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La reforma laboral, aun siendo positiva, no ha sido capaz de proponer respuestas a muchos de los problemas estructurales de nuestro mercado de trabajo.

En el primero de los post de esta serie accesible en Presente y futuro de la “reforma laboral” – Pau Hortal al margen de preguntarme si el texto final aprobado, (recordemos por unas circunstancias totalmente imprevistas en el Congreso de los Diputados), podía ser considerado como una verdadera reforma afirmaba que “ el objetivo de estas reflexiones no es otro que el de revisar su capacidad para responder a los retos que hoy tenemos frente a nosotros. Retos que además se ven impactados por los efectos y el impacto del conflicto que estamos viviendo en Ucraïna y que vamos a tener que tomar en cuenta en los análisis de impacto que se desarrollen en el futuro”.

Pues bien, no parece que al margen de que algunos de los resultados sean positivos (en materia de contratación y en un incremento de la flexibilidad) en la norma no podemos encontrar respuestas a las cuestiones siguientes.

  • ¿Qué hacemos para dar la mejor respuesta a la desvinculación cada vez más fuerte entre empleo y trabajo?
  • ¿Cómo debemos de tratar la flexibilidad para que ésta no genere precariedad?
  • ¿Cómo minimizamos el impacto que la desigualdad producida por condiciones laborales muy dispersas y diversas generan en los sistemas de protección?
  • ¿Qué cambios debemos de implantar para que los sistemas de protección social se vinculen a las personas y no a los puestos de trabajo?
  • ¿Qué debemos de hacer para que romper la línea de ruptura (que sigue siendo muy importante) entre los sistemas educativos y las necesidades sociales y económicas?

Prometo intentar responder a estas preguntas en nuevos post que publicaré en las próximas semanas. Mientras tanto recordaros que este tipo de cuestiones son las que nos planteamos en la FUNDACION ERGON y cuyos contenidos encontraréis en nuestra web www.fundaciónergon.org

Para terminar recordar, una vez más, que los cambios en las dinámicas de nuestro mercado de trabajo (transformación, digitalización) y los generados por la Covid-19 (que incluso adquieren mayor impulso por el impacto del conflicto en Ucrania) exigen el replanteamiento de las políticas de protección y que ahí  tenemos un largo camino por recorrer.

Dicho esto, es necesario también poner encima de la mesa el problema endémico relacionado con la falta de comunicación y de relación entre los sistemas educativos y laborales en nuestro país. Aunque el problema tiene muchas derivadas, algunas de ellas de carácter estructural, deberíamos de tomar en cuenta el modelo suizo, en el que el 90% de los jóvenes ya han pasado por una experiencia laboral a los 16 años. Y hacerlo apostando por superar el debate entre FP y Educación Universitaria y por potenciar la adquisición de competencias adaptadas a las necesidades del mundo laboral que hoy tiene una fuerte componente digital y que da prioridad a las actitudes que a los conocimientos y aptitudes.