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Acaba de caer en mis manos uno de los textos de Charles Handy cuya referencia aparece en “la biblioteca” de mi blog. Se trata de “el elefante y la pulga”. No os engaño al constataros mi admiración por los textos de este autor.

Uno de los conceptos claves en el pensamiento de Charles ha sido el del liderazgo y sus características. Para él los grandes líderes poseen cuatro cualidades esenciales. En primer lugar está la capacidad para conseguir la participación de los demás y atraerles hacia un lugar común. El segundo lugar está el recurso innato de disponer de una voz diferenciada y elocuente. En el tercero está la integridad.

Sin embargo para él la cualidad más importante y con gran diferencia sobre las demás es la “capacidad de adaptación”. Se trata en esencia de creatividad aplicada, de la capacidad para superar la adversidad. Esta cualidad se compone de dos elementos: la capacidad de captar el contexto y la de aguante.

Mientras la primera entraña la habilidad para saber ponderar en su justo término los factores que van desde la forma en la que diferentes grupos de personas van a interpretar un gesto hasta la habilidad de poner una situación en una perspectiva temporal y espacial, la segunda s exactamente lo que parece: la perspectiva y la resistencia que hace posible que las personas emerjan de unas circunstancias devastadoras sin perder la esperanza.

La combinación de estos dos factores (aguante y entender el contexto) es la que, sobre todos las demás, hace posible que un individuo no sólo sobreviva a pruebas difíciles sino que saque experiencias positivas de ellas, consiguiendo ser más fuertes, comprometidos y determinados que en el pasado.

Estos atributos hacen posible que los líderes crezcan como personas gracias a estas mismas experiencias, hacen posible que encuentren oportunidades donde otros sólo encontrarían desesperación. Aunque pueda sorprender los grandes líderes poseen estas cuatro cualidades esenciales que son la mismas que permiten a una persona sea capaz de encontrar sentido a una experiencia, aunque esta sea negativa.

De esto está hecho el verdadero liderazgo, aunque hoy cueste reconocerlo, probablemente en muchos de nuestros “supuestos líderes”.