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Es probable que hoy necesitemos líderes y gobernantes capaces de distinguir entre decisiones y resultados.

Una de las cuestiones relevantes a la hora de afrontar un momento de crisis se deriva de la presencia o no de un marco laboral adecuado. Mientras que las empresas y organizaciones necesitan de la presencia de marcos legales seguros pero flexibles los trabajadores demandan equidad en el trato y protección. Y éstos son los elementos que deberían conformar la gran reforma laboral del siglo XXI mientras que nuestro marco legal, resultado de la reforma aprobada en 2022 y consolidada con las últimas disposiciones legales (entre ellas la relativa a la gestión del empleo), a pesar de sus avances, no parece que pueda ser denominada de esta forma.

Una reforma sobre la que ya me he manifestado en repetidas ocasiones en este blog y particularmente en http://pauhortal.net/blog/politica-postcovid19-y-reforma-laboral/

Frente a la tendencia cultural que tenemos en nuestro país dirigida a regularlo todo deberíamos de intentar articular un modelo que facilitase los criterios mínimos o básicos que diera autonomía de las partes para adaptarla e incluso diseñar  un modelo de control que impidiese los abusos. Una regla que sería perfectamente aplicable a las realidades que hoy vivimos en materia de jornada de trabajo, contratación temporal, fijos discontinuos, o los falsos autónomos.  

Para evitar o reducir los abusos sería conveniente analizar las causas por las que éstos se producen. Y no se trata sólo de pensar que los empresarios y directivos son de forma innata personas cuyo único objetivo es el incumplimiento de los requerimientos legales. Y ahí volvemos al dilema entre seguridad (legalidad) y flexibilidad (gestión) que necesitan las organizaciones y los criterios de equidad igualdad y protección que demandan los trabajadores. Mientras las primeras precisan tener mecanismos ciertos, rápidos y seguros para gestionar y adaptar sus plantillas a las necesidades de cada momento, los segundos necesitan entornos laborales y marcos legales que les permitan tener condiciones laborales y coberturas sociales satisfactorias.


Definidos estos criterios básicos es razonable pensar que el marco legal establezca criterios razonables en aspectos como: condiciones contractuales, compensaciones salariales, formas de trabajo, trabajo autónomo, participación en las organizaciones. etc.


Sin olvidarnos de la presencia de regulaciones dirigidas a sancionar las acciones discriminatorias distintas a las que se deriven de la capacidad individual, de regular la conciliación personal/profesional, o de definir el derecho a la desconexión digital entre otros. También podría ser conveniente definir criterios para reducir/minimizar la dualidad en las condiciones de trabajo, sobre las formas y condiciones en las que se puede prestar el trabajo a distancia, sobre la capacidad de regulación individual o colectiva de las relaciones laborales, y sobre la posibilidad de establecer criterios compensatorios diferentes en función del lugar de residencia.

No considero que este conjunto de temas se haya analizado suficientemente y mucho menos regulado en la normativa laboral en vigor.


Deberíamos de ser capaces de articular una normativa laboral que tuviera una mirada amplia y a futuro, basada en el consenso más amplio posible y que fuera independiente de la relación de fuerzas políticas que pueda existir en un momento determinado.


Una regulación que busque el equilibrio entre las necesidades y objetivos de cada una de las partes, que ofrezca las dosis de seguridad y flexibilidad necesarias y que se anticipe a los cambios que se prevén en el futuro más cercano, y que se fundamente en criterios de protección basados en la persona y no en el puesto de trabajo. Y para ello es necesario plantear y aceptar que el nivel de dualidad/discriminación en las condiciones laborales no es admisible ni perdurable en el futuro tomando en cuenta en todo caso que la homologación o convergencia en las condiciones no puede hacerse en base a criterios mínimos sino a aquellos que se consideren admisibles con carácter general.

Son muchos los problemas que hay que resolver, mucha casuística que estudiar. No tiene nada que ver el trabajo que realiza un temporero en el sector agrícola que un experto en Big Data. Y sin embargo ambos sectores por motivos diferentes tienen sus demandas que necesitan ser analizadas y atendidas. Esperemos que todos los actores que tienen que impulsar estas reformas se abstraigan del ruido de fondo y acaben por centrarse en lo importante.

Una frase que junto con el título de este post define, en mi opinión, de forma muy razonable la realidad de nuestro mercado de trabajo y que de forma acertada definía recientemente en el chat interno que tenemos en la FUNDACION ERGON www.fundacionergon.org uno de sus miembros con la expresión. “La política española hace muchos años que vive en su propia burbuja ajena a la realidad del país”.

Iñigo Sagardoy en un artículo accesible en https://www.expansion.com/opinion/2020/05/21/5ec6597fe5fdea137e8b45af.html formula los argumentos siguientes: “La flexibilidad, o mejor dicho, la flexiseguridad que fue el principio inspirador de la Reforma del 2012, es ahora más que nunca necesaria. Las empresas están pidiendo sin aliento, medidas que les permitan (dar viabilidad y continuidad) a su actividad económica, (empezando por buscar) alternativas al despido (y los procedimientos de los ERTE han sido un buen ejemplo)” Cualquier tipo de medida que pudiera ir en “la dirección contraria va a generar, primero, que las empresas que tenían previsto medidas laborales más traumáticas, nunca deseables, para evitar quiebras y suspensiones de pagos, adelanten sus planes, con lo que el empleo se resentirá por el temor a un cambio normativo más complejo. Y, en segundo término, que la salida de la crisis sea más dificultosa y tardía si cabe”.

Mientras tanto somos muchos los que nos formulamos muchas preguntas (recordemos aquello de que lo importante son las preguntas y no las respuestas) y de necesitamos líderes y gobernantes capaces de analizar los problemas y distinguir entre las buenas decisiones y los buenos resultados.

LLuis Juncà en el artículo Administración y gestión de crisis, por Lluís Juncà (lavanguardia.com) plantea la certeza siguiente: “La capacidad para tomar buenas decisiones es cada vez más valorada y necesaria en un mundo complejo y cambiante como el que vivimos. No sólo en el ámbito institucional, económico y empresarial sino también en el individual “. Debemos ser conscientes que esta capacidad “tiene que formar parte de las habilidades a desarrollar para encarar los retos del siglo XXI”.

Por cierto, terminar anunciándoos que sobre las preguntas (que nos formulamos) y las respuestas (que no obtenemos) referido a los efectos de la reforma laboral (transcurridos casi dos años desde su aprobación) publicaré un post en las próximas semanas.