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Como cada año, a finales del mes de Enero, se ha celebrado en Davos la Asamblea del Foro Económico Mundial.

Una reunión que creo que es un buen termómetro para analizar por dónde van las cosas en este mundo tan complejo que nos está tocando vivir y que acaba de confirmar que esta complejidad no hace sino acrecentarse. Un foro que ha reafirmado que seguimos en un momento de crecimiento económico sostenido a nivel mundial,  pero que ha constatado que este desarrollo no se está aprovechando para crear mecanismos o sistemas que eviten, reduzcan o minimizen los riesgos de “crisis” y que no se está resolviendo (sino probablemente al contrario) las desigualdades sociales, económicas, individuales etc,

He aquí algunas de las conclusiones más un conjunto de reflexiones que he obtenido del conjunto de artículos que se han escrito sobre resultados del Foro a los que he tenido acceso por fuentes diversas:

Vivimos en una coyuntura muy favorable desde el punto de vista económico.

Aunque el impacto de la situación es muy positiva es necesario evitar caer en la complacencia porqué como ya sabemos en materia económica los ciclos indican que si no se hace el trabajo necesario en los tiempos como los actuales (lo que ocurre muy a menudo) las “cosas sólo pueden ir a peor”. Excesivo endeudamiento, una situación de competencia sin referentes anteriores, la presencia de nuevos actores (la economía china entre ellos) más la presencia de nuevos riesgos (tensiones geopolíticas, desigualdades sociales, el cambio climático, el terrorismo, los ciberataques) son riesgos que hacen que las sociedades, organizaciones, empresas e individuos estemos mucho más expuestos a situaciones fuera de nuestro control.

Una contradicción evidente porque esta situación favorable se produce en un entorno donde los problemas y riesgos de todo tipo son cada vez más presentes y visibles.

Estamos iniciando un cambio en el concepto de globalización.

La globalización, uno de los motores de la economía mundial en los últimos años, y que ha hecho mucho por la mejora de la situación social y económica de muchos miles de millones de seres humanos está francamente en retroceso. Una vez más lo que está ocurriendo es la muestra del “péndulo” en el desarrollo de la humanidad y de la estrategia de “dos pasos para delante y uno para atrás”. La presencia de Trump en la escena mundial y la consolidación de las corrientes populistas y nacionalistas en muchos países del mundo están generando un modelo económico, social y político cada vez más fragmentado, en el que convivirán diferentes modelos, valores regulaciones y bloques. Lo que está ocurriendo con el control de internet y de las redes sociales en diferentes entornos del mundo hoy no es más que una muestra de esta tendencia a la división y a la permanencia de tensiones territoriales, ideológicas, religiosas etc que actúan como freno a un proceso de globalización y homogeneización que parecía imparable.

Un proceso que además tiene como corolario el que una lucha (en este caso incruenta) a nivel mundial por convertirse en el mejor territorio para el establecimiento y desarrollo de nuevas actividades económicas. Según se destacó en la reunión EEUU es, con diferencia, el mercado más atractivo para invertir y parece haber desplazado definitivamente a China de la posición que ocupó durante muchos años. El efecto Trump no sólo no ha debilitado esa tendencia sino que la ha reforzado, gracias, entre otras razones, a un nuevo modelo de fiscalidad mucho más favorable. Algo parecido ocurre con la India gracias a la existencia de un mercado de trabajo muy flexible integrado por millones de personas con un alto nivel de desarrollo y formación.

Y a además plantea una elevada dosis de escepticismo hacia el control que pueden llegar a realizar las grandes empresas tecnológicas. Es indudable que el control sobre los datos, comportamientos y motivaciones de sus usuarios que hoy ejercen grandes compañías cuyos nombres tenemos todos en mente ha de ser regulado y acotado. Lo que pone encima de la mesa el hecho de que algunas de las expectativas depositadas en la red y en las nuevas tecnologías fueron exageradas.

Las nuevas tecnologías están ahí, se quedarán entre nosotros y modificarán sustancialmente muchos de los hábitos y entornos humanos.

Las tecnologías emergentes (big data, inteligencia artificial, blockchain…) no son simples hipótesis o experimentos: han llegado para quedarse. Algunas de ellas, como la inteligencia artificial, van a sufrir muchos frenos en la medida que suponen la pérdida de un volumen muy relevante de los actuales puestos de trabajo. Un ámbito al que estoy dedicando muchas reflexiones en mi blog en la medida que considero que es, probablemente, el impacto que más nos costará asumir y aceptar como especie. En este sentido os invito a visitar por ejemplo http://pauhortal.net/blog/el-futuro-del-empleo-ya-esta-aqui/

Un proceso que generará grandes tensiones sociales pero que paralelamente generará un mayor desarrollo industrial, mejoras en la eficiencia en la gestión de los recursos, un incremento de los niveles de competitividad, y la creación de nuevos puestos de trabajo que pueden, de alguna manera, compensar los inpactos negativos iniciales.

La imperiosa necesidad de cambios radicales en los procesos formativos.

La educación es un problema pero es probablemente la única solución. Tomemos nota de lo que ocurre, por ejemplo con la India (cómo he destacado en el párrafo anterior). Resulta una evidencia reconocida por todos que los sistemas educativos de todo el mundo no están preparados ni adaptados para dar respuesta a las nuevas demandas que los procesos de trasformación y cambio en los puestos de trabajo que exige el nuevo orden digital. Aunque ha sido una constante histórica el hecho de que hoy los jóvenes lleguen al mercado de trabajo con habilidades que no se necesitan y con carencias en los ámbitos de las actitudes, habilidades y competencias (empezando por la de la flexibilidad) es un hito de una gran gravedad y que va a suponer una rémora para que muchas sociedades desarrolladas sigan siéndolo y no pierdan el tren de la innovación.

De ello se deduce la necesidad de cambios en los modelos educativos para centrarse más en los ámbitos “soft” que en los “hard”, en la necesidad de acercamiento entre el mundo empresarial al educativo (que ha de dejar de ser la burbuja que se alimenta a si misma) y en la obligación de que las empresas inviertan  más en formación interna para adecuar los perfiles a las nuevas demandas de la economía digital.


Unas conclusiones que confirman a esta cumbre como un acontecimiento de referencia para «tomar la temperatura» del mundo en que vivimos. Una reunión que facilita la tarea de entender por donde vamos,  y que muestra como estamos empezando a construir un mundo cada vez más complejo, diverso, menos global pero más interconectado. Una realidad a la que todos, desde los estados, grandes y pequeñas organizaciones, e individuos debemos de adaptarnos.

En este sentido creo que puede ser interesante recordar lo publicado por Jordi Sevilla en El Mundo el pasado 4 de Febrero en el artículo «Davos y la gobernanza del cambio». «Si para que las empresas incorporen las nuevas tecnologías, hace falta que acometan un importante cambio cultural y organizativo interno, ¿qué cambios no hará falta hacer en la sociedad? Estos son los asuntos sobre los que me gustaría escuchar a los políticos democráticos, incluidos los españoles. Porque si no lo hacen, solo oiremos a los asistentes a Davos y a los demagogos.”

Las cosas están ahí y nos guste o no lo que estamos viviendo hace todavía más visible la necesidad de líderes que dirijan este proceso.