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Analizando la nueva nueva reforma laboral impulsada por el gobierno y a la que me referiré en un próximo comentario con más intensidad, me he encontrado con unas declaraciones de José Maria Aznar, de hace algunos meses,  en las que apostaba por la eliminación del subsidio de desempleo.

Resulta evidente que una cosa son las declaraciones realizadas desde la “independencia” de alguien que no tiene la responsabilidad de gobernar y otras son las decisiones que toma un gobierno legítimo aunque del mismo perfil político e ideológico. Evidentemente la nueva regulación laboral que tenemos en nuestro país no elimina las prestaciones de desempleo aunque algunos cambios deberían de haberse realizado, aunque fuera en el sentido de vincular todavía más la percepción del subsidio al compromiso de formación, de búsqueda y de trabajos comunitarios. Auguro que algo habrá que hacer en ello y más pronto que tarde.

Lo que verbaliza Aznar es la visión de la sociedad occidental extendida en ciertos sectores conservadores, según la cual nos habríamos malacostumbrado a vivir de un Estado demasiado protector. Así, sus medidas de cobertura social estarían generando ciudadanos indolentes que prefieren «vivir del cuento» antes que buscar trabajo. Y, según esas corrientes de opinión, serían estas personas las que estarían en la génesis de la crisis, en tanto que no harían más que mostrar algunos de los males de una sociedad que se ha acostumbrado a vivir en contextos donde se ha llegado a primar e incentivar: la falta de esfuerzo, la tendencia al hedonismo, el no reconocimiento de la autoridad.

En este marco y según este modelo ideológico la crisis que estamos viviendo no sería otra cosa que la consecuencia última de una sociedad acostumbrada a las a las satisfacciones inmediatas y  a la ausencia de responsabilidad.

El Profesor de la Universidad de La Coruña Ignacio Sánchez Cámara, subrayaba hace algunos meses que vivimos en un contexto en el que “hay un problema profundo, que afecta a la cultura europea y occidental desde hace décadas, y es el de su modelo moral, en el que ahora predominan el relativismo y el hedonismo”. En este análisis coincide con muchos otros entre los que destaca el nuevo Secretario de Estado de Cultura José María Lasalle quién señalaba como un síntoma evidente de ese decaimiento moral el hecho de que la cultura democrática actual “se haga girar exclusivamente sobre la teoría de los derechos”.

De hecho creo que coincido básicamente con las afirmaciones que figuran en el párrafo anterior ya que podríamos denominar a la etapa de gobierno de Zapatero como “la etapa de los derechos” y a la etapa económica que hemos vivido en los últimos años 20 años como «la del todo vale». Sin embargo en una sociedad equilibrada los ciudadanos, los individuos debemos de vivir también en la perspectiva de nuestras  obligaciones. Una sociedad equilibrada necesita también un compromiso en los deberes.

El ejercicio de la responsabilidad exige que cada uno asumamos obligaciones con nosotros mismos, con nuestro entorno más cercano y con la sociedad en su conjunto. Pero lo que resulta válido para los individuos es también aplicable a las organizaciones, las instituciones, la clase política, que también han hecho dejación de sus responsabilidades.

El resultado final de tanta irresponsabilidad, y sigo parafraseando a José María Lasalle,  ha sido un entorno en el que “el deber se ha erosionado, el ejercicio de la autoridad se ha vuelto más frágil y en el que se ha debilitado la ejemplaridad” de las conductas de todos pero también de aquellos que bebían de actuar como referente moral.

Lo que me parece de todas formas evidente es que ha sido la reiteración en conductas poco ejemplarizantes por parte de todos las causas que han devenido en génesis de la situación de crisis en que estamos viviendo. Vivimos, por tanto, en un contexto que conlleva también la necesidad de modificar los “valores” y/o “paradigmas” sobre las que hemos diseñado nuestro modelo social.

Necesitamos nuevos modelos de convivencia en los que resulta perentoria y urgente la necesidad de modificar los paradigmas que habíamos considerado como “reglas de oro” de nuestra existencia. Necesitamos crear nuevos paradigmas y cambios de valores que necesitamos insertar en nuestra existencia si no deseamos seguir en crisis el resto de nuestras vidas y dejar a las generaciones futuras un mundo mucho mejor.