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«Con 43 años y tres hijos, no me podía permitir entrar en un periodo de desempleo de larga duración, porque, aunque tenía una situación personal razonable, me estaba acercando a una edad que empezaba a ser mala».

A Manuel, ingeniero industrial con dieciocho años de experiencia en el sector de la automoción, su empresa le ofreció un servicio de Orientación Profesional complementario a la indemnización por su despido. Después de 10 meses de intensa actividad de búsqueda Manuel consiguió acceder a un nuevo empleo, aunque en un formato de obra y servicio, y un descenso salarial del 40% respecto a su nivel anterior.

Hoy son muchos los profesionales los que están dispuestos a rebajar sus expectativas salariales hasta un 30% con el objetivo de retornar al mercado de trabajo. Ya habrá tiempo de escalar posiciones cuando amaine el temporal. «Para saltar tienes que retroceder unos pasos y, después, coger carrerilla», afirma Jaime, adjunto a la dirección de recursos humanos de una compañía farmacéutica después de más de 8 meses en situación de desempleo

Manuel, separado y padre de dos hijos, sabe que su puesto tiene fecha de caducidad: 18 meses. Sin embargo está satisfecho. Otros muchos están peor. «No es el trabajo ideal, pero me va a permitir una mejor conciliación personal, creo que aprenderé cosas nuevas, estaré activo y, además, voy a conseguir mejorar mi nivel de inglés”, aclara.

Un nivel salarial más bajo, un puesto de menor nivel y un trabajo que implique cambio de residencia son, por este orden, las principales concesiones que deben de estar hoy dispuestos a hacer los profesionales para volver al mercado. Ahora bien, ¿dar un paso atrás implica iniciar un camino de no retorno? ¿Es preferible aceptar cualquier puesto antes que sucumbir a la maldición de los `años en blanco´ en el currículum? Son cuestiones que hay que analizar caso a caso dentro de un programa de Orientación Profesional.

Sin embargo hay límites. Hoy debemos ser más flexibles en nuestras expectativas, pero siempre saber hasta qué punto. Es preferible aceptar un menor salario o un puesto de menor nivel, pero no es conveniente aceptar cualquier alternativa si no es estrictamente necesario.

El caso de Marta, hoy responsable de proyectos de innovación en una fundación hospitalaria, es casi de manual, porque ha asumido sin rechistar el cambio de `chip´ al que le obligaba la actual situación del mercado. Ya en la cuarentena, esta profesional empezó un posgrado en bioingeniería para propiciar un cambio de sector en el que tendría que empezar de cero. Pese a las dudas que le planteaba su futuro, tenía claro su objetivo. «Cuando me quedé en desempleo, lo más difícil fue combatir la incertidumbre. Yo veía que el sector en el que tenía experiencia no ofrecía nada y me preguntaba qué iba a hacer. Entonces me planteé que necesitaba un proyecto que me motivara y que me diera una perspectiva de futuro. Para mí, lo más importante pasaba por hacer un cambio hacia un sector en crecimiento».

Tras reponerse de la sorpresa -«pero cómo me ha podido pasar a mí»-, superar la fase de negación -«yo valgo más que todo eso»- y encajar el golpe de la frustración -«de qué sirven todos mis sacrificios»-, los profesionales que se ven frente a la “travesía del desierto” han de ser conscientes de que el número de oportunidades es mucho más bajo y que van a tener que optar por alternativas diferentes; nuevos sectores, nuevos puestos, movilidad, autoempleo. Algunos consiguen superar esta fase “de aterrizaje” en un corto periodo de tiempo, otros lo consiguen después de quemar muchas oportunidades, unos pocos no lo consiguen nunca.

Lo deseable, en todo caso, es superar el duelo o “aterrizaje” lo más rápidamente posible, sin haber quemado la red de contactos y desarrollando un objetivo profesional que se adecue a las necesidades y demandas del mercado.

Para culminar este proceso de forma rápida y con éxito el apoyo de un consultor en Orientación Profesional puede ser muy relevante.