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Somos muchos los que creemos que deberíamos de preocuparnos de la presencia de un posible conflicto generacional.

Hablar de generaciones está de moda. Muchos debates familiares acaban hoy analizando este problema, entre otras razones porque el incremento de la longevidad hace que en muchos entornos familiares puedan incluso llegar a coincidir 4 distintas generaciones.

Apelar al hecho generacional ha devenido habitual en la discusión pública. No es solo una moda (aunque algo de ello hay en la utilización exagerada de las generaciones como factor que lo explica prácticamente todo).  España vive desde hace años un momento de cambio generacional que propone el replanteamiento de los conceptos que han tenido un carácter clave para la generación que vivió e impulso la transición política de finales de los 70 y que se consolidó en los 80 del siglo pasado. Hoy son los hijos de esta generación los protagonistas.


Vivimos el primero de los momentos de la vida humana en el que la única certeza es la de que no existen certezas absolutas.


Acabamos de vivir una pandemia (contra la que nos hemos mostrado capaces de encontrar soluciones en un plazo impensable con anterioridad) y vivimos actualmente un conflicto en Europa que era totalmente imprevisible, hace tan sólo unos meses.

Conviene tener presente que hoy ya son más de mitad de los españoles los nacidos con posterioridad al año 1976. En otras palabras 24 millones de individuos de 45 años o menos. Son la generación central, la dominante, que nos está sustituyendo a todos aquellos que podemos ser considerados como hijos de la postguerra. “Esta sustitución no constituye sólo un hecho biológico, ineludible, sino que implica una traslación de horizontes vitales, de valores, de anhelos comunes. Al fin y al cabo, una generación no es solo un grupo de individuos que se definen por haber nacido en un período de tiempo similar, sino (y este es el sentido último de las generaciones) que se identifican por haberlo hecho en un contexto histórico determinado, que les ha dotado de una “marca generacional” y que les caracteriza como grupo.”

Y de ahí la primera pregunta y que es la que incorporo como título a estas reflexiones…. ¿Vivimos en un contexto de una posible guerra intergeneracional?  y la segunda…. ¿Qué va a ocurrir con la nueva generación (los nacidos en el cambio de siglo) que ya estan empezando a acceder al mercado de trabajo? Recordemos que estamos en pleno debate sobre la gestión y distribución de los recursos públicos, por la definición del marco cultural, por la concreción de necesidades y prioridades, y consecuentemente por el control político. 

Formo parte del colectivo convencido que el posible conflicto se fundamenta en la pervivencia de un estatus generacional que da prevalencia a los mayores sobre los jóvenes, que han de enfrentarse a un futuro con una perspectiva de reducción de las coberturas colectivas y sociales. Una situación en la que el mantenimiento de los privilegios a los que hemos accedido la generación nacida en los 60 conlleva un tapón para las aspiraciones de las generaciones nuevas. Una situación que si tiene una expresión concreta es la del debate sobre las pensiones.


Ninguna generación tiene en sus manos las riendas de su destino, como fabula cierta mitología.


Más bien cada generación es prisionera de sus circunstancias, con la que no le queda más remedio que llegar a un cierto acuerdo. Los nacidos en el periodo democrático, criados en el “si quieres, puedes” y la oferta supuestamente inacabable de productos y experiencias, se han dado de bruces con una realidad menos amable de la que podían esperar. Una situación mucho más compleja que probablemente les llevará a no poder mantener algunas de las conquistas sociales con la que hemos disfrutado la generación anterior. Vivimos en momentos de más incertidumbre, más ásperos y difíciles. Pero yerran si nos hacen responsables a nosotros.

Nota final: Las reflexiones que formulo en este artículo están inspiradas en el las formuladas por Oriol Bertomeu en un artículo publicado en el Pais accesible en Oriol Bartomeus: La falsa guerra entre generaciones | Opinión | EL PAÍS (elpais.com)