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Los cambios en las dinámicas de consumo que estamos viviendo se están produciendo al margen de la crisis sanitaria, del conflicto bélico, de todos los procesos de digitalización, o como consecuencia de ellas. Unos cambios dirigidos a sustituir la propiedad de los bienes por el uso de los mismos.

Unos comportamientos que pueden ser consecuencia de dos hitos. El primero deriva de la presencia de una mayor responsabilidad y conciencia medioambiental de las nuevas generaciones, mientras que el segundo tiene su fundamento en la falta de capacidad económica. Estamos asistiendo a la puesta en marcha de nuevos formatos laborales basados en condiciones de alta flexibilidad y nula seguridad, niveles salariales que impactan en la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, está acelerando estos comportamientos. Si sumamos todos estos factores el escenario cambia de forma radical obligando a las organizaciones y empresas a cambiar sus respuestas relativas a los servicios y productos que ofrecen al mercado.


De hecho, hemos iniciado un camino sin retorno hacia un cambio de mentalidad contraria a la propiedad y favorable al pago por uso.


Algo que en los entornos urbanos es mucho más acusado pero que también está llegado a los entornos rurales y que se refleja en la pérdida de valor social de la propiedad (largo plazo) y su sustitución por el uso/disfrute (corto plazo). En la vertiente más ideológica, los jóvenes no sólo optan por el uso y no por la propiedad, sino que además suman una preocupación e interés creciente por mantener actitudes de consumo que puedan ser calificadas de sostenibles. No sabemos cuál es la causa y cuál la consecuencia pero es constatable que ambos aspectos se retroalimentan.

Los motivos tienen más que ver con un cambio cultural que como todos sabemos no se produce de forma brutal pero que igualmente puede llegar a ser imposible de reformular o revisar. Han sido muchas las grandes organizaciones/marcas que no supieron adaptarse a los cambios de comportamiento de sus usuarios/consumidores. Unos comportamientos que en el sector privado pueden comportar la desaparición de muchas empresas (Kodak, etc) o que muestran la ineficiencia de las del sector público. Lamentablemente no existe un elemento de medida para evaluar/valorar la eficiencia de las organizaciones en este ámbito.

Todas las organizaciones deberían hacer esfuerzos por conocer a sus clientes/usuarios y hacerles/hacerse las preguntas adecuadas: ¿Lo que ofrecemos interesa?, ¿Da respuesta a determinadas necesidades?, ¿Qué cambios se están produciendo en las actitudes de nuestros clientes/consumidores/usuarios? etc.


Las nuevas generaciones han modificado sus hábitos de consumo. Aunque nos quede mucho camino por recorrer la preocupación por el daño ecológico no solo afecta al reciclaje o a aspectos vinculados con el medio ambiente.


Tiene un punto de contacto mucho más profundo. Por eso lo importante para una organización no es tanto si tiene una estrategia digital, o si ésta es la adecuada, sino entender que el mundo realmente ha cambiado y en cuanto y en qué le afecta este cambio. Un cambio que se está produciendo, sin vuelta atrás posible, en todos los ámbitos: Desde el consumo alimentario, el del vestido, las licencias de software, el acceso y el uso de los bienes inmuebles, los viajes. También en los servicios públicos y los de carácter social/comunitario.

Hoy es posible acceder a la gran mayoría de bienes o servicios que demanda el ser humano a través de formatos de pago por uso (alquiler, suscripción etc). Unos comportamientos que ya se han consolidado entre todas las generaciones mientras que los desarrollos tecnológicos, incluida la IA, no hacen más que profundizar en este tipo de procesos. Y sólo hace falta que repensemos sobre lo que hay detrás de los cambios que hemos consolidado en los ámbitos de la información, la cultura o el transporte. Hay centenares de millones de personas que ya no compramos periódicos (accedemos a ellos a través de servicios digitales), música (usamos Spotify) y no vamos al cine sino que accedemos a ellas a través se servicios como Neflix. Hoy ya son muchos los jóvenes en el primer mundo que simplemente no tienen carnet de conducir… Unos ejemplos que cada vez serán más comunes entre nosotros.