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Nadie hoy es capaz de poner en duda la necesidad de modificar los criterios y los planteamientos que definen a nuestras Políticas Activas de Empleo.

En el primer post de esta serie me refiero a las diversas reflexiones que sobre la gestión de estas Políticas he escrito en este blog y particularmente os invitaba  a leer el post https://pauhortal.com/pecados-capitales-en-la-gestion-de-las-politicas-activas-version-2023/ en el que me refiero a los 5 Pecados capitales que no deberíamos de cometer en la gestión de las Políticas Activas de empleo.

Siguiendo este mismo criterio de “5 pecados capitales” y admitiendo que hay “otra manera de hacer las cosas” y en la línea de los criterios definidos en la sesión celebrada recientemente en Esade (Madrid) accesible en ¿Qué funciona en las políticas activas de empleo? Explorando avances en la colaboración público-privada  – Ingeus  abogo por promover ámbitos en los que se desarrolle y consolide la colaboración público-privada. Asignando a cada ámbito el rol para el que, sin duda, resulta más competente tanto desde el punto de vista formal como real. A saber: la definición, diseño y control por parte del Sector Público y la ejecución de las mismas por parte del Privado.

Una vez establecido este criterio básico es necesario destacar que esta colaboración -para que sea exitosa y aporte valor- exige un cambio cultural relevante por parte de ambos actores y específicamente la ruptura del miedo atávico que desde el Sector Público se tiene a lo que lleva el adjetivo de privado. De igual forma y bajo estos mismos planteamientos creo que no tiene ningún sentido entrar en entornos de competencia/competitividad.

Bajo estos criterios os propongo a continuación los “5 pecados capitales” que no deberíamos de cometer al implantar mecanismos para el desarrollo de esta colaboración.

El primero: No definir claramente el marco de colaboración. Aunque el número de actores sea relevante (como por otra parte lo es en el resto de los países de la UE) debemos reducir al mínimo los problemas de gestión que se derivan del actual marco competencial “oscurecido” por la presencia de intereses políticos que muchas veces son contraproducentes y que exceden del marco técnico en el que deberían de desarrollarse las políticas activas de empleo. Creo que la nueva Ley de Empleo ofrece una excelente oportunidad que no deberíamos de desaprovechar. Una “colaboración” que debe de hacerse con “luz y taquígrafos” y ha de tomar en consideración la necesidad de trabajar con criterios a medio/largo plazo lo que supone sustituir el modelo de subvención por el del concierto.

El segundo: Mantener estructuras organizativas rígidas y poco innovadoras. La intermediación pública destaca por desarrollarse con unos criterios organizativos que hoy no se ajustan a la realidad y a las necesidades de los usuarios. Unos problemas agravados como consecuencia de nuestra específica distribución territorial basada en una estructura central y 16 diferentes actores que actúan en un marco competitivo sin un análisis real ni de las buenas prácticas ni de un proceso común de revisión de los procesos y de las actuaciones.

El tercero: No tener en cuenta las necesidades del mercado. El conocimiento que tienen los agentes públicos sobre la gestión de las personas y sobre las dinámicas empresariales y las del mercado de trabajo son claramente ineficientes. Conocer el mercado significa desde saber cómo son las organizaciones hasta entender las tendencias económico-productivas, y las necesidades de los diferentes actores.  

El cuarto: Poner el foco en los procesos sin tener en cuenta ni los resultados alcanzados ni la perspectiva de la aportación de valor. La intermediación está hoy claramente burocrátizada. No es lo mismo gestionar prestaciones (desempleo, rentas mínimas etc) que tratar y orientar a las personas. Un aspecto que ha sido reiteradamente formulado por la AiERF y por el Instituto Cerda (entre otros) en sus informes sobre la gestión y el gasto en políticas activas. A modo de ejemplo la mayoría de los planes de empleo siguen sin admitir como válidas las alternativas profesionales que los especialistas definen como “nuevos formatos laborales”. Debemos utilizar las herramientas tecnológicas no solo para analizar los resultados en términos estadísticos sino para saber lo que hemos hecho, como lo hemos hecho y actuar en consecuencia.

El quinto: No aplicar criterios de especialización en la gestión. También en el ámbito del empleo la especialización favorece la eficiencia y una mejor gestión de los recursos. Este aspecto ha de ser uno de los centrales en el proceso de colaboración público-privada y hoy ya nadie pone en duda que son las entidades sociales y algunas iniciativas empresariales específicas las más adecuadas para gestionar los procesos de intermediación en determinados entornos especiales o incluso con los colectivos en riesgo. También hay agentes privados que obtienen mejores resultados en los procesos de orientación e inserción dentro de sus ámbitos de especialización. No obstante, las reticencias continúan.


Podemos cambiar los procesos e implantar mucha tecnología, pero si no cambiamos las estructuras y los elementos culturales seguiremos igual. Un ejemplo: ¿Qué nos impide pasar del modelo de subvención al del concierto?


El resultado final es de todos conocido. A pesar de que existe un elevado consenso en el diagnóstico que propongo en estas reflexiones no parece que hagamos mucho para tratar adecuadamente al enfermo. Ellos supone pasar de los diagnósticos basados en buenas intenciones a las acciones concretas, ser transparentes en los que hacemos, no tener miedo a equivocarnos y generar un marco de confianza entre las partes.

Podemos darle muchas vueltas al diagnóstico, pero seguiremos sin abordar la raíz del problema mientras no seamos capaces de implementar un modelo flexible de gestión de las políticas activas, donde se prioricen en su correcta dimensión las perspectivas exclusivamente, bajo criterios de coordinación válidos y razonables y dotadas de mecanismos objetivos de validación y valoración de sus resultados.

Soy plenamente consciente de las dificultades y de que no será fácil, pero es nos jugamos mucho en ello.