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Es indudable que vivimos en un contexto en el que la inseguridad laboral es una marea cada vez más extendida en todo el mundo por lo que se va haciendo más necesario “trabajar” con una nueva mentalidad.

Una nueva mentalidad, una nueva forma de gestionarse a uno mismo en la que la actitud de compromiso personal con la tarea que desarrollamos y la capacidad para enfrentarse a los cambios se convierten en factores clave para el éxito profesional.Y, ¿no son éstas las características o competencias que se requieren a un emprendedor?:

 ¿No será que es necesario plantearse la gestión de la carrera profesional como si de una actividad “emprendedora” se  tratara?

En el actual contexto social y económico, los términos temporales de una relación contractual van perdiendo importancia. La gran mayoría de los empleos en el sector privado son precarios, sea cual sea la fórmula de contratación. (Si el empleo es temporal, es probable que pueda ser resuelto a su término por causas no relacionadas con la aportación del profesional; si es indefinido, nada garantiza que, a corto o medio plazo, no sea resuelto por cualquier causa).

El compromiso de continuidad en el empleo es algo que ninguna compañía ni organización puede asegurar permanentemente.

Hoy ya no sabemos si el drama es que todo el trabajo es precario o que sencillamente no nos hemos hecho a la idea de que ya no hay nada laboralmente seguro y permanente (a excepción, por el momento, del trabajo para la administración pública). Ni el empleador ni el empleado saben lo que va a ser de ellos a medio plazo. Lo único ciertamente seguro es que para “fabricar” algo es necesario un menor número de horas de trabajo humano. O, lo que es lo mismo: no es que disminuyan los puestos de trabajo, es que probablemente disminuya el trabajo en sí mismo.

¿Estamos condenados a la catástrofe? La respuesta es, o debe ser, negativa. Lo que necesariamente se impone es un cambio de mentalidad y de actitud frente al trabajo ya que para nosotros, y parece que, sobre todo, para la próxima generación (la de nuestros hijos que hoy están iniciando su vida profesional), lo que es posible esperar es algo muy distinto de lo que hemos estado acostumbrados a vivir.

La generación de nuestro padres vivió en un contexto en el que las condiciones para el éxito profesional se resumían en un título académico, experiencia en un puesto similar al que se aspiraba, capacidad profesional, un buen contacto y la adhesión incondicional a la organización en la que era factible y previsible desarrollar una larga trayectoria profesional. Es decir una carrera por toda la vida. Nosotros, nuestra generación, hemos estado en el medio, empezamos a trabajar en este contexto y nos hemos tenido que adaptar a una situación y a unas circunstancias completamente diferentes. Nuestros hijos van a vivir en un escenario completamente distinto, donde el proceso de cambio va a ser permanente.

Y este cambio va a exigirles una flexibilidad y una capacidad de adaptación totalmente impensables para la generación anterior. Una vez más volvemos a los principios innatos a la actividad emprendedora.

Hoy ya no es posible plantearse el desarrollo de una carrera profesional como un camino previsible en una función, tarea u organización. Los requisitos “tradicionales” no son irrelevantes pero tampoco son únicos. Los nuevos, los que van a marcar el éxito en una carrera profesional son: la capacidad personal y profesional, la flexibilidad para adaptarse al cambio, un ejercicio permanente de actualización y “empleabilidad”, la consecución de resultados y la capacidad de saber estar en “el lugar adecuado en el momento adecuado”, o lo que muchos denominan “suerte”.

El profesional que desea gestionar “su carrera” debe diseñar su “cartera de productos” y elaborar un plan de marketing. Para ello, será necesario que se enfrente objetivamente a preguntas como: ¿Sabría explicar de una forma conveniente por qué ha abandonado o desea abandona su actual puesto/empresa? ¿Es capaz de dar una respuesta a preguntas sobre las causas de su estancamiento profesional en su actual organización? ¿Sería capaz de exponer de una forma concreta sus objetivos profesionales? ¿Cuáles son los logros que ha conseguido en su actual etapa profesional?, etc. Es por todo este conjunto de motivos por los que me atrevo a proponer que la gestión de la carrera profesional se asemeja, cada vez más, a la que desarrolla un emprendedor.

No será por esto que, unido a otras causas como las dificultades de incorporación al mercado de trabajo, muchos jóvenes optan ya directamente por iniciar su vida profesional como “emprendedores”.

Otro de los factores que abundan en el mismo sentido proviene del análisis que podemos hacer de los medios de búsqueda de que dispone un profesional en el mercado de trabajo. Cada vez es más evidente que –salvo situaciones especiales y puntuales como las procedentes de la burbuja tecnológica de finales de la década de los 90- la mayoría de las oportunidades profesionales, a cualquier edad y para cualquier tipología profesional, se encuentran a través de lo que se denomina “networking” o red de contactos.

Establecer, por tanto, una buena red de contactos puede ser un elemento esencial en nuestra vida, tanto personal como profesional, a la vez que se convierte en la herramienta de marketing más barata y eficaz, siempre y cuando sea utilizada apropiadamente. No nos conviene olvidar que la existencia de un producto y servicio de calidad y el buen uso de la red de contactos han sido, tradicionalmente, los factores que ha condicionado el éxito o fracaso de un emprendedor que inicia una nueva actividad empresarial.