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Como otros muchos esperaba que 2011 significase un cambio de tendencia en la situación de la economía. Aunque sólo han trascurrido 20 días todos los datos apuntan a que este proceso se va a retrasar algunos meses.

No sabemos cuantos pero si probablemente que esto va ocurrir. Hay quien augura de que la situación, inclusive no remontará hasta el 2012. Mal vamos.

Leí hace algunos días en un excelente articulo de Rafael Pampillon en El País la frase siguiente: “En los libros de economía se enseña que los objetivos de toda política económica son cuatro: crecimiento económico, pleno empleo de la mano de obra, estabilidad de precios y equilibrio exterior” Estoy plenamente de acuerdo con él en el sentido de que no parece ser que seamos capaces de cumplir ninguno de los fundamentos descritos.

Dudo de que haya crecimiento económico en 2011 o que este, si se produce, sea minimamente perfectible, evidentemente no vamos a ser capaces de crear un volumen de empleo que permita reducir significativamente el número de desempleados (casi 2 millones) que se han generado por la crisis, respecto a la estabilidad de los precios es indudable que vamos a empezar una tendencia claramente inflacionista (de hecho ya la estamos constatando en las últimas semanas) y no hablemos del equilibrio de nuestra cuenta con el exterior.

De todas formas algunos otros países de nuestro entorno están empezando a salir de la crísis, están empezando a conseguir resultados significativos en los cuatro objetivos que señalaba Pampillon. La diferencia fundamental es que mientras que, hablando de los temas en los que supone son mi especialidad, los otros países están consiguiendo disminuir sus niveles de desempleo sin cambios radicales en su estructura productiva nosotros, lamentablemente, no vamos a poder hacer lo mismo. Conviene recordar el dato de que el volumen de empleo que en los últimos años se sustentaba en el sector de la construcción no va a poder recrearse a corto plazo.

Nuestro problema es que, superados los elementos estructurales que generaron la crisis a nivel mundial, mantenemos una situación propia que exige cambios más radicales que los que se han producido hasta este momento.

No parece que hayamos hecho todo lo que había que hacer o que podía haberse hecho en cuanto al impulso de la economía del conocimiento, el desarrollo de los factores de internacionalización de nuestra economía y sobre todo en todo lo relativo al proceso de cambio cultural que necesitamos sin ninguna duda para pasar de una economía “subsidiada” a una de carácter productivo.

Lamentablemente como bien indica Pampillon “esto no se improvisa”. Y aunque algunas de nuestras empresas estén haciendo un esfuerzo titánico en el desarrollo internacional y en la gestión del conocimiento el reto es impulsar y desarrollar un cambio cultural y educativo que permita a nuestros jóvenes adquirir los conocimientos y desarrollar la motivación que precisan para que sean empleables en estos nuevos sectores y facilitar la reasignación y la recolocación de los más de 4 millones de desempleados que existen hoy día en nuestro país.

No parece una tarea fácil. Y más si muchos tenemos la sensación de que no estamos todavía por la labor, fundamentalmente por el nulo impulso de nuestra clase política en ella.