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Este post está inspirado en el excelente artículo que Manel Perez publicó en La Vanguardia el pasado domingo 17 de Enero. “el cambio político no viene de la fábrica

Lo que hace el articulista http://www.lavanguardia.com/economia/20160117/301457755227/el-cambio-politico-no-viene-de-la-fabrica.html es simplemente señalar que a diferencia de lo ocurrido en el siglo XX el cambio político que estamos viviendo no procede ni de los entornos sindicales, ni de los procesos de producción.

Al contrario “el giro a la izquierda que registran los resultados del  20 de Diciembre no están vinculados a un incremento de la conflictividad, al desgobierno ni a los clásicos procesos que en el pasado actuaban como sismógrafo de la mutación del clima social. La clase obrera no es (hoy) el actor en este drama ni la fábrica es la base del cambio” o en otras palabras “la conflictividad laboral no ha anticipado esta vez –y probablemente no lo hará en el futuro- el cambio en las mentalidades de la sociedad”.

Un proceso que como ya he señalado repetidamente en mi blog se está produciendo también como consecuencia de la pérdida de competitividad estructural de nuestro entorno industrial (hemos dejado de ser el territorio donde se asentaban las fábricas europeas), proceso que ha ido parejo al del desarrollo tecnológico (informatización y robotización) que comporta que nuestro tejido laboral hoy este fundamentalmente basado en los servicios y el turismo, el conocimiento y la información.

 ¿Dónde nos lleva todo ello?

A constatar la certeza de que –a pesar de la relevancia de la crisis- la conflictividad social ha sido muy reducida. Recordemos que frente al hecho de que las desigualdades sociales no sólo subsisten sino que estas se han profundizado y agrandado en los años de crisis, la conflictividad social se ha reducido drásticamente (como mínimo en el dato de la perdida de horas de trabajo hoy situada en un 10% de los valores que se habían alcanzado tan sólo 10 años) y que esta conflictividad hoy se canaliza  a través de nuevas formas y/o actores a los tradicionales.

A la aparición de un escenario político en el que las estructuras partidistas “tradicionales” se hayan visto sacudidas por la llegada de nuevos actores que, al margen de actuar como mejores representantes de las demandas sociales, utilizan fórmulas de gestión que, aunque con necesidades de consolidación, en teoría (por lo menos) favorecen la participación y una mejor vinculación entre las bases y las élites dirigentes y que tienen la voluntad y la capacidad de utilizar mejor las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías hoy al alcance de todos los ciudadanos.

La última a situar a los sindicatos fuera del debate político y social. Unas organizaciones sindicales que han de “revolucionarse” o “explosionarse” a sí mismas para continuar teniendo sentido e interés social dejando de convertirse en una más de las superestructuras que siguen existiendo simplemente para mantener a sus propias burocracias.

¿Qué nos deparará el futuro? 

Es muy probable que vivamos tiempos en los que siguiendo a Manel Perez “el descenso en la conflictividad laboral –que probablemente se ha producido también por los cambios en la sociología electoral- ha comportado el alejamiento de una parte de la población de sus referencias clásicas con cambios de las clases sociales en una nueva estructura económica”.

Ello es la base para que los excluidos de la vieja economía –que por otra parte no pueden acceder a empleos en los entornos industriales tradicionales ya que estos están en fase de desaparición- manifiesten su protesta de otras formas y entre ellas con su voto contrario a las fuerzas políticas “clásicas” y afectadas por los procesos de corrupción pública. 

Y el riesgo no es otro que todo ello derive en la aparición y consolidación de alternativas populistas y «fascistas» que nos recuerden a un periodo tristemente vivido en nuestro país durante 40 años.

Termino mi reflexión haciendo mención a lo expresado por Enric Juliana en el mismo medio el pasado 14 de Febrero. http://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20160214/302139443199/espana-tres-meses-en-funciones-eslabon-critico-de-una-europa-tensa.html  Vivimos en un momento “de un confuso laberinto político, Parlamento fragmentado y enormes dificultades para formar gobierno, a consecuencia de la enorme irritación social acumulada”.

Una irritación (en términos inspirados por Enric) generada por el desempleo que sigue sin resolverse, la corrupción que afecta a todo la clase política y el bloqueo generacional que perjudica gravemente a las generaciones más jóvenes.

Una generación que es ya consciente de que su futuro probable y lamentablemente va a ser peor.