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En título de este post es una frase atribuida a Einstein y parte central del discurso de Hilary Clinton en una de sus primeras reuniones con los líderes europeos como Secretaria de Estado de los EEUU. Deberíamos de aprovechar las crisis para promover el cambio.

Más allá de que la frase me parece acertada os comentaba también que posteriormente a su lectura había descubierto que Hilary se había inspirado en Albert Einstein quién ya hace algunos años expresó el pensamiento siguiente: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. Una crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y a los países, porque la crisis trae progresos” Y finalizaba mi comentario haciendo mención al talento.

En esta nota, aunque sea bajo el mismo título, deseo referirme al debate que se ha suscitado recientemente en los medios sobre la posibilidad e idoneidad de hacer las reformas que todo el mundo sabe que nuestro mercado de trabajo precisa (más allá de que por cuestiones estratégicas o por necesidades a corto/medio plazo algunos no sean capaces de reconocer).

He leído, en las últimas semanas, a tres líderes económico/sociales de nuestro país argumentar en los tres sentidos posibles: a) que es bueno o necesario hacer las reformas en este momento, b) que es mejor dejarlo todo igual ahora y hacer las reformas cuando la situación despunte y c) la opinión de que las reformas sólo hay que hacerlas cuando nos encontremos en un nuevo entorno económico.

Apropiándome de las reflexiones de Einstein me inclino por la idea de que las reformas hay que hacerlas en el momento en que estas se constatan como necesarias y por tanto, como otros muchos, creo que el hecho de que hayamos destruido más de un millón de empleos en este país en el transcurso del último año (y con unas previsiones de alcanzar otro millón más a lo largo del presente) a alguna reflexión nos debería de llevar.

Sin embargo creo que la experiencia nos dice, y esto no es nada bueno, que hemos perdido una excelente oportunidad (en los años anteriores de bonanza) para enfocar reformas que hoy hubiesen –estoy plenamente convencido- reducido el volumen de pérdidas de empleo y que favorecerían la contratación en el momento en que se inicie el cambio de ciclo. Sobre ello he escrito recientemente en este blog.

Es indudable que el espíritu al que estamos tan lamentablemente abocados, en este país que se resumen en las frases tan nuestras de “vuelva Vd. mañana” o en su versión “mañana será otro día” no resultan la mejor receta para enfocar la situación del mercado de trabajo.

Ah…..y cuando hablo de reforma, de no desaprovechar la crisis, no me refiero simplemente, que también, al debate sobre las formulas de salida del mercado de trabajo y las prestaciones vinculadas a ellas. Me refiero a reformas de calado que impidan la existencia de una “cultura social” que todos reconocemos existe y que, por ejemplo, ha llevado a un reconocido diputado socialista a referirse, recientemente, a las prestaciones por desempleo como “un derecho” al que todo trabajador tiene opción a acceder y usar. Y supongo que todos mis lectores entendereís que no no pretendo con ello cuestionar el derecho a la prestación sino enfocar el problema de forma correcta y adecuada en la medida que ésta debe vincularse necesariamente a una actitud proactiva de búsqueda en el mercado de trabajo.

Es evidente que, al margen de algunas reformas que son estrictamente necesarias para afrontar los retos que nos depara el futuro, debemos también hacer cambios sustanciales sobre la cultura social del trabajo y del esfuerzo imperante en nuestra sociedad sí de verdad queremos enfrentarnos con éxito a los retos que nos depara el próximo futuro.

Cuando la confianza en el futuro se ha convertido en un bien escaso es bueno recordar de nuevo el mensaje de Albert Einstein. “La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche. Es en la crísis donde nacen la iniciativa, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia”.