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Esta tormenta pasará sin duda. Sin embargo, las elecciones que todos y todas estamos haciendo ahora o hagamos en el futuro inmediato cambiarán la vida en los próximos años

Una sociedad madura no es sólo aquella que es capaz de sobreponerse a un reto como el que estamos viviendo sino también aquella que es capaz de aprender de ella y formular los cambios que le permitirán enfrentarse mejor a la crisis (sin confinamiento) posible con la que nos enfrentamos. Una sociedad madura es la que es capaz no solo de sobreponerse a una crisis, sino además, de aprender de ella y aprovecharla para responder a otra crisis mayor.

Siguiendo los argumentos que planteo en el primero de los post de esta serie accesible en http://pauhortal.net/blog/aprender-a-desaprender/ se habla mucho de que, una vez superada esta crísis, será posible una vuelta a la-nueva normalidad-. Aunque no sé muy bien lo que ello significa… de hecho nadie lo sabe lo que si se es que esta “normalidad” va a suponer cambiar muchos de nuestros hábitos como personas, ciudadanos y consumidores si lo que queremos es protegernos a nosotros mismos y al futuro de nuestro planeta.

Argumentos de esta naturaleza llevan a Amalio Rey en https://www.amaliorey.com/2020/04/01/dos-ejercicios-para-volver-distintos-despues-de-la-pandemia/ a plantearse como y en grado de intensidad podra producirse este comabio. Coincido con él y la posición de que difícilmente llegará a cumplirse el durísimo pronóstico que formula del Imperial College cuando dibuja un escenario que asegura que el estilo de vida que conocíamos no va a volver nunca.


Sin embargo, no tengo ninguna duda de que la profundidad del cambio dependerá de la intensidad y la duración de la pandemia, lo cual no dice mucho sobre nosotros pero….


“Convertir esta pausa repentina y forzosa en una modificación de rutinas que sea sostenible tiene que ser un esfuerzo consciente. Además de pensar qué y por qué cambiar, se necesita un plan para metabolizar los nuevos hábitos. Si el cambio es forzado y no se interioriza con argumentos (y, si se puede, con algo de disfrute), lo más probable es que cuando se desactiven las palancas que nos fuerzan a hacer las cosas de esta manera, volvamos incluso con más ganas a los hábitos de antes”.

Richard Beckhard, formuló, ya hace algunos años una conocida ecuaciíon del cambio que Amalio recuerda y a la que voy a referirme a continuación. La ecuación propuesta es la siguiente:

I x V x PP > R

En la que la «I» es el grado de insatisfacción que tenemos sobre una determinada situación, la «V» es la visión de donde queremos llegar a traves del cambio y las dos «P» son las acciones o primeros pasos que vamos a dar para iniciar el proceso de cambio. La Res la resistencia a que éste se produzca.

El análisis de esta ecuación es simple. Para que un proceso de cambio sea viable la combinación de insatisfacción, visión y claridad de las acciones inmediatas debe de ser superior a la dimensión de la o las resistencias al cambio. Y lo que es más revelador, las tres variables de la izquierda son condiciones exigibles porqué sólo que una de ellas sea “cero” hace que el cambio sea imposible. Si la insatisfacción es tímida, no sabemos dónde queremos llegar o simplemente no sabemos por dónde empezar el cambio es imposible.

Y recordemos que si no hay una voluntad de cambio es muy difícil que produzca el desaprendizaje.