia en estos medios, entre otras cosas porqué muchas de ellos siguen pensando que su uso por parte de los empleados afecta negativamente a su productividad.