Tiempo de lectura: 4 minutos

Hoy constatamos como el uso de las herramientas tecnológicas en los entornos formativos se ha incorporado al debate social.

Por ello me propongo en este post formular una serie de reflexiones, reconociendo de entrada, que sobre este tema tengo una alta motivación/interés por el aprendizaje ya que reconozco que no soy un especialista como por otra parte ocurre con el 90% de las personas con las que he podido conversar sobre él en las últimas semanas. Lo que no es óbice en todo caso para que pueda formular algunas reflexiones que espero sean de vuestro interés.

Recordemos que las divergencias sobre este asunto son claras si tomamos en cuenta las dos posiciones extremas. El caso más paradigmático es el de Francia, que conviene recordar, desde 2018 mantiene la prohibición de uso del móvil en la escuela hasta la educación secundaria. Frente a esta realidad tenemos otros entornos como el Reino Unido. Por ahora nosotros nos debatimos en lo que conviene hacer.

El debate es de órdago. Los que abogan por la prohibición lo hacen a pesar de reconocer que cierran los ojos ante una realidad social incontestable. Piensan que de esta forma apuestan por un desarrollo más integral de los jóvenes (aunque los resultados sólo podrán comprobarse dentro de un largo periodo de tiempo) y evitarse los problemas que la no prohibición supone. Han decidido no facilitar «entornos controlables» en los que los “nativos digitales” dispongan de elementos que les «enseñen» a hacer uso de estas herramientas. Tienen el riesgo de convertirles en analfabetos digitales que no sabrán (o aprenderán fuera del sistema educativo) a aprovechar sus capacidades. Mientras tanto los que abogan por la posición contraria (libertad absoluta) se enmarcan en un contexto de mayor flexibilidad y permisividad. Una posición que tampoco asegura que su uso sea el adecuado. En este posición se aboga por permitir un contacto permanente con los entornos familiares, aprovechar las herramientas para la búsqueda y la gestión de la información e integrarlos en las dinámicas de aprendizaje.

De entrada, deciros que soy contrario a las prohibiciones ya que, como he expresado muchas veces, nos enfrentamos a nuevas herramientas ante las que no es posible poner puertas al campo. Por otra parte deciros que, aunque el tema sea de una alta complejidad, hay que abordarlo para encontrar entre todos las mejores soluciones posibles. Recuerdo en este momento lo ocurrido, a principios del siglo XXI, sobre las prohibiciones de acceso a la web en los entornos educativos y profesionales.

Debemos afrontar la realidad y decidir lo que vamos a hacer de una forma consciente asumiendo los riesgos y las consecuencias/resultados de nuestras decisiones. Podemos decidir restringir su uso en los centros educativos. Si hacemos esto es posible que el resultado final sea el de que nuestros jóvenes se enfrenten a la tecnología con hándicaps similares a los que tenemos las generaciones seniors. A saber: incapacidad de manejo del correo electrónico, dificultades para la búsqueda de información, la instalación de aplicaciones o simplemente las relaciones personales, la caída en las redes informativos productoras de fake news, y la carencia de las habilidades mínimas para aprovecharla de forma adecuada.

Mientras tanto el sistema educativo se enfrenta a un grave problema. Su incapacidad para facilitar los conocimientos,  habilidades y competencias que han de permitir a nuestros jóvenes enfrentarse a un entorno vital y laboral en un proceso de cambio brutal. Creo que ignorar que la tecnología será una variable esencial en este nuevo entorno es probablemente un error. Aunque soy consciente de que la libertad de uso tampoco asegure lo contrario.

Un planteamiento (el de la libertad controlada) que debería de analizarse y revisarse de forma permanente. Recordemos que la función educativa supone también facilitar los medios, las herramienta y los conocimientos para su uso. Hace una generación eran un profesor/a un libro, una pizarra un lápiz/bolígrafo y una hoja de papel. Hoy también un móvil/smartphone.

Admitiendo que se trata de una herramienta más compleja que el lápiz/bolígrafo deberíamos ser capaces de innovar en nuestros sistemas educativos para que esos niños, además de jugar, de entretenerse y de comunicarse mediante sus dispositivos, sean capaces de sacarles partido cuando necesitan información, quieran acceder al aprendizaje o cuando desean comunicarse o colaborar con otros. Lo contrario, es probablemente irresponsable, retrógrado y además estúpido. Ganaríamos mucho socialmente si los gobiernos, las instituciones educativas, la sociedad y los padres entendieran lo que está en juego aquí.

Mientras tanto y desde mi desconocimiento sobre los temas educativos considero que el espectáculo que estamos ofreciendo en el país con respuestas diferentes a nivel de cada una de las comunidades autónomas basadas en criterios electoralistas y cortoplacistas en uno más de los errores que no deberíamos de permitirnos y mucho menos apoyar.

PD1… las reflexiones que incorporo en este post están inspiradas, aunque no sean totalmente coincidentes, con las que formula Enrique Dans en Prohibir los smartphones en los colegios es profundamente retrógrado » Enrique Dans

PD 2……en el momento de redactar este post (18/01) me doy de bruces con el post que publica hoy mismo Enrique Dans accesible en Móviles y colegios: el problema de contradecir a la mayoría » Enrique Dans. Aquí tenéis la transcripción de los mensajes que considero más relevantes. Las prohibiciones son “un error tremendo, porque las cosas no mejoran con las prohibiciones, ni aislando artificialmente los entornos educativos del resto de la sociedad. Lo que la mayoría de la sociedad está haciendo es confundir la peligrosidad de un dispositivo (…) que está desarrollado por empresas completamente irresponsables para generar adicción, con la supuesta necesidad de construir un muro a su alrededor, de privar de su acceso a los jóvenes. Y eso es una barbaridad. Porque si se hace, lo que se consigue es que ese acceso se dé de manera incontrolada, carente de criterio y sin ningún tipo de protección»

Estoy plenamente de acuerdo con Enrique en su visión al respecto de que si esta herramientas van a formar parte de la vida de nuestros jóvenes es fundamental aprender a utilizarlas correctamente. «La educación nos protege, la prohibición nos desprotege”

Si un dispositivo puede ser nocivo “pero va a ser algo que vamos a utilizar durante toda nuestra vida, lo que hay que hacer no es prohibirlo (…) sino educar en su uso. Enseñar a los jóvenes a controlarlo, a entender los mecanismos que fomentan su adicción, las estrategias en las que las compañías los convierten en esclavos o consiguen sus datos personales, la forma de buscar información de manera eficiente, o las herramientas con las que pueden contrastar fuentes. Básicamente, educar en el uso de una herramienta que, por mucho que la prohibamos, no va a desaparecer».

No podemos escondernos y no asumir nuestras responsabilidades.