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No tenia previsto volver a referirme a los temas referentes al diálogo social –por lo menos en este momento- pero la ruptura producida el pasado viernes y los comentarios que “ergo” ha incorporado en mi blog me motivan a continuar con esta temática. Lo dicho voy a seguir escribiendo sobre mercado de trabajo.

El mercado de trabajo de hoy no es ni mucho menos el mismo que cuando se generó el término ya que hemos podido constatar donde nos llevan algunas de las muestras de lo que hemos denominado “socialismo real”. En el siglo XXI estamos ya «de vuelta» de algunas experiencias «teóricamente maravillosas» pero que resultan inviables para un desarrollo social.

Supongo, por último, que en un mundo feliz sería posible implantar de forma global el sistema desarrollado por ejemplo en Marinaleda, (y que por cierto hoy se describe en un articulo en El Mundo) pero como todos sabemos mientras estas “experiencias sociales y económicas” son perfectamente válidas y aplicables en pequeñas dimensiones, resultan –por lo menos hasta este momento- imposibles de implementar de forma global.

Llevo probablemente casi 30 años trabajando en contacto directo con este tipo de realidades de los que particularmente los últimos 20 estudiando, reflexionando y analizando y ¿porqué no?, intentando comprender tanto los mecanismos del mercado de trabajo como los intereses y las motivaciones de los diferentes actores que intervienen en él. Por ello creo que es el momento en que:

Debemos dejarnos de cuestiones ideológicas, ir y analizar la realidad, ver lo que ocurre y hacer un análisis realista de cómo es nuestro mercado de trabajo.

Y, lo que ocurre en este momento es que: a pesar de que sigue creciendo el desempleo (los datos de población activa así lo muestran), que se mantienen los datos de dualidad perversa de nuestro mercado de trabajo, y que a pesar de que las previsiones de evolución futura son alarmantes, los actores de nuestro mercado de trabajo (gobierno e interlocutores sociales) son incapaces de ponerse de acuerdo. Ahora se habla del otoño.

El pasado 20 de julio Xavier Cuadras publica un excelente articulo en la Vanguardia titulado “la dualidad de la crisis”. En el afirma que aunque son muchos los países en los que la actual situación ha tenido efectos sobre el volumen de empleo, ninguno ha tenido una caída como la que nosotros estamos viviendo. Y recuerda que si hace algunos meses nos preocupábamos sobre la posibilidad de alcanzar la cifra de 4 Millones de desempleados, ahora ya hay quien afirma que posiblemente llegaremos a los 5 y probablemente antes de fin de año.

Hoy el más grave problema de nuestro mercado de trabajo es la dualidad, (yo le llamaría falta de equidad): dualidad entre trabajadores fijos y temporales, entre trabajadores del sector publico y del sector privado, entre sexos, entre empleados seniors y jóvenes.

Para reforzar estos argumentos Xavier emplea el argumento siguiente: “En concreto la tasa de temporalidad del mercado de trabajo español está alrededor del 30% desde hace dos décadas cuando la media europea se sitúa claramente por debajo de la mitad de esta cifra. El elevado número de contratos temporales está en la raíz de los cuatro males del empleo en España: precariedad y exceso de rotación, baja productividad, desigualdad y volatilidad”.

Me gustaría ampliar el concepto de dualidad del que habla Xavier, pues creo que olvida dos elementos más que cada vez son más graves y evidentes y que tienen que ver con la expresión utilizada por uno de mis lectores en un comentario incorporado al post “la italianización de nuestro mercado de trabajo”. Dicho proceso de convergencia con la situación que vive actualmente Italia pasa por dos nuevas «dualidades» la que se produce entre trabajadores “legales” y “sumergidos”, y la derivada de las diferencias entre los que trabajan en las grandes organizaciones, frente a los empleados por las pymes.

Los problemas de nuestro mercado de trabajo derivan de la inexistencia de una cultura que motive el esfuerzo y el desarrollo personal. También de la falta de incentivos a la formación, a la inversión en el desarrollo humano, y a no poner encima de la mesa nuestra falta de productividad. 

Cualquier propuesta constructiva de reforma laboral debería tomar en consideración elementos de reducción de la temporalidad y de motivación a la contratación (introduciendo elementos de racionalidad en las formulas de contratación y en la resolución de la relación laboral). También sería necesario diseñar incentivos que impulsaran la cultura del esfuerzo y el desarrollo de la formación permanente.

Por último introducir medidas que facilitasen la reducción de los niveles de dualidad/desigualdad de trato en nuestras relaciones laborales para lo que son vitales formulas de reducción de los niveles de subcontratación, favorecer la flexibilidad en el puesto de trabajo y modificando algunos elementos del proceso de negociación colectiva. Y junto a ellas otras medidas necesarias serian: la equiparación de los aspectos fiscales de la resolución del contrato, la introducción de elementos de competitividad y eficiencia en las políticas activas, y la redefinición del rol de los actores. Lamentablemente hoy algunos de ellos son «juez y parte».

Pero por lo que parece poco de ello se va a hacer…. Por lo menos por el momento.