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En el subconsciente colectivo del sindicalismo existe un viejo adagio. Sugiere que quien no manifiesta su fuerza a través de una cierta dosis de conflicto no existe. Y esta antigua sentencia explica, a mi entender perfectamente, la estrategia desarrollada por los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, a un día de la huelga general de mañana.

Una huelga que se nos ha vendido como europea y que conviene que recordemos que sólo va a realizarse en Grecia, Malta, Portugal y España, y de un modo parcial y/o simbólico en Italia. Una huelga que probablemente tendrá pocos efectos reales más allá de cada una de las partes (organizaciones sindicales y gobierno) den una muestra de sus respectivas posiciones y de su presencia social. El Gobierno ante la Unión Europea y los Sindicatos ante el conjunto de la sociedad.

No deseo hacer ningún daño pero recuerdo en este momento las palabras pronunciadas por Elena Salgado en el otoño del 2010. «Creo de verdad que podemos decir que estamos saliendo de la crisis», me vienen a la memoria los comentarios del Ministro Corbacho (2009) afirmando en que en España no se alcanzaría jamás la cifra de 4M de desempleados y he tomado nota como muchas de mis lectores de las recientes palabras de algunos de los miembros del actual ejecutivo sobre las bases positivas en los que ya se está sustentando la economía española.

¡Por favor!. Siguiendo los planteamientos que Josep Piqué proponía hace tan solo unos días en la Vanguardia «no vayamos a caer de nuevo en optimismo antropológicos o en la venta de brotes verdes, que, en el pasado inmediato sólo contribuyeron al desprestigio de la clase política y a la desconfianza en las instituciones. la credibilidad se basa, siempre, en la honestidad del que habla».

Las personas queremos hoy que se nos diga la verdad.

Y todo ello en un martes y 13, a un día de una huelga general dirigida a intentar modificar la política económica de un gobierno que no puede decidir por si mismo, y ante una protesta que lo que propone legítimamente no es más que la búsqueda de alternativas distintas a una crisis que sigue –con más virulencia si cabe- instalada entre nosotros. Y ello enmarcado en un contexto en el que, como muestran los datos recientes, hemos consolidado nuestra posición de liderazgo en materia de desempleo.

Y con el refuerzo de los análisis realizados por todos los especialistas en el sentido de que a mediados del año próximo alcanzaremos la cifra de 6M de desempleados (o lo que es lo mismo el 27% de la población activa), y lo que es más aún más grave: un 50% si nos referimos a los datos de desempleo juvenil.

El continuo incremento de los datos de desempleo en 2012 es consecuencia de la contracción en el crecimiento debido al impacto de las medidas de ajuste y a la falta de medidas correctoras que impulsen la actividad económica. Es consecuencia, también, del impacto a corto plazo de una reforma laboral que, como ya era bien sabido por todos, iba a incentivar la destrucción de empleo como consecuencia de la reducción real de los costes de despido, de no haberse impulsado las medidas de flexibilidad interna, y de una cultura socio laboral y sindical “perversa” tendente a favorecer e impulsar la destrucción de empleo frente a otras medidas de ajuste.

No soy economista ni muchos menos especialista en temas macro económicos pero tengo cada vez más claro que las medidas que impulsa Alemania (ajustes y contracción del déficit) para el conjunto de la UE son convenientes para su propio contexto nacional pero no se si resultan ser las más adecuadas para la “periferia europea” en la que mal nos pese nos encontramos. Salvo que lo que se pretenda es castigarnos por nuestros «pecados del pasado» y hacer crecer las diferencias económicas y sociales entre el conjunto de países de la Comunidad.

Mantengo un evidente pesimismo o escepticismo. Los desequilibrios que hemos generado en los años de la burbuja siguen sin haberse corregido y al margen del impacto del cambio en la coyuntura internacional (posible a corto plazo) la resolución de nuestros propios problemas nos llevará algunos años más y lo que es más grave, finalmente, nos situará en un lugar mucho más alejado de la cabeza que en el que creíamos estar, o nos habían hecho creer.

Para corregir y disminuir  sustancialmente nuestros niveles de desempleo no van a resultar válidas recetas del pasado. Un ejemplo: no será posible mientras nos movamos en tasas de crecimiento del 2/3% (que eran las que tradicionalmente servían para ello). Si no existe un crecimiento superior y para ello deben de cambiar muchas cosas de política económica pero también de cultura social y/o laboral vamos a tener que vivir durante mucho tiempo con situaciones de desempleo estructural que hubiésemos considerado increíbles 5 años atrás.

En materia laboral debemos ser mucho más imaginativos, flexibles y hacer cuantas probaturas sean posibles: minijobs, trabajo a tiempo parcial, incentivar la emigración, favorecer el retorno de los inmigrantes etc. Por no comentar cuestiones más estructurales como cambios en el modelo educativo tendentes a cambiar  la cultura laboral de nuestros hijos y nietos. Sin embargo no parece que, lamentablemente, tengamos un clima favorable para ello. Dudo que la huelga de mañana vaya a cambiar esta tendencia, más cuando constatamos que no hemos hecho todos los ajustes que son necesarios en sectores tan relevantes como el financiero y casi no hemos sido capaces de empezar los referentes al sector público.

Mientras tanto estamos viviendo en un entorno en el que cada día se hace más evidente el ensanchamiento de las desigualdades sociales, no hay consumo ni mucho menos repunte de la actividad privada, no hay ahorro, el crédito no fluye ni va a fluir a corto plazo y el incremento de la economía sumergida es cada vez más evidente. Es por todo por lo que es necesario que, unidos a los ajustes y la racionalización del sector público en todas sus niveles, impulsar medidas de reactivación y desarrollo de la iniciativa emprendedora, ya que la austeridad por si sola sólo nos servirá para agudizar la atonía económica.

He seguido como muchos otros el pensamiento de Rafael Pampillon reflejado en sus artículos publicados en el País y Expansión. Afirma con sumo criterio que “en los libros de economía se enseña que los objetivos de toda política económica son cuatro: crecimiento económico, pleno empleo de la mano de obra, estabilidad de precios y equilibrio exterior”. No parece que seamos capaces de cumplir los dos primeros objetivos hoy ni probablemente a corto plazo, y respecto a los segundos, su relativo cumplimiento sólo se explica como consecuencia de la propia atonía económica y del esfuerzo que nuestras empresas y/o emprendedores están haciendo por encontrar mercados fuera de nuestras fronteras.

Y mientras tanto la confianza social sigue por los suelos. Un ejemplo de ello es lo que está ocurriendo con el drama social de los desahucios hipotecarios. ¿Necesitábamos tres fallecimientos reconocidos para que nuestra clase política se pusiese manos a la obra para corregir lo que es evidentemente una injusticia social?. Es una vez más “el gato que se como la cola”.

Estimular la demanda, impulsar el crédito y distribuir racionalmente los ajustes son prioridades absolutas si no deseamos seguir en un camino sin retorno en el que lo único que vale es el “sálvese quien pueda”. He aquí mi reflexión y/o contribución a la protesta de mañana día 14.